Contrabando de chips de IA: la nueva guerra fría se libra en los centros de datos
A través de compras trianguladas vía Singapur o Malasia, las empresas chinas logran burlar los controles que puso EE.UU. para el abastecimiento de microprocesadores de Nvidia
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El mes pasado, Jensen Huang, CEO de Nvidia, aterrizó en Pekín con un mensaje claro: el fabricante de los chips de inteligencia artificial (IA) más avanzados del mundo planeaba “servir inquebrantablemente al mercado chino”. A Estados Unidos le gustaría que no lo hiciera. Apenas unos días antes del viaje de Huang, la istración de Trump introdujo nuevos controles que, en la práctica, prohibieron a la empresa vender su procesador H20 a China. Se esperan más regulaciones. Aunque el 7 de mayo la istración anunció que rescindiría las restricciones propuestas por el gobierno de Biden, planea reemplazarlas por otras propias.
Durante los últimos años, Estados Unidos ha intentado obstaculizar a su principal rival en la carrera por la IA restringiendo su a semiconductores avanzados. El rendimiento de un procesador de IA depende principalmente de dos factores: potencia de cómputo (qué tan rápido procesa datos un chip) y ancho de banda de memoria (qué tan rápido mueve datos entre el procesamiento y la memoria). En octubre de 2022, la istración Biden prohibió la venta a China de chips estadounidenses que superaran ciertos umbrales en ambos frentes. Nvidia respondió con el H800, un modelo diseñado específicamente para China que se mantenía justo por debajo de los límites. Un año después, Estados Unidos endureció las normas nuevamente, prohibiendo cualquier chip con demasiada potencia de cómputo, sin importar el ancho de banda. La respuesta de Nvidia fue el H20.
El problema para Estados Unidos es que los chips restringidos de Nvidia siguen llegando a los desarrolladores de IA chinos. Ha surgido una cadena de suministro clandestina diseñada para esquivar las sanciones. Algunos clientes alquilan a centros de datos en el extranjero; otros compran chips a través de intermediarios poco claros. Nuevos intentos por frenar este flujo probablemente sufran los mismos obstáculos.
Para entender por qué es tan difícil restringir el a estos chips, hay que mirar a Johor, una región del sur de Malasia antes conocida por sus plantaciones de palma. Situada justo al otro lado de la frontera con Singapur, se ha convertido en un centro de datos. La tierra y la electricidad son baratas, y los permisos más fáciles de obtener que en el Estado-ciudad. Todos los grandes proveedores de la nube estadounidenses —Amazon, Google, Microsoft y Oracle— tienen presencia allí. Según Knight Frank, una consultora inmobiliaria, la capacidad total de los centros de datos en Johor (ya construidos, en construcción o planeados) creció de 10 megavatios a principios de 2021 a más de 1500 megavatios en 2024.

Johor también se ha convertido en una puerta trasera conveniente hacia China. Grandes empresas chinas como ByteDance, propietaria de TikTok, han alquilado capacidad allí. Alquilar capacidad en la nube en Malasia les permite acceder a chips que no pueden importarse directamente a China. La consultora SemiAnalysis estima que casi la mitad de la capacidad proyectada en 2027 en Johor incluirá procesadores de IA como los de Nvidia. Los operadores malayos afirman cumplir con las regulaciones estadounidenses y no brindar servicios a entidades sancionadas. Sin embargo, encontrar atajos es fácil. Un abogado de la región dice que a las empresas chinas les resulta relativamente sencillo obtener chips restringidos estableciendo filiales locales.
Las cifras del comercio exterior respaldan esta afirmación. Los chips de gama alta de Nvidia se fabrican en las plantas taiwanesas de TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo. En el primer trimestre de este año, Taiwán exportó chips gráficos por valor de US$3600 millones a Malasia, casi igualando el total de todo 2024. Solo en marzo, los envíos se triplicaron y alcanzaron los US$2000 millones.
