Una buena noticia que deja un dato curioso
En la emisión del nuevo bono del Gobierno, no es un dato menor que inversores del exterior repitan la apuesta tras una muy mala experiencia; pero el tipo de cambio no es igual para todos
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Que haya inversores internacionales dispuestos a traer divisas al país para comprarle al Tesoro argentino un bono en pesos es, sin lugar a dudas, una muy buena noticia.
Más allá de que, en definitiva, el fin último de esos inversores sea poder llevarse del país, en dos o cinco años, más dólares de los que originalmente trajeron (lo que se denomina carry-trade en la jerga financiera).
Después de todo, que repitan la apuesta siete años después de haber tenido una muy mala experiencia, cuando se desató a fin de abril de 2018 la corrida cambiaria que signó la suerte de la istración Macri, no es un dato menor.
Al respecto, puede pensarse que lo hacen por lo que los economistas llaman el “efecto codicia” (que indica, en síntesis, que todo se olvida cuando la promesa de ganancia es alta).
Pero también es posible que lo que los haya empujado sean las expectativas que abrieron hacia el cambio económico en marcha en el país.
En cualquier caso, se justifica la opción de rescate anticipado (put europeo) que les concedió el Gobierno, que puede ejercerse en mayo de 2027 y que permitirá a los tenedores de los bonos recuperar el valor técnico (el capital invertido más el cuarto cupón de intereses) si toman la opción antes del fin del actual mandato presidencial. El objetivo fue mitigar el riesgo de un cambio abrupto en las políticas que tanto ha caracterizado a la Argentina en las últimas décadas.
Es que no hay que perder de vista que la operación fue concebida para atender las necesidades de hoy y tratar de cimentar el camino de regreso del país a los mercados globales de capitales, a los que el Gobierno necesitará sí o sí recurrir para refinanciar en unos años los fuertes vencimientos de deuda en moneda extranjera que irán sucediendo.
Si se quiere, el dato sugestivo de la emisión del Bonte 2030 es que el Gobierno se permitió validarles a los inversores extranjeros un dólar a $1148, precio que se auto prohibió explícitamente pagarles a los exportadores y oferentes locales de divisas. A ellos sólo se los comprará -según jura y perjura- si se los venden 14,2% más barato (a unos $985 de hoy, tomando en cuenta que el piso de la banda de flotación va cayendo al 1% por mes).
En Economía sostienen que buscaron este camino para mantener el actual “equilibrio monetario”, así como antes decían que iban a aprovechar estas licitaciones para inyectar liquidez al mercado, dado que, ante el auge del crédito y la saludable falta de emisión tras años de borrachera, hay un “faltante de pesos”.
Ese faltante, al parecer, por estos días desapareció. O todo estará vinculado a que, como suele suceder en política, los argumentos se acomodan según las circunstancias.
Como fuera, el hecho de haberles reconocido a algunos un dólar más alto que a otros sin dudas es antipático por la discriminación que deja a la vista.
¿Será que la decisión de no comprarles los dólares a los inversores locales, en muchos casos dólares ganados por su actividad productiva, en mejores condiciones será sólo hasta que la inflación finalmente se hunda como quiere y necesita el Gobierno para fortalecer su aceptación electoral?
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