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Cuando más necesita a sus compañeros, Lionel Messi menos puede confiar en ellos. Próximo a cumplir 38 años, podría ser quien defina lo que el resto genere o quien piense para que los otros ejecuten. Pero en el actual Inter Miami, Messi tiene que hacer la jugada y también el gol. Su llegada a la liga estadounidense no estuvo ligada a las metas futbolísticas, está claro. Parcialmente saciado por el Mundial en Qatar, quiso encarar la última parte de su carrera con menor tensión. “Ya está, ya está”, le decía a la distancia a su familia con la gloria fresca en el Lusail. Pero la relajación existe hasta que empieza un partido. Hasta que quiere ganar lo que le aparece. Y se da cuenta de que solo no puede.
Si bien en los últimos años ya se había cruzado varias veces contra árbitros y rivales, las ampulosas recriminaciones al árbitro Joe Dickerson después del 3-3 del miércoles contra San Jose Earthquakes sorprendieron. Se salvó de una expulsión que le hubiese generado una larga suspensión porque una de las faltas que más condena el deporte estadounidense es la queja airada al árbitro. También fue extraño que ningún compañero lo separara. Como si el respeto de los propios fuese reverencial. Sólo atinaron a calmarlo Cristian Espinoza, el delantero argentino de pasos por Huracán y Boca, y el técnico Bruce Arena, ambos del rival. Si durante el partido tiene poca compañía, en el final directamente lo dejaron solo.
La MLS es el ámbito en el que puede abrazar a sus hijos en pleno campo de juego tras el festejo de un gol. Estados Unidos es el país donde puede vivir medianamente como un ser humano más. A fin de cuentas, siempre quiso eso: que no lo trataran de manera especial. Por eso es feliz en la selección de hoy. Messi conoce las mejores playas del mundo, pero del otro lado, desde el barco que debe alquilar para estar tranquilo. La ciudad le proporciona un día a día distinto. Incluso le asegura un futuro ligado al fútbol porque, cuando se retire, podría mantener una participación accionaria en Inter Miami. Sus hijos no tendrán que adaptarse a una nueva ciudad y a nuevas compañías. Sucede que hasta que llegue ese día, el capitán querrá seguir ganando.
La falta de excelencia de su alrededor se observa en otro tipo de mentalidad, menos competitiva, lo que sumado a la falta de resultados tal vez lo haya hecho caer en quejas como la que escuchó el árbitro. O en la discusión larga con Andrés Cubas, el volante surgido en Boca que simplemente le había disputado un par de veces la pelota. Fue en el partido de ida de la Concachampions, el certamen continental de Centro y Norteamérica en el que Inter quedó eliminado en semifinales.
Hoy el equipo está quinto en su conferencia, recibió 15 goles en sus últimos 5 partidos y muestra un peor potencial que el año pasado. A los experimentados (Sergio Busquets, Luis Suárez, incluso Jordi Alba) les falta ritmo, los recién llegados deben asentarse (promete el joven venezolano Telasco Segovia) y los que ya estaban (Marcelo Weigandt, Benjamín Cremaschi y sobre todo Federico Redondo) bajaron el nivel. Es un plantel, el que dirige Javier Mascherano, de poco recambio. Y disputará el Mundial de Clubes. Busquets fue sincero: “No estamos al nivel de competir”. Nadie podría pretender que estén a la altura del Real Madrid; el tema será saber qué ocurra cuando choque contra el Al Ahly de Egipto.
Un par de fuentes que conocen el mercado cuentan que se alejaron del Inter Miami los especialistas en cómo armar planteles con las restricciones que impone la MLS. Los límites de presupuesto obligan a, primero, conocer las reglas al detalle y, recién después, tratar de incorporar. El club, la franquicia en realidad, les sirve a los hermanos Más para expandirse. Así fue como llegaron a reunirse en la Casa Rosada con Javier Milei, a quien le regalaron una camiseta firmada por Messi, aunque sin el nombre el destinatario y con el 9 en la espalda.
Apuntan a que Messi renueve su contrato y juegue el año próximo, cuando Inter Miami inaugure el nuevo estadio. Un estadio para el que la franquicia obtuvo un préstamo de 450 millones de dólares. El día que no esté Messi, nadie imagina cómo estará Inter Miami. Si antes de su llegada el equipo no tenía grandes aspiraciones, hoy todo depende de él. Todo está supeditado a su presencia.
Contra el prejuicio, la liga estadounidense obliga a los futbolistas a estar bien físicamente. La mezcla de nacionalidades hace del torneo un estilo atlético, con jugadores potentes. Se ven distracciones en defensa debido a que el dinero para las incorporaciones apunta a asegurar el show, o sea a la compra de delanteros. Pero incluso los cracks no pueden descansar sólo en su jerarquía para sobresalir. Al que no corre le cuesta. Eso lo podría ayudar a que el cuerpo lo acompañe en el deseo de que llegue al último Mundial. No sería ese el problema, sino verlo frustrado. La última recta no está a la altura de semejante carrera. Si hace quince años Guardiola se preocupaba por cómo volvía de la convulsionada selección al idílico Barcelona, hoy Scaloni debe fijarse cómo transita sus días en el frío Inter Miami, lejos de la sentida selección actual.