
Contradicen los principios del liberalismo económico que defienden el derecho de propiedad
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La actual política cambiaria está más próxima al totalitarismo que a la economía de libre empresa. La libertad está limitada por impuestos distorsivos que actúan como agentes de succión del sector privado al Estado, un componente todavía depredador pese a las acciones dirigidas a reducirlo.
El liberalismo clásico del que se hace gala ha mejorado, pero todavía es débil y mantiene vivo el lado oscuro del intervencionismo. El liberalismo clásico, que arranca con Adam Smith y se proyecta en autores como Tocqueville, Hayek o Popper, constituye una teoría moral, política y social profundamente exigente. Su núcleo no es la exaltación del mercado, sino la defensa del individuo como sujeto responsable y la desconfianza hacia toda concentración de poder.
El poder distribuye, todavía y pese a lo declamado, el ingreso según un esquema discrecional y autoritario. El caso verdaderamente patético se encuentra en la actividad agrícola. Pocas dudas caben sobre la perversidad al que está sometida la producción de granos a consecuencia del actual régimen de cambios.
Se debe distinguir dos tipos de cambio, el “nominal”, que es la relación corriente entre el peso y el dólar, y el tipo “real”. El término “real” resulta de multiplicar el tipo de cambio por la inflación estadounidense, dividido por la inflación argentina. Ello nos brinda una idea de la capacidad de compra que éste permite. Recordemos que un incremento en el tipo “real” de cambio significa una depreciación del peso, es decir que disminuye el poder de compra de la moneda nacional.
A ello hay que considerar el “efectivo”. Es curioso lo poco que se habla de éste y cómo la producción agrícola no toma en cuenta su evolución a lo largo de la historia, para poder comparar el cuadro presente con el de anteriores etapas.
Cuando se dice “efectivo” se expresa la tasa que se aplica en situaciones de derechos de exportación a las exportaciones, que equivale a una reducción del valor del dólar en el mercado local. Los derechos de exportación vulneran el derecho a la igualdad (Art. 16 CN) y el derecho a la propiedad. Tales impuestos no pesan estrictamente sobre la exportación sino que recaen sobre la producción, pues se aplican sobre el valor bruto de la exportación, sin tomar en cuenta los costos de producción y los de transacción, donde estos últimos son alarmantemente elevados.
Nunca en la historia argentina, el tipo de cambio “efectivo real” ha sido tan negativo para el sector. El tipo de cambio efectivo real está determinado por el Gobierno y es éste el responsable de la política económica que favorece a unos y a sí mismo en desmedro de la producción agrícola, interviniendo en el normal flujo de dinero a lo largo de las correspondientes cadenas.
La rentabilidad no solo proviene de los precios internacionales. Quienes no consideren el comportamiento del tipo de cambio efectivo real no podrán entender plenamente los ingresos.
El Gobierno ha realizado un claro avance a favor del liberalismo y el libre mercado. Pero todavía hay un largo trecho por recorrer y, con una visión algo oportunista, sigue postergando tal avance en el área de la producción agrícola.
El autor es director de Consultoría Agroeconómica