
No entendés nada de economía, pero bancás
Con los dólares del FMI en las reservas y la decisión política de manejar las curvas de dólar y tasas para bajar la inflación, el camino a las elecciones de octubre puede manejarse; la pregunta es cómo sigue después
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Claro como el agua, es exactamente lo que voté”. Mientras Pablo escribe la respuesta en X, piensa en voz alta: “Banco el tuit del halcón, pero no sé qué mierda [sic] es la BMA fija y el FX para abajo”. Acto seguido, tras varias horas intentando entender sin éxito la explicación a cargo de tres de los principales funcionarios del equipo de Toto [Caputo], incluyendo al propio halcón, Pablo les propone sumarse como istas del canal CARAJO a un nuevo programa cuyo eslogan es “No entendés nada de economía, pero bancás”.
El lanzamiento del programa Las Tres Anclas, cuyo spot publicitario se relata arriba y que ya lleva dos episodios al aire, coincidió con un nuevo acuerdo con el FMI con desembolsos frescos de dólares para capitalizar el BCRA y una modificación en el esquema económico que, entre otras cosas, abandonó la entelequia de la Base Monetaria Amplia fija (BMA), y el esquema de crawl, que apenas un mes y medio antes había acotado el ritmo diario de suba del dólar del 2% mensual al 1% a fin de “reducir la inflación inducida”.
Todo mientras se quitaba el cepo a las personas (no a las empresas) financiado con la eliminación del blend, ese 20% de la exportación que ya no se liquida en el contado con liquidación (CCL) aumentando en los hechos la oferta de dólares en el mercado oficial. También se establecía un esquema de flotación cambiaria entre bandas anchas que se ensanchan (arrancando en $1000-$1400) con un objetivo de acumulación de reservas junto a un esquema monetario más rígido, que explícitamente prohíbe el financiamiento monetario al fisco.
La lógica detrás del acuerdo con el FMI era empezar a construir un ancla alternativa a la cambiaria que permitiera terminar de desarmar el cepo en un contexto donde se ajustó levemente al alza el superávit fiscal requerido (de 1,3% a 1,6% del PBI el primario). Esto tenía implícito un dólar más alto dentro de las bandas, que permitiera abrir la economía sin dañar de más la producción local en un contexto donde la necesidad de sostener el ancla fiscal no da lugar para bajar agresivamente impuestos, ni siquiera las retenciones. También tenía implícita una tasa de interés doméstica más alta.
Para cuando se grabó el primer programa ya no le hacía falta a Pablo entender lo que no entendía, ahora había que entender (o defender) el nuevo acuerdo. Esta flexibilidad para girar sin costos, que vienen usando desde el arranque del Gobierno, y el apoyo incondicional de los seguidores en una discusión sin puntos fijos y ataques permanentes cuando no leyeron ni escucharon el contenido de lo que se cuestiona, volvía a ocurrir a poco andar.
Sin embargo, esto también duró poco. Gracias al apoyo explícito del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, Toto logró que la letra chica de lo firmado en el acuerdo con el FMI fuera letra muerta antes de empezar a andar. Todo mientras Kristalina Georgieva, la directora ejecutiva del FMI, se pone el pin de la motosierra en la solapa y nadie duda de que los waivers que destraben futuros desembolsos van a estar.
Léase, entraron US$14.000 millones entre desembolsos del FMI y organismos, pero casi inmediatamente avisaron que solo iban a comprar dólares en el piso de la banda (hoy en $987), priorizando la baja de la inflación por sobre la acumulación de reservas.
A esto se sumó una “oferta inesperada” en el mercado de futuros que volvió la curva a niveles muy parecidos a los que había antes del desancle de expectativas de marzo, impulsando la venta de dólares en el spot para bajar su precio, que sigue arriba de la banda inferior.
Casi en simultáneo avisaron que iban a girar (y giraron) $12 billones de las utilidades contables (no realizadas) del BCRA al Tesoro, casi el equivalente a los US$12.000 millones del FMI que se canjearon por letras intransferibles para capitalizar el BCRA (que ahora se descapitalizaba). El objetivo fue recrear la caja de pesos, que se empezaba a agotar (los originados en el desarme de pasivos remunerados que estaban en el BCRA), para seguir inyectando liquidez al sistema financiero en las licitaciones del Tesoro priorizando tasas bajas (efecto Anker). Recordemos que las utilidades son contables y están generadas por la capitalización de intereses de la deuda indexada a la inflación que el Tesoro no contabiliza dentro del gasto.
