
"La bayadera", con el sello del Kirov
"La Bayadera", música de Ludwig Minkus, coreografía de Natalia Makarova según el original de Marius Petipa. Con Iulia Majalina, Yuri Klevtsov y Elina Palchina (artistas invitados) y solistas y cuerpo de baile del Ballet Estable. Director de la Orquesta Filarmónica: Carlos Calleja. Directora del Ballet Estable: Raquel Rossetti. Teatro Colón.
El exotismo de un argumento de intrincada historia, pasiones de amor que desmbocan en drama y danza de alto estilo clásico combinadas con otras de corte oriental son excelentes acentos para que "La Bayadera", un ballet integral de tres actos, capte toda la atención. Los personajes tiene carisma y sus vicisitudes dan pie a que los artistas que los interpreten pongan mucho de sí, tanto en expresión como en técnica.
La función con la que se inició la temporada de ballet, con esta obra en versión de Natalia Makarova según el original de Marius Petipa, contó con la participación de tres invitados rusos, Iulia Majalina, del Kirov, que interpretó a Nikia, la bayadera, y Yuri Klevtsov y Elina Palchina, ambos del Bolshoi, que encarnaron a Solor y a Gamzatti. La trama está armada sobre al base de un triángulo donde el amor de las dos mujeres hacia el hombre desencadena la tragedia y la confrontación del bien y del mal, del odio y del amor, que triunfará por sobre todo. La acción transcurre en la India y habla de Solor, comprometido con la aristócrata Gamzatti, pero enamorado de la sacerdotisa Nikia. Al conocer esta situación, la princesa decide asesinarla, hecho que concreta escondiendo una serpiente aspid en un canasto de flores que porta la bayadera.
Para la bailarina protagonista éste es un papel que exige variadas facetas, además de una depurada técnica de puro estilo clásico, por cuanto su desempeño en el segundo acto, de Las Sombras, tiene una difícil y eximia coreografía que exalta esa escuela. Entre su aparición como la luminosa sacerdotisa, plena de felicidad, apasionada y, luego, en la escena de su muerte, la bailarina exprime una amplia gama de sentimientos.
Todas las facetas
Iulia Majalina, con una línea soberbia que traduce la refinada escuela del Kirov, da las cuotas justas de sensibilidad a cada momento y vive su papel con naturalidad. De la imagen sensual del primer pas de deux conSolor pasa a la furia y el desconcierto en la escena donde es increpada porGamzatti y, luego, transida de dolor en su danza en la boda del guerrero y la princesa, explaya su agonía con pasos vehementes como el cambré de una espalda "sin huesos", hasta llegar a la dramática escena de su muerte.
El lirismo, con una expresión ausente y melancólica, por cuanto Nikia es aquí un espíritu, aflora en el acto de Las Sombras. Los tres pas de deux de este acto no hacen nada fácil la tarea, sobre todo ése en el que porta un largo chal con el que baila junto a Solor. En este caso, el sostén, en vez de las manos del partenaire, es el trozo de tela:estuvo precisa y elocuente y, en su variación y coda, a la que da un ritmo vertiginoso, fue brillante. En esta última parte, sus deboulés, con las brazos abiertos, fueron excepcionales. Majalina tiene porte, bellísimo braceo y calidez expresiva, algo más que se conjuga para hacer creíble a Nikia.
No sucede lo mismo con Elina Palchina comoGamzatti, una excelente bailarina con vuelo técnico aunquedescolorida en el temperamento del personaje: le falta majestuosidad y fuerza para un papel que debe hacer neto contraste con la personalidad de la bayadera.
A Yuri Klevtsov se lo vio muy bien en el segundo acto, sobre todo, en la coda, donde sus saltos recopilan toda la potencia de la bravura masculina. Está algo indefinido en los matices expresivos que debe darle a su personaje, un hombre que tiene fuego a la par que vive un gran desconsuelo interior.
El desempeño del cuantioso cuerpo de baile, en muchas danzas de masa, fue luminoso. El punto culminante de esta labor, a través del plantel femenino, se ve en el acto de Las Sombras, de gran pureza clásica y catalogado como uno de los fragmentos cumbres de los llamados blancos:las bailarinas avanzan en arabesques penché como delicadas apariciones hasta poblar el escenario en cuadros de enorme belleza, donde la igualdad y homogeneidad son claves.
Muy bien Silvina Perillo y Maricel De Mitri en sus variaciones en este acto; Eugenia Padilla en la danza del templo del primero, y José María Varela, como el Idolo de Bronce. La Orquesta Filarmónica, dirigida por Carlos Calleja, dio ímpetu a la obra.