
La escritura y el cinismo como armas vitales
En su novela El escritor, el amor y la muerte (Planeta), Enrique Medina se ocupa de personajes que han perdido la libertad y la capacidad de disfrutar, atrapados por las responsabilidades y la telaraña de la vida cotidiana.

SI hay alguien a quien le gustaría definirse como un obrero de la literatura argentina, ése es Enrique Medina. Algo de eso se nota cuando sostiene, entre pudoroso y soberbio, que su ingreso al mundo del arte fue "pateando la puerta, sin pedir permiso", a partir del revuelo que en 1973 generó con una novela capaz de combinar lo autobiográfico con lo escatológico: Las tumbas . Del otro lado de la ficción, fue peón en Coca Cola, Jabón Federal "y cuanta fábrica hubo"; su padre había sido un boxeador fracasado y su cuna fue un cajón de manzanas tapizado con diarios. Durante diez años recorrió toda Latinoamérica y sólo se detuvo ante la frontera entre México y Estados Unidos, donde a último momento abandonó el camino que iba a convertirlo en inmigrante ilegal. "En ese momento arrugué, retrocedí", recuerda ahora, con La Nación ; "y desde entonces tengo la sensación de que siempre estoy retrocediendo. Si hubiera dado ese paso tal vez mi vida habría sido muy distinta. Pero no me animé, y estoy muy arrepentido de eso".
- ¿La literatura le sirve para seguir retrocediendo o para animarse de una buena vez?
-Ah, no sé, no lo sabré nunca. Pero sí me sirve para sostenerme. Hundido en el lumpenaje que marcó su origen, su juventud se paseó "del reformatorio al burlesque ". Ya en Escritos sobre escritos, ciudades sobre ciudades , Juan José Sebreli subraya que "quizá sea el único escritor argentino de clase baja, y esa condición lo hace sentirse aislado en un medio literario donde predomina la clase media y la clase alta casi con exclusividad". Hoy, Medina y Sebreli son vecinos del mismo barrio: Recoleta. Da la impresión, entonces, de que Medina ha conseguido reinventarse, convertirse en el protagonista de una historia vital negada por su destino de miseria. "Antes de transformarse en un novelista, Medina ya era un personaje de novela, podía muy bien haber aparecido en algún relato de Kordon", concluye Sebreli. Ese personaje, autor de textos duros y filosos como Perros de la noche o Buscando a Madonna , se tomó los últimos cinco años para escribir su novela más larga (609 páginas), sombría y ambiciosa. El escritor, el amor y la muerte (Planeta) está dedicada a José Mármol, comienza con una cita de Marcel Proust y cuenta la historia real de un odontólogo capaz de todo por cumplir con el sueño de la casita propia. Para el autor es, de los 22 libros que lleva publicados, su preferido. "Y es que en esta novela se nota mucho cómo he ido saldando cuentas con la vida", explica.
-¿Usted escribe para "saldar cuentas con la vida"?
-Bueno, el artista es artista porque busca expresarse a través de una actividad creadora. Una vez que logra expresar lo suyo, lo íntimo, lo que lo acucia, ahí salda el conflicto que tiene con la vida. Pero son etapas. Como decía Pío Baroja, el escritor trabaja con su propia "bolsa de sentimientos", que para él se llenaba entre los 6 y los 16 años. Luego, uno vuelca toda esa carga y la bolsa se queda vacía. Así que después llega otra etapa en la que hay que volver a llenar la bolsa para seguir escribiendo.
-¿De qué etapa personal forma parte El escritor, el amor y la muerte ?
-Paradójicamente, aunque el tiempo me ha convertido en una persona mucho más cómoda, filosófica y hasta cínica, cada vez tengo más conflictos con la vida. Yo diría que mi vida está partida en dos: en una época yo vivía para mí; pero después, en algún momento, entré en una trampa y terminé viviendo para la sociedad. Esos son dos mundos que para mí siempre fueron muy importantes. En uno me sentí muy vivo, muy feliz, y en el otro me siento como el resto de los seres humanos. Condicionado, fundamentalmente.
-¿Siente a la literatura dentro de ese "mundo feliz"?
-No, para nada, es al revés. Fue un error.
-¿Y cómo toma ese error?
-Bueno, la literatura es lo único que me fortalece y me dignifica. Es lo que me hace sentir vivo. Pero igualmente tengo conciencia de que, antes de escribir, me gustaba lo que hacía y era muy feliz. Luego...bueno, entré en una etapa en la que me convertí en un ciudadano.
-¿En qué consisten la filosofía y el cinismo de El escritor, el amor y la muerte ?
-La historia de esta novela es la de un personaje acosado por lo que él entiende como trampa, al tener que vivir de manera dependiente. Yo creo que en última instancia es eso lo que causa los problemas en la sociedad. De todo tipo: o uno es dependiente de un trabajo, o el país es dependiente del Fondo Monetario Internacional. Quizá la vida sea eso, adquirir o no adquirir responsabilidades. Y quizás yo, en la parte mala de mi vida, es cuando tengo que asumir responsabilidades y no sé si lo que a mí no me gusta es la responsabilidad.
-¿Cuál cree que es su responsabilidad con la literatura?
-No, yo no tengo ninguna responsabilidad con la literatura. Porque, por suerte para mí, la gran literatura ya está hecha. Después de grandes como Borges, Sabato o Cortázar, yo me siento absolutamente libre de poder escribir para mí y para el lector que coincida conmigo.
-Podría decirse lo contrario: después de los grandes escritores es más difícil escribir.
-Eso puede ser para alguien que crea que está haciendo gran arte o gran literatura. Yo no creo eso para nada, siempre escribí para mí. En todo caso, estoy bastante cerca de lo que decía Cortázar: "la máquina de escribir es un arma". Mi PC es una PC y nada más, pero sí creo que cada libro mío es un combate. Una lucha contra los conceptos básicos de la sociedad moderna.