El programa busca que parte de los dólares que compran las “personas humanas” a los exportadores en el MULC queden en el sistema financiero y abastezcan (en conjunto con los que se originen en el recién anunciado programa “Tus dólares, tu decisión”) una nueva ronda del crédito en dólares. A diferencia de la fase 2, si el BCRA no compra los dólares del crédito y estos vuelven a depósitos, hay en los hechos un multiplicador del crédito en dólares que potencia la dinámica, aunque crea argendólares.
De momento, desde que arrancó la fase 3, la compra de dólares de las personas se habría ubicado en US$3000 millones, de los cuales US$1600 millones quedaron en los bancos y US$1400 millones habrían ido a comprimir la brecha en un “rulo” que dependiendo del día da entre 1% y 2% para aquellos que tengan al dólar mayorista.
Así, los mecanismos de mercado que iban a fijar el tipo de cambio y las tasas de interés, en reemplazo de los dirigistas “cepo”, “blend” y “crawl”, no llegaron a nacer y fueron reemplazados por la “intervención” en futuros y en el manejo de las tasas a través de la emisión de pesos en las licitaciones del Tesoro (punto Anker). Dicho de otro modo, el objetivo es sostener la remonetización de la economía y la expansión del crédito en pesos y en dólares en un contexto donde el anclaje cambiario se maneja controlando el diferencial de tasas y la decisión explícita de no comprar dólares en el medio de la banda, una vez ancladas las expectativas con los dólares del FMI.
El relanzamiento del programa con el acuerdo con el FMI, después del traspié de marzo, le sirvió al Gobierno para apuntalar el resultado de la elección en CABA el domingo pasado. Elección que, si bien era para legisladores de la ciudad, en los hechos funciona como ordenador del espacio antikirchnerista de cara a la elección de mitad de mandato de octubre y fundamentalmente a la elección en la provincia de Buenos Aires en septiembre.
La lectura es que con superávit fiscal y descomprimido el frente electoral con un peronismo de momento desordenado, el riesgo país se tiene que desplomar permitiendo empezar a refinanciar vencimientos del Gobierno en dólares, que en 2026 acumulan US$18.000 millones. A las colocaciones de ON de empresas, se estarían sumando en las próximas semanas algunas provincias buscando aprovechar el aumento en los depósitos en dólares. Más allá del Repo por US$2000 millones incluido en el programa financiero presentado, de momento el Tesoro solo estaría evaluando la colocación de un bono en pesos a no residentes contra dólares –cambio en la normativa mediante que les pide se queden seis meses– para apuntalar el programa. Vale reconocer, a diferencia de 2017, hasta ahora la tenencia de bonos en pesos era fundamentalmente de locales.
Con los dólares en las reservas, el pin de la motosierra en la solapa de Georgieva y la decisión política de manejar las curvas de dólar y tasas para bajar la inflación e impulsar la actividad, el camino a octubre puede manejarse, aun con un déficit en cuenta corriente que este año cerraría cerca de los US$10.000 millones, 1,3% del PBI.
La pregunta es cómo sigue después. Se intentará volver a lo firmado con el FMI en términos de flexibilidad cambiaria, acumulación de reservas y un programa monetario menos laxo que permita empezar a alargar el horizonte. O se intentará seguir de largo apuntando a que el caudal político que conseguiría en la elección habilite reformas estructurales que destruyan el costo local, jugando a sostener el “carry forever” con una tasa de interés que paga el Tesoro mientras monetiza parte de lo que vence mientras consigue incorporar al sistema el flujo negro de dólares y pesos apuntando a que el RIGI nos salve.
El camino a 2027 es largo y el mundo no es precisamente lineal. Por lo pronto, un dólar global algo más débil convive con un encarecimiento de la tasa de libre de riesgo con calificadoras que también miran el nivel de reservas en meses de importación y números fiscales que incluyen el devengamiento de intereses.
Decidan lo que decidan, seguro Pablo, va a escribir “claro como el agua, es exactamente lo que voté”.