Luego están los contrabandistas que llevan directamente los chips a China. Estos generalmente los desvían a través de terceros países no afectados por las restricciones estadounidenses. Una fuente familiarizada con estas prácticas afirma que los productos suelen pasar por varias jurisdicciones y empresas fantasma para ocultar su origen. Se falsifican los documentos de exportación y se etiquetan mal los productos restringidos para pasar desapercibidos en aduanas. Erich Grunewald, del Instituto de Políticas y Estrategias para la IA en San Francisco, estima que el año pasado los chips estadounidenses de contrabando representaron entre el 10% y el 50% de la capacidad de entrenamiento de modelos de IA en China.
Antes del primer paquete de controles en 2022, China representaba aproximadamente el 22% de los ingresos de Nvidia. Hoy, esa cifra ha caído al 13%. Al mismo tiempo, las ventas a Singapur —un país con pocos s finales— se han más que duplicado y ahora representan casi el 18% del total, convirtiéndose en el segundo mercado de Nvidia después de EE. UU. La empresa dice que este cambio es rutinario: muchos clientes facturan a través de Singapur pero envían a destinos permitidos. Menos del 2% de los chips vendidos allí se entregan localmente.
En febrero, sin embargo, la policía de Singapur arrestó a tres hombres por vender servidores por US$390 millones que contenían chips de Nvidia. Según los fiscales, estos servidores se enviaron primero a empresas singapurenses y luego se reexportaron a Malasia. No está claro si ese fue su destino final. Lo que sí es evidente es el incentivo económico: la demanda ha convertido al mercado gris en una mina de oro. Según un ejecutivo del sector, los chips prohibidos de Nvidia se venden actualmente con un recargo de entre 30% y 50% a través de intermediarios.
China no es el único destino. En octubre, EE. UU. sancionó a varias empresas indias por reexportar chips restringidos a Rusia. Entre ellas estaba Shreya Life Sciences, una farmacéutica con sede en Mumbai. Según datos de The Trade Vision, la firma le vendió a Rusia tecnología por un valor de US$322 millones en 2024, en su mayoría servidores Dell con chips de Nvidia.
Todo esto pone a Nvidia en una posición complicada. La empresa insiste en que cumple con las reglas de exportación de EE. UU. Pero sus operaciones son enormes: espera vender más de 6 millones de chips de IA este año y está varios pasos alejada del final. Nvidia suministra procesadores a gigantes de la nube como Google y Microsoft, y a fabricantes de hardware como Dell y Supermicro, que los integran en servidores. A partir de ahí, la responsabilidad de cumplimiento se diluye. Los proveedores de la nube y los fabricantes deben verificar a sus clientes. Nvidia realiza auditorías periódicas. Pero la supervisión es irregular y los servidores a menudo cambian de manos silenciosamente tras los controles iniciales. Un ejecutivo de un fabricante de servidores dice que verificar adecuadamente a todos los s finales es “prácticamente imposible”.
La istración Biden había diseñado un plan elaborado para restringir el a chips de IA en unos 120 países con el objetivo de cortar el de China. El Departamento de Comercio de Trump ahora promete una “norma mucho más simple”. Esto es un alivio para Nvidia: los países que habrían enfrentado restricciones representaban alrededor de una cuarta parte de sus ventas. Algunos esperan que el gobierno use el a chips estadounidenses como palanca en negociaciones comerciales. También se está considerando reforzar los controles sobre el flujo de chips a través de países por los cuales China suele obtenerlos, como Malasia.
El chip ya zarpó
Cualquier nuevo control enfrentará problemas conocidos. La Oficina de Industria y Seguridad (BIS), la agencia encargada de aplicar las restricciones tecnológicas, está gravemente falta de personal. Tiene un solo inspector responsable de todo el sudeste asiático y Oceanía, una región clave en el comercio clandestino de chips de IA.
Algunos expertos han propuesto soluciones técnicas, como desactivar los chips usados en ubicaciones prohibidas. Nvidia argumenta que esos controles a nivel de hardware crearían vulnerabilidades peligrosas e inviables. En su lugar, propone herramientas de software que transmitan telemetría limitada —como ubicación e información de configuración del sistema— para confirmar que los chips están donde deberían.
Pero incluso una mejor aplicación tiene sus límites. Nvidia no puede rastrear cada chip. La BIS no puede inspeccionar cada servidor. Los contrabandistas seguirán encontrando atajos. Si EE. UU. quiere mantener su ventaja frente a China en la carrera de la IA, tendrá que innovar más rápido, no apretar más fuerte.