“Los chicos no quieren estar encerrados”: una experta explica por qué los adultos someten a los niños al juego en soledad
Paula Querido dirige la Asociación sco Tonucci en Argentina e impulsa la campaña “Yo Salgo a Jugar”; advierte sobre una infancia “encerrada”, “vigilada” y “silenciada”; se muestra preocupada por la desaparición de la niñez como tema de la agenda pública
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“Prisionero en su casa-fortaleza”. Así describía hace 33 años sco Tonucci en su emblemático libro La Ciudad de los Niños a un chico de finales del siglo XX. “La falta de compañía en la casa se vuelve más grave a causa de la imposibilidad de ir a buscarse esa compañía afuera: afuera están los peligros, que empujan a los adultos, y no sin razón, a proteger al niño, impidiéndole que salga”, decía por entonces el pedagogo y dibujante italiano. Y destacaba que allí, entre las paredes de su hogar, el niño crecía “confiado a una moderna y eficiente baby-sitter: la televisión”. Por entonces, ya advertía: “Resulta difícil saber con exactitud qué mecanismos cognoscitivos, afectivos, sociales y psíquicos produce en los niños la prolongada visión de programas televisivos”.
La exposición cada vez más precoz de niñas y niños a las pantallas, especialmente luego de la pandemia, puso más en auge que nunca las ideas de Tonucci. Tanto que los principios de ese libro impulsó a la Asociación sco Tonucci a lanzar desde el año pasado la campaña Yo Salgo a Jugar. Se trata de una campaña que busca hacer frente a “la amenaza en el desarrollo y bienestar” que implica para la infancia el uso a edades tan tempranas de dispositivos electrónicos, y a “la escasa posibilidad de que los niños y niñas vivan experiencias reales de encuentro, juego y socialización sin el control permanente de los adultos”, según alertaron desde la asociación en un comunicado oficial. Para promover esas experiencias, advirtieron, “normar el tiempo de a los dispositivos electrónicos es una estrategia insuficiente”. Como advertía Tonucci hace más de tres décadas, es necesario que los niños y niñas vuelvan a salir a las calles.
“Lo que estamos denunciando es la desaparición de la niñez del espacio público, el encierro al que los adultos lo sometemos”, cuenta a LA NACIÓN Paula Querido (49 años), licenciada en Ciencias de la Educación, coordinadora de los Consejos de niñas y niños del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires desde 2004 y directora de la recientemente constituida Asociación sco Tonucci en Argentina, la primera sede local de esta organización internacional.
—“Encierro” es una palabra fuerte.
—Encerrar significa poner a alguien en un sitio del que no pueda salir y contra su consentimiento. Y en los más de 70 consejos de niños con los que trabajamos en Argentina, venimos escuchando todo el tiempo la denuncia de la niñez de que quieren salir a jugar solos, que quieren que los cuiden, pero de lejos, que quieren poder salir a jugar más allá del patio. Es decir, la niñez no quiere estar encerrada. Los consejos son grupos de niños y niñas que, acompañados por promotores formados en la metodología de la escucha, se reúnen para dar ideas y propuestas a las autoridades de la entidad (hospital, hogar, club) o ciudad con la que trabajamos para buscar que estas voces se traduzcan en políticas públicas e institucionales concretas.
—¿Por qué los adultos los tenemos así, encerrados?
—Sin dudas por el miedo a la calle ahora entrelazado con la exposición precoz a las pantallas, algo que sco ya anunciaba hace mucho tiempo, pero que hoy es una preocupación compartida con muchos otros colectivos.
—¿Qué impacto tiene esto?
—Hoy vemos en los chicos y en las chicas una reducción en su universo de vocabulario, vemos empobrecimiento en su posibilidad de socializar, sus habilidades emocionales. Vemos padecimientos psíquicos, una explosión de consultas en salud mental cuando empiezan a llegar a la adolescencia. Todas estas cosas que estamos viendo se están relevando en muchos países. Cada vez más organizaciones de familias empiezan a visualizar esta preocupación fuerte, educadores que ven en las escuelas lo que está pasando con niños y niñas sin experiencia de juego libre, con sobreexposición a pantallas.
—¿Qué otros factores, además de las pantallas, contribuyen a que los chicos y chicas no salgan a jugar?
—El miedo que tienen muchas familias a dejarlos salir a la calle a jugar genera un ecosistema que hace que los chicos estén cada vez más encerrados, cada vez más expuestos a la soledad de un teléfono, de un dispositivo. Tenemos que problematizar esos miedos a las calles reales y dimensionar los peligros de las calles virtuales.
—Este temor, ¿se vincula más con ciertas clases sociales o con contextos de grandes ciudades?
