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Por Martín Rodríguez Yebra
Enviado especial
SUN CITY.- "¡Disfrazate de león, che!" La guía de acento castizo se reía, tímida, ante el grito de uno de los 25 clientes que tenía en el camioncito de safari y que parecían impacientes por descubrir entre la vegetación al rey de la selva.
Facundo Moyano, sentado en la segunda fila de asientos, celebraba la broma con sus compañeros de aventuras. Casi todos uniformados con la ropa oficial de la selección, el hijo menor de Hugo Moyano y un grupo grande de la barra brava de Independiente recorrieron ayer el parque nacional de Pilanesberg, cerca de la frontera con Botswana, para matar el tiempo que queda hasta el próximo partido de la selección.
Llevaban una hora y media por los caminos poblados de fauna silvestre que recorren el cráter de un volcán extinguido cuando LA NACION se los encontró en un parador donde venden comida y suvenires. Un grupo llenaba uno de los típicos transportes de safari, con 25 asientos; otros 12 iban en un camioncito igual, mezclados con turistas de países europeos. Todos se bajaron en una casita del siglo XIX donde funcionaba una oficina municipal antes de que la zona fuera declarada parque nacional.
"¿De qué medio sos?", inquirió a LA NACION un hombre de 1,90, con un tatuaje de Independiente en el antebrazo derecho. Fumaba un cigarrillo junto con otros diez compañeros de ruta en un jardín decorado con cabezas de antílopes. "Ah. Ustedes siempre escriben estupideces de la barra del Rojo y de Camioneros." Detrás de él apareció Moyano hijo, jefe del sindicato de trabajadores de los peajes. "Estamos acá, paseando, nada raro. El martes veo a la selección y ya me vuelvo", dijo. Parecía incómodo, gaseosa en mano, con el fondo bucólico de las montañas y la planicie semiárida de Pilanesberg. Mandó saludos poco corteses para un periodista del diario y despotricó un rato. "Entendelos, es la línea editorial", lo calmó uno de los aventureros vestido con una campera verde, que decía: "Camioneros-Hugo Moyano conducción".
Dentro del edificio, dos barras semblanteaban a otros turistas: les ofrecían entradas para Argentina-Grecia a 200 dólares. En el quiosquito, otros muchachos de la barra se abastecían. "No me dan los dedos para chorear algo", bromeaba uno con otro, mientras esperaba para pagar unas gaseosas y bolsas de papas fritas en un mostrador lleno de chucherías en oferta.
Para llegar hasta allí, Moyano y la barra de Independiente habían partido de Sun City, una suerte de Las Vegas recortada en la sabana sudafricana. Desde allí salen vehículos guiados en tours hacia el parque. Duran tres horas y cuestan 395 rands por persona (unos 200 pesos). Sin contar el transporte desde Pretoria (150 kilómetros), donde se aloja el grupo.
El gran objetivo de quien se suba a estos safaris express es ver a los "Big Five", los cinco grandes de la fauna africana, que sólo unos pocos parques albergan juntos: el león, el elefante, el búfalo, el rinoceronte y el leopardo.
Ayer en el camino hasta el parador se podían apreciar, entre la vegetación, manadas de impalas y springboks, algunas cebras y rinocerontes blancos. Con algo de suerte, los visitantes pudieron ver a centímetros una manada de elefantes en busca de agua.
Pero los barras estaban algo desilusionados con el show. "Pibe, viniste a ver a los cinco grandes y al único que encontraste fue a Independiente", chicaneó uno de los muchachos a LA NACION. Lo llamaba la guía para seguir el viaje. "¡Guarda que hay periodistas!", gritó otro cuando el grupo empezó a reunirse.
Subieron al camión. Moyano se acurrucó en su asiento de la segunda fila. En otro vehículo igual iban 25 mexicanos, todos de verde, negro y rojo. Esperaron a arrancar y les dedicaron a los argentinos uno de sus clásicos gritos de cancha: "¡Ooooooooooo, putos!"
La banda del rojo se enfureció. "¡Mexicanos, los vamos a matar!" "¡Bájense, si se la bancan!" "¡Arrancá, arrancá!", le pedían al chofer, experto en otro tipo de manadas. Pasaron unos segundos. Se calmaron pronto. Desde arriba uno de los que viajaba cerca de Moyano sacaba fotos a los periodistas de LA NACION. Otro les mostraba la camiseta de la Argentina debajo de una campera de los Bafana Bafana. "¡Vamos, campeón!", cantaba. "Sentate, gil", le gritaron. El camión arrancó de nuevo a la búsqueda, otra vez infructuosa, del escurridizo rey león.
240 dólares por persona es el precio de un Safari de un día a Pilanesberg. Incluye traslado ida y vuelta desde Johannesburgo. Visitar el Parque Krueger cuesta un poco más porque queda a casi 400 kilómetros de Johannesburgo.