Guy Ritchie, entre éxitos, fracasos y el frenético impulso de filmar
La película La fuente de la juventud y la serie Tierra de mafia se suman a la prolífica filmografía de un director que siempre muestra marcas de su estilo
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Guy Ritchie filma rápido. Y desde hace algún tiempo se mueve con la misma destreza en el cine y en las producciones de más largo aliento pensadas directamente para las plataformas de streaming. No hace falta esperar mucho para encontrarse con la nueva película o serie del realizador inglés que hizo hablar a todo el mundo con su debut en Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998) y dos décadas y media después, a los 56 años, está más ocupado que nunca.
Para demostrar una vez más su envidiable productividad, Ritchie tiene material flamante para estrenar. Este fin de semana se instala en el catálogo de Apple TV+ con La fuente de la juventud (Fountain of Youth), una película de aventuras y acción que en cualquier otro tiempo hubiese encontrado sin problemas un lugar amplio en la cartelera cinematográfica por el despliegue de su producción y por su temática, conectada directamente con mundos tan conocidos como los de Indiana Jones, Tomb Raider, el Código Da Vinci y la búsqueda de tesoros perdidos, gemas de valor incalculable o destinos legendarios. En este caso, la mítica Fuente de la Juventud, meta de los personajes encarnados por John Krasinski y Natalie Portman.
Y a fines de este mes se prepara para volver a sus orígenes con Tierra de mafia (Mobland) otra historia de gánsteres y criminales con acento británico cuyas ambiciones suelen ser tan grandes como sus metidas de pata. En esta primera temporada de diez episodios protagonizada por Tom Hardy, Pierce Brosnan y Helen Mirren, que estará disponible desde el 30 de mayo en Paramount+, repetirá la fórmula que empleó en su primera experiencia en este terreno, cuando el año pasado adaptó al formato episódico un éxito cinematográfico reciente de su propia cosecha, Los caballeros. La película original está en Amazon Prime Video y la serie que continúa la historia, en Netflix y Max. Tanto en Tierra de Mafia como en Los caballeros la firma de Ritchie como director aparece en los dos primeros capítulos.
En el horizonte inmediato de Ritchie no hay tiempo para nada si lo medimos por la cantidad de proyectos de su autoría que están en distintas etapas de postproducción o a punto de ponerse en marcha. Entre ellos ya está confirmado como director de la secuela de El duro (Road House), con Jake Gyllenhaal retomando al personaje encarnado por Patrick Swayze en la película original, y también como realizador de siete de los ocho episodios de la inminente serie Young Sherlock, sobre las aventuras juveniles del más famoso detective de la historia, el mismo que Ritchie rescató en dos películas de alto perfil estrenadas en 2009 y 2011 con Robert Downey Jr. como Holmes y Jude Law como Watson (Max).
No serán los únicos. Hay por lo menos cinco proyectos más que lo mencionan como máximo responsable. Y parece tener tiempo para todos. Y frente a toda esta agenda que ya casi no tiene espacios libres, surge una pregunta inevitable: ¿cuánto se parece la velocidad con la que Ritchie resuelve cada uno de sus nuevos proyectos a la que definió desde el principio buena parte de su estilo visual?

Estamos frente a un creador al que se sigue identificando con una manera de narrar configurada por la imagen acelerada y una estética vertiginosa propia de los videoclips. El “estilo Ritchie” se apoyó durante muchísimo tiempo en esas marcas de identidad.
Hasta que en 2021 muchos se sorprendieron cuando Justicia implacable (Amazon Prime Video) empezó con una larga escena sobre el robo a un camión blindado narrado casi en su totalidad desde un punto fijo, una cámara de seguridad instalada en el interior de ese vehículo. Nada de imágenes congeladas, de abruptos saltos entre una cámara lenta y otra ultrarrápida, de poses cancheras elaboradas para dejar bien a la vista las “marcas de autor” y mucho menos de ese humor con sello irónico que Ritchie supo cultivar junto a su héroe favorito, el rudo Jason Statham.
En Justicia implacable ese mismo dúo parece haberle dicho adiós al “estilo” desbocado y galopante, lleno de artificios digitales, que desde el principio identificó a Ritchie, para adoptar un criterio más clásico, despojado y presumiblemente más atento a los personajes y a un entorno real, reconocible. Agente Fortune: el gran engaño (2023, también disponible en Amazon Prime Video), con el mismo protagonista, continúa esa línea, inclusive de manera todavía más distante e impersonal.
¿Había surgido un nuevo Ritchie? ¿El vigoroso y enérgico realizador que había “inventado” un nuevo formato visual para contar historias policiales con el pulso frenético del rock y un humor bien corrosivo abjuraba de sus ideas para convertirse en un artesano listo para poner su oficio al servicio de las necesidades circunstanciales de la industria?

