Vale la pena correr el riesgo con los futbolistas colombianos

Otra oleada de jugadores colombianos llegó a la costa del fútbol argentino. Quizá, como nunca, los futbolistas de esas tierras buscan una vidriera con más luces. O, tal vez, para el mercado doméstico se volvió más fácil contratarlos como contracara de las altas pretensiones de los locales. Porque cada vez parece más profunda aquella sensación de que en la Superliga solo quedan los jóvenes y los veteranos. La generación intermedia, al menos la de los 24 quilates, casi siempre está por otro lado, en busca de dólares frescos que acompañen el cenit de sus carreras.

Pero como el tema son los colombianos, de carácter tan alegre como inestable, bien valdrá detenerse en ellos. O, al menos, en un grupo de ellos. Algunos dieron resultados en los últimos tiempos y otros, directamente, ni se hicieron notar. En el medio queda el recuerdo de Teófilo Gutiérrez. Y justo por estos días se menciona la intención de Independiente por repatriarlo. Teo tuvo un escándalo en Racing, se fue antes de tiempo de Lanús, en River habló de los "verdolagas" para presionar a Rodolfo D’Onofrio por su continuidad y en Central tuvo varios encontronazos. Fue, sin duda, el caso más problemático. Un caso aislado.

Hace unos años Boca fue sobre seguro con Mauricio Serna y Jorge Bermúdez: temperamento, profesionalismo y espíritu ganador. A River la jugada ya le había salido bien con Juan Pablo Ángel, y ahora también parece darle la derecha alguien que llegó como desconocido y que cada vez se vuelve más importante: Rafael Santos Borré.Juan Fernando Quintero se lució de a ratos, aunque habrá que ver cómo el mediocampista acomoda su físico y su cabeza para asegurarse continuidad. La gran lupa se posará esta vez sobre San Lorenzo. Jorge Almirón trajo a dos ex Atlético Nacional: Gustavo Torres y Raúl Loaiza. Puras incógnitas.

Pero hay un dato que pasó inadvertido para los argentinos. En este mercado de pases no solo se importaron futbolistas colombianos, sino también entrenadores que en la última temporada trabajaron en ese país. Uno, ya citado en estas líneas, fue Almirón. Era sabido que, por los tres títulos que ganó en Lanús y, sobre todo, por el brillo con el que los consiguió, en cualquier momento tendría otra oportunidad en un poderoso, esta vez en San Lorenzo. El segundo nombre sí que es más curioso: Julio Comesaña, de 70 años, que llegó a Colón. El uruguayo, que perdió con Junior la final de la última Copa Sudamericana ante Paranaense, en el camino había eliminado categóricamente al conjunto santafesino. Comesaña ni bien pisó Santa Fe pidió a Teo Gutiérrez como refuerzo, pero el final no fue el esperado. Colón se respaldó en la trayectoria de caballero de Comesaña: amable y sensato, supo adaptarse a las formas modernas de un fútbol demasiado exigente para los que lucen canas. Algo en su favor: nunca descansó ni durmió siestas de cuento, el DT siempre estuvo vigente.

Los colombianos son talentosos e impredecibles. Alegres y, algunos, irascibles. El aporte de ellos puede ser fundamental o, al poco rato de haber llegado, querrán irse. Tómelos o déjelos. Pero, en general, son un buen aporte al fútbol argentino. Y, entonces, bien vale la pena correr el riesgo con ellos.

Por Francisco Schiavo

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