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Con uno de sus fantásticos trucos y tomando rédito de un desliz de quien en las últimas carreras descubrió la receta para desnudar sus artimañas, Max Verstappen hizo sencillo lo que asomaba complejo para firmar un contundente triunfo en Imola, donde Franco Colapinto terminó 16°.
El neerlandés convirtió lo que se presentó como una partida enredada en una maniobra magistral para erigirse en el puntero y, desde la cima, empequeñecer a los rivales: no acertó en el movimiento inicial, cuando las luces rojas de los cinco semáforos se apagaron, pero con maestría recuperó el tiempo y el espacio para desbaratar el ataque de George Russell (Mercedes) y dibujar el adelantamiento sobre Oscar Piastri (McLaren).
Toda la obra la compuso en una misma secuencia: estiró la frenada y lanzó el RB21 que aceleró como un cohete en la segunda sección de Tamburello, la variante que resultó trágica para Ayrton Senna en 1994 y en donde se accidentó en la prueba de clasificación Franco Colapinto en su estreno con Alpine.
De dominado a dominador absoluto, Max istró cada detalle para festejar su sexagésimo quinto triunfo en el día en que Red Bull celebró su carrera número 400 en la Fórmula 1 en el Gran Premio de Emilia Romagna.
Derrotar a la alineación de McLaren, con Piastri desde la pole y Lando Norris acechando desde la cuarta posición, era el desafío para el tetracampeón del mundo, un piloto que cuando el resto imaginó que el nacimiento de su hija Lily -fruto de la relación con su pareja Kelly Piquet- podía quitarle tiempo, multiplica los retos. Entre los grandes premios de Miami y de Emilia Romagna tomó parte de una sesión de pruebas oficiales en el legendario circuito de Nordschleife, en Alemania.
Todos quedaron sorprendidos por el rendimiento de Franz Hermann, el piloto fantasma que en un Ferrari 296 GT3 del equipo Emil Frey –escuadra que participa en las carreras de resistencia- batió el récord de vuelta de la clase. El Infierno Verde también se rendía a Verstappen, que utilizó el pseudónimo alemán –inventado por él mismo- para pasar desapercibido en la pista, aunque el cronómetro hizo salir a la luz su verdadera identidad.
“Me pidieron un nombre para la lista de inscriptos y pensé en el más alemán que me vino a la mente. Fui más rápido que el récord, pero no estaba ahí para demostrar nada, sino para divertirme y aprender el circuito”, confesó Max en Imola. El principal motivo de la presencia en Nurburgring, trazado que solo conocía por su pasión por las SimRacing, era apoyar a su joven pupilo Thierry Vermeulen, de 22 años.
La voracidad en la pista es una marca registrada de Verstappen que, así como sin proponérselo logra bajar el tiempo en un Ferrari GT3 en Nordschleife, en Imola recuperó el brillo que McLaren esmeriló en el cierre del año pasado y el inicio del actual curso. Agresivo en el comienzo, con rapidez abrió una ventana para quedar a resguardo de Piastri, que sin aire limpio no logró ubicarse en espacio de DRS. El neerlandés dominó la pista y también las estrategias para minimizar el efecto tenaza que pretendió ejecutar la escudería de Woking. El abandono de Esteban Ocon (Haas) provocó la activación del Virtual Safety Car y Verstappen aumentó la brecha: hizo el recambio de neumáticos perdiendo alrededor de menos de 10 segundos que Piastri y Norris.
El golpe de escena que supuso el ingreso del Auto de Seguridad por la avería que complicó a Andrea Kimi Antonelli (Mercedes), el joven italiano que invitó a sus compañeros de secundaria a la carrera, no inquietó a Verstappen, aunque la brutal diferencia que había establecido en el reloj desaparecía. Volvió al garaje para montar neumáticos duros a estrenar y desde el muro le comunicaron que Piastri –ganador de las últimas tres carreras del calendario- se mantenía en la pista con gomas desgastadas y Norris había calzado un juego usado en el entrenamiento del viernes. Aceleró apenas se marchó el Safety Car y abrumó a los s de McLaren, al extremó que en el giro 58 marcó el récord de vuelta para ganar por más de seis segundos de diferencia, una ventaja que tejió en apenas una decena de giros.
“Creo que ser segundo era lo mejor que podíamos lograr”, se sinceró Norris. “Max era rápido y Red Bull fue rápido, y no tuvimos las respuestas aún con las oportunidades que se abrían y desaparecían”, explicó el británico, que en el tramo final ejecutó el sobrepaso a Piastri en una señal de que no hay orden de equipo en Woking. Sin dejar traslucir sus emociones, algo que lo caracteriza en la victoria como en la derrota, Piastri detalló lo que desde afuera podría argumentarse como una decepción: “Frené muy temprano y él hizo una muy buena maniobra. Creo que tomamos alguna que otra decisión incorrecta: hay muchas cosas que analizar”, expresó el australiano, que completó el podio y con 146 puntos es el líder del Mundial de Pilotos, con una ventaja de 13 unidades sobre Norris y de 22 frente a Verstappen.
Vencedor absoluto, dominante como en los mejores días de Red Bull Racing, Verstappen enseñó que tiene tiempo y espacio para todo. “Quiero disfrutar del día de hoy, no está mal para nuestra carrera 400”, sentenció Franz Hermann, el piloto fantasma que desempolvo el brillo del campeón del mundo.