
Goya hace escala en Bellas Artes
Se exhiben en nuestro museo mayor las series completas de los Caprichos y los Desastres de la guerra y una sorprendente selección de grabados del británico Brangwyn.
ULTIMAMENTE, el Museo Nacional de Bellas Artes resolvió desempolvar la obra gráfica de su patrimonio. No es mala idea mostrar durante la temporada estival, habitualmente de receso, algo de lo mucho que el museo guarda; por ejemplo, la notable colección de grabados del Goya más celebrado y la del no tan celebrado británico Frank Brangwyn, cuya exhibición termina hoy.
Naturalmente, la muestra de Goya es la de mayor interés, tanto por su universalidad como por la diferencia de grado que hay entre un gran artista y los demás. Su vitalidad crítica, su arrebato romántico, su pasión expresionista y sus pesadillas surrealistas influyeron tanto en el arte de su propio tiempo como en el posterior (Géricault, Manet, Dalí, Picasso...). Como señaló Robert Hughes, a diferencia de otros pintores clave del siglo XIX, la grandeza de Goya consistió en su capacidad para proyectar imágenes desde su época hasta la nuestra. Esa acción precursora tiene por lo menos dos vertientes: una, más o menos avisada, que Germain Bazin calificó de angélica, y otra mordaz y dramática, en la que se enrolan las obras de nuestro museo.
El público conoce particularmente los óleos Aparición de San Isidro al Rey Fernando III El Santo ante los muros de Sevilla , Escena de disciplinantes , Escena de guerra , Incendio de un hospital y Fiesta popular , habitualmente en exposición. Pero la muestra que comentamos está integrada en su mayor parte por 160 de sus célebres grabados al aguafuerte y aguatinta. Se exponen las series completas de los Caprichos y los Estragos o Desastres de la guerra , de 80 piezas cada una. En ellas se revela más intensamente la interioridad de Goya, replegado sobre sí mismo en parte por la sordera, en parte también por su propio temperamento y por los avatares de la vida. Los pensamientos más variados se suceden en escenas donde la fantasía, la libertad creadora y la maestría en la ejecución se manifiestan de un modo tan arrollador como el de las fuerzas de la naturaleza.
Entre 1777 y 1778, Goya interpretó con el grabado muchas de las grandes obras de Velázquez, lo que contribuyó a desarrollar su madurez como grabador. De ahí, en parte, la destreza que reveló en ambas series. Los Caprichos (la primera serie de estampas concebidas como un todo) reflejan las ideas liberales de su momento. En los Desastres de la guerra , el artista muestra abiertamente, más que las derivaciones de las luchas contra Napoleón, su profunda aversión por la crueldad y la irracionalidad que desencadenan los acontecimientos bélicos. En los primeros, probablemente de lenta preparación pero de factura irable, mostró su virtuosismo en el manejo del aguafuerte y, a menudo, particularmente en los fondos, del aguatinta. De los demás, que empezaron a ser pasados a las planchas en 1810, hay sanguinas iniciales que se conservan parcialmente en el Prado, lo que indica un proceso de maduración de las ideas.
No es ocioso aclarar, para quienes vieron la exposición que presentó el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD) al conmemorar los 250 años del nacimiento de Goya, que esas piezas eran de ediciones diferentes de las que se exhiben hoy. Destacamos el hecho porque, como se sabe, no hay un grabado exactamente igual a otro, aunque salga de la misma plancha. Los grabados del MNAD provienen de la Fundación Juan March: los Caprichos corresponden a la tercera edición (1868) y los Desastres de la guerra , a la cuarta (1906). Las series del Museo Nacional de Bellas Artes, en cambio, pertenecen a la décima edición de los Caprichos (realizada entre 1918 y 1928 con papel José Guarro y considerada la mejor después de la cuarta, de 1878) y a la de 1892 de los Desastres de la guerra , publicada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
Frank Brangwyn, grabador
El británico nacido en Brujas Frank Brangwyn (1867-1956) fue un observador atento y costumbrista. El único óleo que lo representa en la muestra del MNBA -puesto que su exposición está compuesta esencialmente por grabados- indica que conocía bien el oficio de la representación y que armonizaba con soltura los colores y las formas. En cuanto a los grabados, monocromos en su mayoría, confirman el arte del dibujante, sobre el que suele asentarse el oficio del grabador.
Brangwyn reflejó escenas colectivas de movimiento, en espacios cuya arquitectura ayuda a ubicar geográfica y temporalmente la acción. Hay mucho del espectáculo del mundo en sus trabajos, que muestran con cierto pintoresquismo lo que atrae la atención del viajero. El hecho no es casual. Brangwyn, que se inició a los 15 años diseñando tejidos en los talleres de William Morris, pasó una década navegando por el Mediterráneo y las costas del Cercano Oriente, y buena parte de su producción se originó en los bocetos realizados durante esos viajes.