Carroña en el Recoleta: de “la torturada” de Berni a un “menage a trois” del poder
En la sala Cronopios, la mayor del centro cultural, se exhiben 38 obras de once grandes figuras del arte nacional como Antonio Berni, Raquel Forner, Marcia Schvarz y Liliana Maresca
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“Carne en descomposición”; “Persona o cosa despreciables”: así define la Real Academia Española la palabra carroña. “La exposición asume la carroña no como desecho, sino como forma última: lo que persiste, lo que habla desde lo corroído”, escriben en el texto de sala Javier Villa y Carla Barbero, cocuradores de la muestra Carroña última forma, que se inaugura esta tarde en la sala Cronopios, la más grande del Centro Cultural Recoleta, y que trae al escenario casi un siglo de arte visual argentino, a través de treinta y ocho obras de once artistas. ¿Qué persiste después de la carroña?, podría ser una pregunta para leer la exposición.
La descomposición, el exceso, la exacerbación, la hipérbole, el hiperrealismo acompañan el recorrido como una estética constante. Las referencias a distintos contextos sociopolíticos aparecen a través de imágenes que ponen a dialogar al cuerpo humano con su circunstancia y lo que ellas le traen.
El repertorio visual comienza antes de entrar en la sala, con páginas desplegadas sobre la pared del libro Carroña última forma, del novelista y poeta Leónidas Lamborghini (Buenos Aires, 1927–2009), desplegadas sobre la pared. El texto en este libro, escrito durante el colapso social, político y económico de 2001, está visualmente en descomposición; sus palabras, oraciones y párrafos, se ven espaciados, con nuevas estructuras, silencios y ritmos. El contenido de la obra aborda la temática de la ciudad deteriorada y el cuerpo humano que la habita. De este libro toma su nombre la muestra.
Al entrar a la sala, lo primero que atrae son dos hileras de es vacíos que guían la mirada del visitante hacia una suerte de altar circular con tres obras. En el centro y a lo alto, se emplaza La victoria (1939), un óleo sobre tela de Raquel Forner, pintado en el contexto del drama humano de la Segunda Guerra Mundial, que por su disposición en el montaje, captura naturalmente la atención. Una mujer mutilada, sin brazos, ni piernas, ni cabeza, rodeada de sangre, como una víctima inmolada, emula una transposición femenina de la figura de Jesucristo. Paisajes sombríos, con tierras resquebrajadas y árboles marchitos, enmarcan esta escena de horror y desesperación.
Algo en esta disposición espacial hace que la mirada baje y se encuentre con dos obras de Antonio Berni que continúan el relato en otro contexto histórico, en el año 1976, plena dictadura militar en Argentina. La muerte aparece personificada en una calavera arrastrando dos cabezas sin cuerpos, en un paisaje desolado y tenebroso. El cuadro, titulado La guerra, es de técnica mixta, hecho con materiales encontrados y pintura sobre madera. A su lado, nuevamente, hay un cuerpo femenino, maltratado, con una mirada llena de espanto. Es la obra La torturada. Ambas piezas habían quedado guardadas en París hasta 2023, cuando se expusieron en Buenos Aires, en la galería Cosmocosa. Antes de eso, la única vez que La torturada fuera exhibida ante el público en la Argentina fue en la muestra Sucesos Argentinos, curada por Fernando García en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén, en 2006. Es en torno a este centro cargado de horror que se organiza y despliega enérgica, exagerada y hacia distintas direcciones, el resto de la exposición.
La historia sigue con tres obras de Marcia Schvarz. Al fondo, Berniada (2001), una instalación compuesta con acrílicos, maderas, recortes de diarios, latas de pintura, espátulas, bolsas de residuos, cartones y otros materiales de desecho, invita a reflexionar -según cuenta Villa- sobre qué sucede después de que un artista muere, a dónde van sus materiales, sus pinceles. El título es también un guiño directo al maestro del realismo social en Argentina.
“Me pareció curioso esto que contaba Marcia del momento de la muerte del artista. Berni fue el único que fue velado acá en el Recoleta”, complementa el curador sobre este artista que hubiera cumplido 120 años la semana pasada. El cartel que se levanta con el “2001” da a entender literalmente que la obra también representa el colapso que marcó tan profundamente la historia argentina. Otra mujer de Schvarz encarna nuevamente una situación de miedo. Ella está gritando, desesperada, asustada, abyecta. La obra, titulada O ya (2019), no hace referencia a ningún contexto específico.
“Los artistas suben un poco el volumen. A veces esa cosa hiperbólica tiene que ver con un exceso de cosa explícita o directa como La torturada; y a veces con llevar ese realismo a un surrealismo, a la fantasía o a la fábula”, continúa Villa a LA NACION durante el recorrido.
