Se encuentran en el valle cordobés de Calamuchita, hacen capacitaciones y formación para que sus iniciativas sean amigables con la naturaleza y con las comunidades donde se desarrollan
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CÓRDOBA.- En el valle cordobés de Calamuchita hay diferentes emprendedores que unen la producción ligada a campo con el turismo rural. El objetivo es avanzar en proyectos sostenibles, amigables con el medio ambiente y con la comunidad.
Altos de Calmayo es una posada rural enclavada en las Sierras de Calamuchita, a unos 90 kilómetros de Córdoba Capital. Ofrece actividades campestres y rurales en toda época del año; con un predio de diez hectáreas de parque natural con flora autóctona, surcada por el arroyo Calmayo, con corrales de ovejas y jabalíes y un sector de cosecha de plantas aromáticas.
María Julieta Astrada nació en ese campo, hija de productor ganadero, siempre se interesó por el ganado ovino “por el valor agregado que representa: lana, cuero, carne”. Junto a su esposo, Alejandro Reale, cuentan con medio centenar de ovejas madres y están enfocándose en carne de cordero.
“Estamos trabajando con Inta en la mejora de genética -explica Astrada-. El objetivo es poder estar en condiciones para llevar animales a frigoríficos para animales chicos que hay en Río Cuarto. Además, de trabajar con el cuero y la lana”.
Agrega que para los visitantes cuentan con una granja, en la que los más pequeños pueden ver animales como gallinas, cerdos y caballos (que no se prestan para cabalgar); ofrecen también un recorrido para valorar el bosque nativo “ya que en esta zona no hay vegetación exótica”. Además, en el 2024 realizaron en la posada una experiencia de la esquila para “poner en valor la actividad, la lana, las tintas naturales del monte y las comidas con carne de cordero. Buscamos volver a las tradiciones, que no pasan solo por el folklore. Damos la posibilidad de vivir la ruralidad pero con comodidades”.
En Soconcho -a seis kilómetros de San Agustín- está Posta Calma, un emprendimiento familiar que combina historia, naturaleza y sustentabilidad. Lo gestiona la pareja de Nadia Supertino y Mario Alejandro Ciccioli quienes también hacen producción ganadera sostenible respetando el entorno y promoviendo una convivencia armónica con la naturaleza.

Supertino realizó la diplomatura de Turismo Rural que dicta la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Posta Calma nació en el 2022, dos años después de la compra del campo que tiene 730 hectáreas, la mayor parte de bosque nativo.
“Primero comenzamos a hacer ganadería regenerativa, mejorando el suelo y cuidando el entorno. Trabajamos con los lotes divididos en parcelas pequeñas delimitadas con boyero eléctrico de manera de que no haya sobrecarga de la tierra”, cuenta a LA NACION. Cuentan con 70 vacas y 80 terneros que aprovechan los forrajes naturales que se desarrollan en el monte. La recría de los terneros la realiza en la parcela llamada “chacra”.

La pareja viene de familias de productores, pero de la zona de Oncativo y, un año después de comenzar con el ganado sumaron la actividad turística: “Combinamos la producción con el interés de los visitantes. En Calamuchita hay interés. Estamos en zona roja, de protección del bosque nativo”.

Más casos
La finca Los Nogales está entre San Agustín y Almafuerte, a 12 kilómetros de Piedras Moras. Producen de manera agroecológica frutas finas, lavanda, orégano, romero y peperina además de destilar aceites esenciales. Como durante la sequía del 2023/2024 perdieron 80 nogales y todo el cultivo de frutillas, frambuesas y berries, compraron un molino harinero para moler las chauchas de algarroba que habían recolectado.

“En la espera de los fondos se secaron esas chauchas así que nos reconvertimos y hacemos aromáticas en polvo y harina de uva que todavía está en fase experimental. Los aceites los hacemos mediante el sistema de arrastre de vapor, que implica que no hay maceración ni mezcla con otros aceites. El costo es muy alto, pero son de alta pureza. Toda la fruta, que volvimos a cultivar, las procesamos como mermeladas artesanales, la de lavanda es la especialidad”, precisa Silvana Sartor, quien lidera el proyecto con su esposo, Víctor Mongi.
Señala que están decididos a “no bajar los brazos. Llevamos en los genes la decisión de seguir. Hemos tenido problemas varios. Seguimos intentando que haya más turismo, es un trabajo con gente de cercanía”. Mongi también fabrica grapa con orujo de uva.

Los tres emprendimientos forman parte del trabajo que realiza la Facultad de Ciencias Agropecuarias; la red de turismo rural está coordinada por Marcela Pasqualli, quien plantea que el objetivo es “capacitar, formar, colaborar para que trabajen juntos”.
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