Fuego contra fuego: el conflicto con Batman, un duro entrenamiento y el mito detrás de un duelo inolvidable
La obra maestra dirigida por Michael Mann y protagonizada por Robert De Niro y Al Pacino, cumple treinta años
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En los años sesenta, un detective de Chicago llamado Chuck Adamson compartió una cena con Neil McCauley, un reconocido delincuente de la misma ciudad. Un año después, el agente de la ley terminó por matar al ladrón en el marco de una persecución. Con el tiempo, el propio Adamson conoció al director Michael Mann y le contó esa historia, que se convirtió en la base de Fuego contra fuego.
Esta obra maestra del policial, estrenada en cines en 1995 y con los protagónicos de Robert De Niro y Al Pacino, pone en práctica un juego de espejos entre dos hombres que se encuentran en lados opuestos de la ley, pero a los que hermana un profesionalismo y una rigurosidad extraordinaria.
Lejos de James Dean
Con la anécdota del agente Adamson en mente, en 1979 Michael Mann escribió un guion que se convirtió en un piloto televisivo titulado L. A. Takedown. Dicho episodio de dos horas de duración no fue aprobado por ningún canal, y en 1989 fue emitido como una película realizada para la TV. L.A. Takedown fue un proyecto fallido por su bajo presupuesto y por contar con actores de muy poco talento, sin embargo, ese fracaso no le significó a Michael Mann dejar de pensar en esa historia.
Luego de dirigir El último de los Mohicanos (1992), Mann estaba entusiasmado con meterse de lleno en una biopic de James Dean, hasta que recordó el proyecto L.A. Takedown, y una vez más comenzó la reescritura de ese guion.

Aunque no estaba convencido de dirigir nuevamente la misma historia (se la llegó a ofrecer a Walter Hill, responsable de The Warriors), Mann terminó por aceptarla cuando su productor le dijo que debía realizarla con Robert De Niro y a Al Pacino en los roles centrales.
Un casting soñado