El volumen sigue subiendo. Las figuras del cuerpo humano se exacerban, se tuercen, se expanden, a tal punto de parecer criaturas fantásticas, como ocurre en la obra Menage a trois (2023), de Tobías Dirty (Villa Gesell, 1990). La historia de este siglo sigue reviviendo. En las obras de Dirty, vuelven vestigios de la dolarización y de la reforma constitucional del 94’ con la presencia de figuras de Cavallo, Menem y Alfonsín; reaparecen imágenes de tragedias, como la de Cromañón.
Más personajes políticos, como Bill Clinton o Videla, reviven en fotografías de Maresca, a través de una relectura curatorial de su obra Imagen pública. Altas esferas, un fotomontaje de la artista que en 1993 cubrió las paredes y techos de este centro cultural con imágenes de figuras políticas, militares y de la farándula, y que hoy está de regreso. Su cuerpo, en este caso desnudo, también se hace presente en una foto de ella posando con las imágenes de todas esas personalidades al fondo.
De manera escurridiza, macabra, para nada simpática y grotesca, se asoman imágenes crípticas que podrían asociarse con Javier Milei y sus perros. Son obras de la artista Verónica Gómez (Buenos Aires, 1978), similares a las que hace unos días -según circuló en algunos medios- habrían sido censuradas en una sede diplomática argentina en China. “Ella trabaja sobre los imaginarios de poder, con referencias a la literatura, a la historia del arte, al barroco, al simbolismo. Creo que más que nada se apela al uso de la libre interpretación”, opina Villa. Imágenes de órganos, como un hígado y un corazón, completan la serie de obras de Gómez, sumándose a la estética de esta propuesta curatorial.
Todo este camino se emplaza entre paredes blancas que, a medida que ascienden, se tornan gradualmente en un gris oscuro hasta cubrir el techo de negro, como si una nube de humo hubiera avanzado sobre el lugar; o una sombra opaca envolviera el espacio; o como si la noche cubriera la luz del día. Este gesto dialoga claramente con las situaciones de toxicidad que a lo largo de la historia va viviendo o percibiendo inevitablemente cada época.
Pero, ¿qué pasa cuando el cielo se aclara? Si se entiende al sueño como lo que quedó de la noche, como su resto, o su desecho, ¿qué persiste cuando se levanta el sol y el alba se lleva la noche y los sueños se apagan? Entre 1948 y 1951, algunas lectoras de la revista Idilio enviaron sus sueños para que el sociólogo Gino Germani, director del semanario, los interpretara. Luego, la artista Grete Stern eternizó esos relatos en imágenes, a través de 150 fotomontajes, tres de los cuales pueden verse a gran escala en esta ocasión. En uno, la amenaza se asoma con forma de león; en otro, el esfuerzo, como una piedra; finalmente el vértigo, como precipicio.
Entonces, ¿qué viene después del cuerpo herido como el de La victoria de Forner o La torturada de Berni? ¿Qué ocurre después de los restos de historias como los del montaje de Maresca o cuando la realidad se estira como los cuerpos de Dirty? ¿Qué sucede después del terror, como el que tenía la mujer de Schvartz, o de la amenaza y el vértigo que sintieron las mujeres de los fotomontajes de Stern? ¿Qué persevera tras el colapso del poder, cuando las palabras no alcanzan para nombrar el mundo y se disipan, se disgregan hasta descomponerse como en el libro de Lamborghini? ¿Qué persiste, en definitiva, después de la carroña?
En Cronopios, lo que persiste son las líneas rotas, las manchas abiertas, los colores, los materiales de descarte, los ensamblajes, las palabras descompuestas. Persiste un tacho de pintura, resabios de la paleta de un pintor, de su mano, de su ojo. Persisten los sueños. Persiste el nervio creativo fugándose entre geometrías, a veces cuadradas como los cuadros… inútiles, bellos, horrendos y maravillosamente humanos.
De Carroña a Arte Rata
Junto a Carroña, se inauguraron otras dos muestras hoy: Arte Rata, en la sala 4, es un proyecto colectivo que indaga en la simbiosis entre rata y artista, y explora cómo la rata y el artista exploran la ciudad de manera similar, poniendo en diálogo obras del siglo XX y XXI.
Por otra parte, la exposición Adiós a los vivientes es la primera muestra individual del artista Francisco Montes (Buenos Aires, 1995) y presenta dibujos lumínicos y esculturas con organismos vivos que exploran la subjetividad, los poderes y las incertidumbres del mundo contemporáneo. Se exhibe en la sala 10 del centro cultural.
Para agendar
Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Martes a viernes de 12 a 21 y sábados, domingos y feriados de 11 a 21, con entrada libre para residentes y argentinos.
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