Con precios internos favorables y una demanda mundial creciente, cabañeros de Angus destacaron el valor de la raza
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En un momento en que muchos en el sector agropecuario definen como “histórico”, la ganadería argentina se encuentra en una situación prometedora: alta demanda global de carne, buenos precios internos y una renovada apuesta por la genética como motor de crecimiento a mediano y largo plazo.
Desde distintas regiones del país llegaron cabañas de punta a la 82a. Expo Angus. Fue así que referentes de la raza describieron cómo enfrentan los desafíos del presente, mientras proyectan un futuro sostenido por la inversión y la innovación.
“Con la cabaña Angus ya tenemos 90 años y con la Brangus más de 15. El negocio ganadero es a largo plazo”, dijo a LA NACION Alejandro Salemme, de cabaña Moromar (en Lobería) y La Aurora Norte (Chaco).
“Uno, cuando está pensando en programas genéticos, lo hace a cinco años vista, independientemente de la coyuntura. Hay momentos buenos, otros malos, pero hoy creo que estamos en un muy buen momento ganadero”, reflexionó.

Para el productor, el foco está en el mediano plazo y en aprovechar un contexto internacional favorable. “Con la falta de carne roja que hay en el mundo, para la Argentina se abre una buena etapa en la exportación y eso va a derivar en un buen negocio para todos los ganaderos del país”, proyectó.
La clave está en seguir apostando por la mejora genética. “La mayor inversión es la genética. Trabajamos con números, buscando características de importancia económica, como la calidad de carne, algo que hoy en la Argentina no se paga, pero que en el futuro va a llegar, como sucede en Estados Unidos. El auge de la carne Angus certificada lo demuestra”, sostuvo.
En esa línea, detalló que en su cabaña seleccionan animales por calidad de carne: grasa intramuscular, área de ojo de bife y grasa dorsal. “El Gran Campeón nuestro el año pasado, Moroneta, es 1% superior en esas características. Rompimos un paradigma porque logramos ganar en pista trabajando con números”, destacó. Y agregó: “Cada vez los jurados miran más los datos. Hay que tener equilibrio: no todo es número, también es importante el fenotipo, pero nuestro corazón está basado en los DEPs (Diferencias Esperadas en la Progenie)“.
Al oeste, en la localidad pampeana de General Acha, la familia Trappa tiene su cabaña llamada Curacó. Luciano Trappa coincidió en que el futuro está en la inversión constante. “La fundó mi padre hace 25 años, con la visión de trabajar fuerte en genética. En esos tiempos nos veían como bichos raros, pero recién ahora eso empieza a dar valor agregado”, comentó.

“La raza Angus se especializa en carne. Invertimos en inseminación, en traer toros del exterior, y eso generó un cambio genético que permite producir más kilos de carne”, añadió.
Trappa destacó que los valores de la hacienda son muy buenos. “Hay que aprovecharlos, pero también pensar a futuro: qué ganadería queremos, qué tipo de animal producir, a qué kilaje apuntar. El mercado externo demanda un animal distinto al que busca el consumo interno, y hay que unificar criterios para mejorar toda la cadena”, analizó.
La cabaña Curacó también apuesta a cerrar el ciclo productivo dentro del mismo establecimiento. “Producimos el ternero, lo engordamos hasta 500 kilos y con logística propia lo llevamos a los centros de consumo que valoran ese animal”, dijo. “El futuro es seguir invirtiendo en ganadería, porque creemos que es un rubro con mucho potencial”, detalló.
En Indio Rico, partido de Coronel Pringles, Alfredo Bellocq dirige cabaña Santa Rosa, con 300 vacas de pedigree. Veterinario de formación, lleva 21 años dedicado de lleno a la genética. “Arranqué con tres vacas y hoy tengo 300. En esta exposición vi valores históricos en los remates. Vacas paridas a $3,5 millones [lo que pisa], lo que equivale a unos US$6000. Nunca se habían pagado esos precios. Es algo que no vi en toda mi vida”, aseguró el dueño de la cabaña Indio Nuevo.

Sin embargo, no todo es rentabilidad. Bellocq advirtió que la decisión de invertir depende de múltiples factores. “Mucho depende de la nutrición, el espacio que tengas para los vientres. A veces te da no sé qué vender las vacas, es difícil desprenderse de tu fábrica. Si vivís de esto, no es fácil”, indicó.
Al igual que sus colegas, destacó el rol central de la genética. “En los remates, cuando hay respaldo genético, los valores son siempre superiores. La genética te devuelve todo a futuro”, afirmó.
Otro desafío común a los tres criadores es la falta de personal calificado en el campo. “Para mí es la amenaza más grande”, señaló Salemme y agregó: “Hoy la gente no quiere trabajar en el campo, sobre todo en ganadería. Es algo que nos preocupa mucho. En Estados Unidos pasa lo mismo: vas a un rancho y te atienden los dueños porque no hay personal”.
Pese a algunas dificultades, coincidieron en que el camino es seguir apostando. “La ganadería argentina no tiene nada que envidiar a Estados Unidos o Australia. Estamos a la par en calidad y fenotipo. La diferencia está en cómo seguimos invirtiendo para crecer”, sostuvo Trappa.

Con una demanda global en aumento, precios favorables y tecnología disponible, la oportunidad es ahora. El futuro de la ganadería argentina está en marcha, y quienes invierten hoy están definiendo cómo será. “En el mundo falta carne roja y hay que aprovecharlo”, cerró Salemme.
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