Faustino Oro y un anhelo que se hace esperar: a cuánto está de obtener la norma de gran maestro
Varias veces el chico argentino quedó a las puertas del logro; hay pruebas de que tiene juego como para conseguirlo en plena niñez
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En este año, Faustino Oro ha estado varias veces cerca de obtener su primera norma de gran maestro. Pero alguna vez faltó medio punto, otra vez fallaron los nervios... y el objetivo se mostró esquivo en cuanto a ser alcanzado. Primero hay que decir que Faustino es un niño prodigio del ajedrez; con 11 años de edad, ya tiene nivel de gran maestro. Las pruebas están a la vista.
En el torneo de Sharjah, Emiratos Árabes, que finalizó hace un par de días, el argentino, cuyo puntaje en el ranking Elo es de 2454, se enfrentó con nueve rivales, todos grandes maestros, con un promedio de Elo de alrededor de 2585 puntos; es decir, se trató de una oposición muy superior a su hipotético nivel de juego. Ganó una partida, perdió dos, y empató seis. Para la norma de gran maestro necesitó hacer un punto más que los que hizo, 5 contra 4. Con todo, subió 11 puntos en el ranking Elo. Es un alza considerable en un campeonato tan fuerte.
Recordemos que para obtener el título de gran maestro se requiere hacer tres normas y acumular 2500 puntos de ranking Elo. Surge una pregunta: si decimos que juega como un gran maestro, ¿por qué no consigue su primera norma? Hay una serie de factores concurrentes.
El primero es que una norma de gran maestro implica una actuación sobresaliente, aun para un gran maestro. Es lógico que sea así, de modo que los aspirantes deban esmerarse al máximo para lograrlo. Como ocurre en otros deportes, hay un tránsito progresivo, que requiere maduración, desde que el jugador es un aficionado primerizo hasta llegar a la maestría. También sucede muchas veces que el ajedrecista, al adquirir un nivel de juego que le permite estar cerca de alcanzar esa bendita norma inicial, experimenta una suerte de trabazón, como en el suplicio de Tántalo; uno está a punto de alcanzar una meta, y ésta se resiste, una y otra veces. Esto puede obedecer a más de un motivo, pero es claro que una mayor nerviosidad ante la inminencia de lo que tanto se ha buscado puede llevar a cometer más errores. Es una vivencia que muchos profesionales del ajedrez hemos transitado en la vida adulta, y que Faustino afronta en plena niñez.
En los avatares del ganar y el perder, creo que niños, adultos y mayores nos parecemos bastante. Me parece que un niño lo vive más intensamente, y que su imaginación puede llevarlo a creer que está más cerca que lo que en realidad lo está. Una digresión: esto me hace recordar la máxima del médico y filósofo árabe Avicena (980-1037) sobre las enfermedades. “La imaginación es la mitad de la enfermedad; la tranquilidad, la mitad del remedio, y la paciencia, el principio de la cura”. Virtudes de apariencia modesta, como la tranquilidad y la paciencia, construyen más éxitos en el ajedrez, y tal vez en otros deportes, que el fervor y el excesivo entusiasmo. Pero son virtudes que el alma asimila despacio, a veces en sincronía con el mismo vivir.
Por otro lado, obtener la primera norma suele actuar como un disparador. El jugador adquiere confianza y seguridad en sí mismo como para andar el camino que le falta. En el caso de Faustino Oro juzgo más importante el constante crecimiento ajedrecístico que delata el examen de sus partidas que las eventuales normas de gran maestro, ya que pasado cierto tiempo, serán tantas las que habrá conseguido que le resultará irónico recordar cuanto le habrá costado la primera.
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