Si la evaluamos a partir del éxito de taquilla global de la versión con personajes de carne y hueso de Aladdin que Disney confió a Ritchie en 2019, la respuesta a ese interrogante es positiva. Si, en cambio, la medida de ese aparente giro se relaciona con el fallido intento de darles continuidad en “modo franquicia” a proyectos ambiciosos como El agente de Cipol (2015), El rey Arturo (2017) y la mencionada Agente Fortune, que en ningún caso cumplió con las expectativas, entonces fracasó en el intento. Las tres están disponibles en la plataforma Max.
Pero Ritchie no es alguien que parece retroceder ante el primer contratiempo. Su trayectoria, sobre todo en los últimos años de proyectos recargados y trabajo sin descanso, muestran todo lo contrario. Y si lo que se ponen en duda son sus habituales marcas de estilo, allí está el ejemplo de Los caballeros para darle la razón. No tiene la rapidez relampagueante de sus primeras obras, pero le sobran motivos y argumentos para que sigamos reconociendo una identidad. Y sin que haga falta recurrir a la ostentación y el exhibicionismo vacío de los primeros tiempos.

Esta tendencia persiste en la última parte de la prolífica obra de Ritchie, que en el último tiempo incluyó también incursiones en el cine bélico como El pacto (2023) y Guerra sin reglas (2024), ambas disponibles en Amazon Prime Video. El primero se pronuncia sobre el sinsentido de la resolución cruenta de algunos conflictos geopolíticos recientes y la segunda viaja hasta la Segunda Guerra Mundial para recrear con ecos del cine de Quentin Tarantino (pero sin el mismo vuelo) una historia de comandos que luchan contra los nazis con mucho de ironía y desparpajo. En ese relato también quedan sugeridos los posibles orígenes de James Bond, porque uno de los personajes es el mismísimo Ian Fleming, por entonces estrella de la contrainteligencia británica.
La sombra de Tarantino parece envolver sutilmente cada vez más al cine de Ritchie. La fuente de la juventud empieza con una toma aérea de Bangkok mientras de fondo suena una versión reciente (a cargo de los ignotos Jacye & Benstead) del clásico de Cher “Bang Bang (My Baby Shot Me Down)”, que como sabemos es la canción insignia de Kill Bill, interpretada en ese caso por Nancy Sinatra. Hay algún aire de familia entre ambos cada vez que vemos las secuencias de apertura de las películas de Ritchie, sobre todo en el diseño de los títulos y en la música que los acompaña o empieza a definir a cada personaje. Tarantino siempre reaparece de algún modo por allí.
Señales de estilo

Hay, como se ve, unas cuantas oscilaciones en el cine de Guy Ritchie. Aquellos orígenes que remiten a títulos como Snatch: Cerdos y diamantes (2000, Max) y Rock’n’rolla (2008) parecen haber quedado muy lejos, lo mismo que la olvidable experiencia artística y personal compartida por el director y Madonna, de la que surgió una película (la remake de Insólito destino, que Lina Wertmüller dirigió en 1974) imposible de ser tomada en serio. Todavía se habla de esa pareja, sobre todo alrededor de los avatares de Rocco, el hijo de ambos, que hoy tiene 24 años.
De todas maneras, estas oscilaciones no impiden encontrar, antes y después, algunas señales de estilo que se mantienen y permiten, al mismo tiempo, apreciar las virtudes genuinas del cine de Ritchie. En primer lugar, la confianza en sus actores, elegidos por lo general con inteligencia para representar personajes fuertes y sin vacilaciones, aun en el error. Ritchie es un director que suele recurrir una y otra vez a los mismos intérpretes: Statham, el exfutbolista Vinnie Jones, Gyllenhaal, Colin Farrell, Henry Cavill, Eiza González, Jason Flemyng. También supo aprovechar en su momento en papeles elegidos al dedillo a figuras como Sting (Juegos, trampas...), Brad Pitt (Snatch: cerdos y diamantes) y Matthew McConaughey o Hugh Grant (Los caballeros)

Segundo, Ritchie sabe cómo filmar escenas de acción de todo tipo, desde peleas en lugares cerrados a escapatorias y persecuciones en espacios amplios. Pueden ser largas o escuetas, y el montaje (ahora más seco, antes mucho más rápido y frenético) no tiene secretos para el director. La secuencia inicial de Justicia implacable, aquella del robo al blindado, resulta ejemplar en ese sentido.
Tercero, resuelve muy bien los momentos de elevada tensión a través del montaje paralelo de varias situaciones que se desarrollan en distintos planos. Esos momentos nunca se desaprovechan y funcionan como detonadores simultáneos de una tensión que viene acumulándose y está todo el tiempo a punto de estallar.

Cuarto, nunca falta en las películas de Ritchie el toque humorístico en primer plano, a menudo asociado a alguna escena de suspenso o tensión latente que comienza con una broma y termina invariablemente en una pelea a puñetazos o a tiros. Esos tramos humorísticos suelen estar al mismo tiempo caracterizados por juegos de palabras o guiños entre los personajes, como ocurre más recientemente entre los integrantes del comando antinazi al comienzo de Guerra sin reglas o entre quienes salen en busca de la fuente de la juventud.
Por último, vemos a Ritchie cada vez más dispuesto a abrirse a nuevas historias y escenarios. Ahora se anima a incursionar en alta mar (Aladdin, Guerra sin reglas) o viajar por el mundo junto a los atribulados militares de El pacto o los héroes aventureros de La fuente de la juventud. Pero en esencia sigue siendo un director mucho más habituado a moverse con comodidad en espacios urbanos bien reconocibles, por lo general situados en la geografía de las islas británicas. Eso sí, más ocupado que nunca y filmando a toda velocidad.
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