—Hoy vemos que el fenómeno está trascendiendo clases sociales. El empobrecimiento de la autonomía para salir antes lo veíamos en ciertas clases, en una clase media, en una clase un poco más alta. Hoy vemos que es una tendencia que incluso la vemos en provincias o en ciudades pequeñas. Incluso sin que la inseguridad haya crecido en una proporción coherente con el nivel de encierro que en ese mismo tiempo se somete a la niñez.
Una gran red para los niños
Actualmente, la Asociación Internacional sco Tonucci cuenta con una red con presencia en 15 países. “Argentina es el más ‘fuerte’ de esa red: tenemos 108 ciudades adheridas. Gracias a este crecimiento, este año hemos creado la primera casa local, la Asociación sco Tonucci Argentina”, contextualiza Querido.
El año pasado, en diciembre, los consejos de niños de todo el país se reunieron en Mercedes (provincia de Buenos Aires) para plantearle a Marisa Graham, defensora nacional de los derechos de niños y niñas, la necesidad de incentivar desde el sector público la participación de las infancias en las calles.
“Primero hay una respuesta que debe ser política. Por eso el proyecto La Ciudad de los Niños es un proyecto político que trabaja con autoridades locales para que se generen políticas públicas concretas. Por ejemplo, en Argentina, el Salir a jugar es una política pública concreta donde en las ciudades de nuestra red se detiene el tránsito durante un tiempo determinado. En algunas las hacemos una vez por mes, como Ciudad de Buenos Aires, en otras se hacen más seguido. Y algunas se hacen cada dos meses. Pero vamos intentando, no como un evento, sino como una política sostenida, que la niñez salga a jugar a la calle. La premisa de sco es que una ciudad que es buena para los niños, es buena para todos”.
—¿Qué ciudades han dado pasos sólidos en esa línea?
—Hay muchas ciudades, con distintos niveles, porque hay muchas muy nuevas, y muchas con mucho recorrido en el proyecto. Rosario, sin duda. Además fue la primera en Argentina. San Martín de los Andes, también, porque tiene políticas públicas muy integrales. Hay tres ejes de Ciudad de los Niños, ¿no? Lo que tiene que ver con la participación, que son los consejos de niños activos, lo que tiene que ver con el juego libre, que ahí también San Martín de los Andes tiene un trabajo incluso con ordenanza creada, y lo que tiene que ver con la autonomía, que es la posibilidad de que la niñez transite por el espacio público, entonces ellos tienen, por ejemplo, también unas políticas públicas muy interesantes en relación a los caminos amigables, a los puntos amigables, donde hay un dispositivo local puesto al servicio de que la niñez pueda moverse autónomamente por el territorio.
—¿Subestimamos el valor que tiene el juego para el niño y este tipo de espacios?
—Sí, se subestima. Pensá que el juego es uno de los derechos de la Convención de los Derechos del Niño, es el artículo 31. Tiene el mismo peso jurídico que el artículo 29, que tiene que ver con el derecho a la educación. Sin embargo, pareciera que en el sentido común no parece tener el mismo relieve. Se ningunea mucho el derecho al juego, pareciera que es algo siempre devaluado. Incluso pese a que no solo los educadores sabemos de su importancia, sino también los psicólogos y los pediatras, que realmente el juego es la actividad más importante. Cuando un ser humano nace, su manera de conocer y de habitar el mundo es a través del juego. No es ninguna novedad que en los primeros años de la vida ocurre todo lo más importante. Y todo eso ocurre a través del juego. Y es ese juego libre, como modo de habitar el mundo, el que vemos en peligro de extinción, que no es el juego institucionalizado, reglado. Los chicos de los consejos nos dicen “queremos jugar sin coordinadores”.
—Organizar juego en forma desinstitucionalizada suena a un delicado equilibrio.
—Es muy difícil y por eso es una batalla cultural. Siempre decimos que entrar en la perspectiva de Ciudad de los Niños y de la asociación es más un desaprender que un “construir arriba de”. Por ejemplo, cuando vamos a hacer el programa Salir a jugar, que es cortar el tránsito y nada más, en cualquier municipio lo primero que ocurre es que siempre aparecen áreas que quieren “hacer algo”. “¿Y si de paso les enseñamos a reciclar?”, “¿Y si de paso hacemos educación vial?”. Como si siempre hubiera que hacer algo con los niños. Lo que tenemos que hacer es sacar, no poner. Retirar lo que vulnera su libertad de jugar, los autos, las tareas, los miedos. Y confiar en ellos.
—¿Eso puede tener que ver con que estamos muy acostumbrados a que todo tiene que ser “productivo”, como que no estar “perdiendo el tiempo”?