La posibilidad de contar con Robert De Niro y Al Pacino al frente del film parecía demasiado perfecto para ser realidad. Michael Mann veía a Pacino como el obsesionado detective Vincent Hanna, mientras que De Niro era ideal para el meticuloso delincuente Neil McCauley. Ambos componían un yin y un yang inmejorable, y el juego de espejos de la ficción también tenía un correlato en la realidad, teniendo en cuenta que ambos eran los mejores de su generación. Mientras los productores movían cielo y tierra para conseguir a los dos actores, otros nombres estuvieron en la lista de posibles protagonistas, entre ellos Mel Gibson, Harrison Ford e incluso Don Johnson. Pero para alegría de Mann, los planes alternativos no fueron necesarios.
El primero en recibir el guion fue De Niro, que rápidamente mostró su interés y aceptó trabajar en el largometraje. Pocos días después, Pacino hizo lo propio y se contagió del entusiasmo de su compañero. De esa manera, Mann logró aquello que parecía imposible: reclutar a los dos actores más convocantes del Hollywood de la época. Por primera vez desde El Padrino II, estrenada en 1974, Pacino y De Niro iban a compartir proyecto; y mejor aún, esta vez también iban a compartir pantalla.
El personaje de Chris, un delincuente de la banda de McCauley, era otro de los polos fuertes de la historia. Michael Mann quería para ese rol a Val Kilmer, pero conflictos de agenda con la filmación de Batman eternamente dificultaban su participación. En ese momento entró en escena Keanu Reeves, que llegó incluso a entrevistarse con el realizador. Claro que Kilmer no quería soltar, y no dejaba de buscar la forma de compaginar su agenda de modo en el que pudiera trabajar en Batman y en Fuego contra fuego. Y si bien su representante le insistía con que ese no era un proyecto que le sirviera para su carrera (le aseguraba que su paga iba a ser considerablemente inferior a su cachet habitual), Kilmer finalmente pudo estar en el policial, aunque con una condición: que su rostro apareciera en los afiches promocionales. Mann aceptó sin ningún problema, y Kilmer se convirtió en la tercera pata de la trama.
El elenco lo completaron Ashley Judd como la esposa de Chris. Debido a que su personaje era el de una exprostituta, la actriz se entrevistó con trabajadoras sexuales para darle veracidad a su interpretación. Y Natalie Portman tuvo aquí su segunda película (luego de El perfecto asesino) superando en el casting a una joven Kate Winslet, que se presentó para el mismo personaje.
Un rodaje a fuego lento
Michael Mann pulía a fondo un libreto en el que trabajaba desde hacía años, corregía algunos elementos y agregaba otros. Por ejemplo, uno de los aspectos eliminados tuvo que ver con una adicción a la cocaína por parte del detective Hanna. Sin embargo, ese rasgo persistió mediante la explosiva interpretación que Pacino hizo de su personaje, que por momentos parecía primo lejano de Tony Montana, mezclado con el icónico entrenador de los Lakers Pat Riley (una influencia que el propio actor reconoció).
Para el rodaje, el realizador optó por trabajar en las calles de Los Ángeles, renunciando a cualquier tipo de efecto digital (la única escena con pantalla verde transcurre en un balcón, y se usa un efecto subrayadamente artificial). Por otra parte, Mann envió a Pacino a entrevistarse con numerosos detectives para comprender la dinámica de ese trabajo, mientras que a De Niro y a Kilmer los mandó a la prisión de Folsom para conocer a convictos que operaran como sus personajes de ficción.
Mientras el rodaje avanzaba, el director preparaba a fuego lento dos escenas que eran cruciales. La primera de ellas consistía en un intenso tiroteo entre el grupo de delincuentes y la policía. Mann quería imprimirle a ese tramo el nervio de una verdadera balacera, y para eso desplegó una coreografía precisa en la que los protagonistas se sumergían en una feroz secuencia de acción. El realizador ubicó micrófonos en las calles para que el ruido de las armas quedara registrado, sin intención de agregar efectos de sonido en posproducción. Y con respecto a Kilmer, el director le exigió un duro entrenamiento en lo referido a la manipulación de armas de fuego. Como resultado, el actor logró una precisión en su técnica y en el modo de recargar cartuchos, que al día de hoy es estudiada por los Marines de los Estados Unidos.
La otra escena que Mann preparaba, desde luego, era la que encontraba a McCauley y Hanna en una cafetería.
Duelo de gigantes
Luego de darse caza de manera incesante, el detective y el ladrón se reúnen a tomar un café. En ese momento quedan plasmadas las evidentes similitudes entre ambos, a pesar de ser rivales. Porque ellos no enemigos, sino rivales, y eso es algo muy distinto. Ambos podrían ser compañeros, y en los dos habita un sentido del deber que nadie de su entorno comprende. No hay familia ni lazos de ningún tipo ante el peso del profesionalismo.
En esa cafetería, De Niro y Pacino iban a tener un verdadero duelo actoral, y Michael Mann, consciente de eso, elaboró con mucho cuidado ese encuentro. Lo primero que hizo el director fue pedirle a sus actores que no ensayaran esa escena para conservar la sensación de un primer encuentro entre los dos. Mann ordenó poner dos cámaras, y grabar de forma simultánea la charla, procurando mantener la fluidez, en un momento que para ambos intérpretes fue el favorito del rodaje.
El gran mito alrededor de esta escena surgió años después, y aseguraba que De Niro había grabado primero sus líneas de diálogo y luego Pacino las suyas, sin jamás cruzarse en el set de filmación. Las fotos que circulan en las redes, y que muestran a ambos reunidos, desde luego, terminaron por contradecir esa absurda versión sobre el que, seguramente, sea uno de los cafés más vistos en la historia del cine.
Un éxito que hizo escuela
Aunque Fuego contra fuego es un policial excepcional, el propio Michael Mann se resiste a comprenderlo de ese modo. Para el realizador se trata de una película sobre personajes, más que sobre policías y ladrones. “Uno va y vuelve a la trama relacionada a lo policial, pero el verdadero motor son las personas, los personajes. Por ese motivo es que este no es un film de género”, explicó el realizador en una ocasión.

Para una generación entera de espectadores y futuros directores, Fuego contra fuego fue un título que dejó influencia. Cuando dirigió Atracción peligrosa, Ben Affleck confesó que la pieza de Mann fue su principal inspiración, y lo mismo ocurrió con Christopher Nolan, que con El caballero de la noche hizo su propia versión de Fuego contra fuego, obteniendo también resultados excepcionales.
Para los actores protagonistas, en tanto, esta experiencia fue bisagra, al punto que el propio Pacino durante su recordada charla en el Teatro Colón, recordó el final de esta historia. En ese encuentro con el público, el intérprete reveló que De Niro le pidió que no utilizaran ningún diálogo en esa escena final, que le da un punto concluyente a uno de los relatos más enormes jamás filmados.
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