—Es un desafío muy importante entender que la niñez es tiempo presente. No tenemos que pensar a la niñez todo el tiempo a futuro, como un plazo fijo que vas a sacar en 10 años. La niñez es hoy. Por un lado es hoy desde la perspectiva ciudadana. Tiene derechos hoy y por lo tanto es un sujeto político hoy, aunque no vote. Tiene derecho a decir, a proponer, a cogestionar su ciudad, el hogar en el que le tocó vivir o el hospital en el que le tocó estar. Es un derecho que figura en la Convención. Y por otro lado la niñez es presente cuando juega. Ese “perder el tiempo” que mencionabas es justamente ese tiempo donde la niñez puede pensar, donde puede construir con un otro, donde puede caerse y levantarse, donde puede tener secretos, porque toda esa zona de penumbra sin la mirada del adulto es donde la niñez es, donde asume riesgos, donde se enamora, donde da su primer beso, donde se cae y se hace una frutilla.
El juego y las desigualdades sociales
—El año pasado, la UCA informó que en 2023 la pobreza infantil había alcanzado el 63 %, la cifra más alta en 13 años. ¿Cómo se trabaja para promover el derecho al juego cuando se alerta por cuestiones tan urgentes como falta de a alimentos o a viviendas dignas?
—Yo creo que esa es también una gran batalla, ¿no? Pensar que hay derechos básicos. Pensaba en otra frase histórica de los niños en nuestros consejos: “Una injusticia es no poder decir una injusticia”. Y un niño o una niña que tal vez quiere decir que no come, que tiene hambre, que lo maltratan o lo que fuera, necesita efectivizar su derecho a la participación para poder decirlo, para poder verlo, para poder denunciarlo con otros, colectivizarlo. Y en el trabajo que hacemos con los consejos de niños y niñas pasa eso. Que defienden su derecho al juego y también otros derechos, como el de festejar los cumpleaños. El desafío es que en nombre de la pobreza no se silencie a la niñez. Nosotros nos ocupamos de escuchar la niñez en el contexto en el que se desarrolle.
—Y la condición socioeconómica, ¿facilita de alguna manera el a ciertos derechos como el derecho al juego y la participación?
—En una niñez pobre aparecen ciertas vulneraciones y en una niñez sin precariedad económica aparecen otro tipos de violencias. Y muchas de las denuncias que escuchamos también son comunes, porque tienen que ver con un silenciamiento a la niñez como actor social, como categoría política. Por ejemplo, cuando nos piden desde el consejo de niños del club Huracán que necesitan cortinas en los vestuarios para preservar su privacidad. Ese pedido aparece también en el consejo de niños del Hospital Elizalde cuando nos piden biombos para que no los vean cuando los revisan. En ambos casos, esos reparos se pusieron.
—Es entonces, como decías, un problema más cultural que socioeconómico.
—Sí, yo te diría que el derecho al juego en el espacio público y la autonomía en el barrio no necesariamente se vincula con las clases sociales, algo que evidencia un reciente estudio del Instituto de Diseño Urbano de la Legislatura (IDUF) de la Ciudad de Buenos Aires. Antes, desde las clases populares se notaba un mayor al espacio público. Hoy, claramente no. Y eso lo vemos escalado en toda la Argentina. Incluso en pueblos pequeños donde los chicos podrían acceder más fácilmente porque hay menos tránsito o porque se supone un menor temor a la inseguridad. Incluso en esos lugares se convalida la tendencia a ir reduciendo la posibilidad de las nuevas generaciones de habitar el espacio público.
La niñez en la agenda pública
—Hace algo más de un mes, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, anunció el cierre de distintos programas vinculados con la niñez. Entre ellos el “Programa Nacional de Derecho al Juego (Jugar)” y el “Programa de Integración y Desarrollo Humano Participar en Comunidad”, muy alineados a los objetivos de la asociación. ¿Qué lectura hacen del espacio que las infancias ocupan en la actual istración?
—Nos preocupa lo que está pasando en relación a políticas públicas en torno a la niñez. De hecho, no vemos que la niñez aparezca en la agenda pública. Todo lo que tiene que ver con su derecho al juego, con su derecho a la participación, pareciera no estar en agenda.
—¿Esto tiene un aspecto también cultural?
—Es que no se trata solo del juego y la participación, sino del lugar que ocupa la niñez. Fijate que en un montón de secretarías municipales han cambiado incluso el nombre, ya no son Secretaría de Niñez, sino que son Secretaría de Familia. O sea, hay una invisibilización de la niñez incluso en el nombre del área. Lo que indica que las políticas van a estar orientadas a pensar siempre en la niñez como un hijo dentro de una familia y no como un sujeto político que participa, que juega. La niñez como categoría social independiente no aparece en la escena.
—¿Esto es algo nuevo?
—Es una batalla cultural que hemos dado siempre. En los últimos años veníamos consolidando un trabajo profundo articulando acciones con la ex Secretaría de Niñez, aunando esfuerzos para promover la participación y el juego libre de la niñez argentina. Con la Defensoría de los Derechos de Niños y Niñas de Argentina también hemos logrado muchos avances, acompañando la formación a los equipos territoriales y generando encuentros con los consejos de niños del país para escucharlos y darles respuestas concretas como lo fue el Pronunciamiento N°16, que la Defensoría elaboró a partir de la escucha a los consejos.
—¿Por qué es tan difícil?
—Siempre es una batalla difícil porque es una batalla contra el adultocentrismo. A cualquier adulto, incluso si le interesa la niñez, le cuesta un montón entender o aceptar que la niñez es una categoría ciudadana y por tanto tiene un peso político igual que el de un adulto. Eso es algo que inquieta siempre, porque habilitar la voz de la niñez significa para los adultos ceder poder.
Los pediatras, a favor de la campaña
La Asociación sco Tonucci considera necesario que profesionales de la salud sean partícipes de la concientización sobre la importancia del juego en las infancias. Es por ello que recientemente la Asociación sco Tonucci Argentina firmó un convenio con la Sociedad Argentina de Pediatría. “Nos va a llevar a poder tener muchos más hospitales del país con consejos de niños”, se ilusiona Querido.
—¿Qué advierten hoy los médicos sobre el impacto del sedentarismo?
—Los propios médicos nos dicen: “Necesitamos que los chicos salgan a jugar”. Y sí… necesitamos que vuelvan cansados, sucios y con secretos. Eso es salud. También nos han dicho cómo ha cambiado el tipo de derivaciones que suelen hacer los pediatras. Antes lo más habitual era derivar a fonoaudiólogos o a psicomotricistas por alguna cuestión. Pero hoy se empieza a ver cómo ganó terreno todo lo que es salud mental, la psiquiatría.
Tal como señala Querido, los pediatras no son los únicos que advierten los efectos perjudiciales del sedentarismo. Tanto que el año pasado una campaña premiada del Consejo Publicitario Argentino incitaba a la infancia a salir a jugar. “El tema preocupa a cada vez más organizaciones de familia”, señala la educadora.
—Me dijiste que los chicos y chicas se sienten encerrados. Pero ¿no ocurren casos en donde padres y madres, preocupados porque no salen a jugar, deben insistirle a su hijo o hija, porque ya se acostumbró a la pantalla y a la soledad?
—Y, probablemente si esa invitación llega tarde, sí. Por eso la campaña Yo Salgo a Jugar intenta que la niñez habite el afuera lo antes posible. Obviamente hay edades y edades: en la más pequeña el afuera puede ser el escalón de la vereda. Si nosotros invitamos a que la niñez salga cuando ya está encerrado en el mundo virtual es probable que sea más difícil salir de las pantallas. Pero si la invitación es antes, antes del móvil, si la calle llega antes que el celular, pasa otra cosa.
—¿Qué ven que pasa?
—Estamos reuniendo testimonios de familiares, de chicos y chicas, que los van a empezar a ver en las redes nuestras dentro de muy poco, de familias que han hecho ese paso a partir de, por ejemplo, dejarlos ir al salir a jugar, que es una política que tenemos. Y que ellos están viendo que están dejando el celular. Que en ese rato el celular no existe.
—Todo un logro.
—Pero no es difícil de imaginar que el celular no exista si yo puedo correr por la calle, esconderme con amigos o aprender a andar en bici, por ejemplo. Esa es otra cosa que estamos viendo, que entre chicos de 8, 9, 10 años hay un alto porcentaje que no sabe andar en bicicleta. Y no solo porque no tengan, sino porque no hay espacio, porque no hay tiempo y estamos usando el Salir a Jugar para poner bicis públicas para que aprendan a andar en bicicleta y las familias nos cuentan esto. También nos cuentan que al salir a jugar perdieron el miedo a la sociabilidad. Porque las familias notan que empieza a aparecer en algunos niños un miedo de encontrarse con un otro físico.
—¿Pero no tienen lugares en los que se encuentran con personas, más allá de la calle?
—Es que solo se lo encuentran en espacios institucionalizados. Y esa es otra gran batalla que damos nosotros con las agendas sobrecargadas. Porque esa es otra forma de encierro. Por eso también trabajamos con educadores para que liberen a los estudiantes de tareas, que devuelvan las tardes a la niñez y con las familias para que liberen las agendas. En fin, son muchos los factores que hacen que cada vez sea menos el tiempo con el que cuenta la niñez para estar en libertad con otros y cada vez más la urgencia de unir voluntades para devolvérselo.
Más información
- Para participar de la campaña Yo Salgo a Jugar o conocer más sobre la Asociación sco Tonucci Argentina, visitá scotonucci.org/es/yo-salgo-a-jugar/. Ahí vas a encontrar material relativo a la importancia del juego en la infancia, además de un formulario para compartir testimonios de lo que el juego genera en niñas y niños.
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