A 100 años del nacimiento de Horacio Guarany, “El Potro” que se convirtió en un gran referente de nuestro folclore
Los Nocheros le rinden homenaje con una nueva canción y grabaciones encontradas
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“Si se calla el cantor, calla la vida. Porque la vida, la vida misma, es todo un canto. Si se calla el cantor, muere de espanto; la esperanza, la luz y la alegría”. Horacio Guarany –que hoy es recordado por el 100° aniversario de su nacimiento- se hizo cargo de esas palabras que escribió en uno de sus temas más famosos (incluso, se convirtieron en una película que él mismo protagonizó). Tanto, que además de cantar, nunca puso filtro a sus comentarios fuera del escenario.
Escribió algunas de las canciones folclóricas más bellas, se subió al caballo de los reclamos sociales y fue una voz que no pasó inadvertida. No pudo evitar la censura, la prohibición ni el exilio. Habrá muchas maneras de recordarlo. Reviviendo sus canciones (aunque muchas siguen sonando en los escenarios del folclore), buscando alguna reliquia que, por perdida, hoy se transforma en novedad. O tratando de abordar su pensamiento, con coherencias y contradicciones, como las de cualquier mortal.
Horacio había nacido el 15 de mayo de 1925 y fue anotado en la localidad de Las Garzas, en el chaco santafesino, como Eraclio Catalín Rodríguez. Pasó buena parte de su infancia en Alto Verde, paisaje al que volvió más de una vez a través de sus canciones. Con el sueño de ser cantor, el joven Rodríguez dejó el pago y viajó a Buenos Aires para buscar oportunidades con la música. Al principio las encontró entre tangos y boleros mientras pasaba por varios oficios. A finales de la década del cincuenta se abrió camino en el folclore y tuvo el privilegio de ser uno de los músicos de la primera camada que pasó por el escenario del Festival Nacional de Folclore de Cosquín.

El carisma demostrado en escena y los perfiles de las canciones (el amor, la denuncia y la protesta) templaron el carácter del personaje al que se apodó El Potro. Quizá por esto no fue casual que participara y ganara popularidad con dos producciones cinematográficas que tuvieron la dirección de Enrique Dawi: Si se calla el cantor, de 1973 y La vuelta de Martín Fierro, de 1974.
El repaso de varias décadas de carrera da cuenta de un Guarany de gran convocatoria, tantas veces polémico, aparentemente contradictorio en cuestiones políticas y, fundamentalmente, extravertido. Su voz se escuchaba fuerte hasta cuando susurraba. En los años 70 estuvo ligado al comunismo. Recibió amenazas y fue víctima de atentados. En 1974 se exilió en España y regresó a la Argentina a finales de 1978. A principios del año siguiente pusieron una bomba en su domicilio. Por ese motivo optó por un bajo perfil hasta el restablecimiento de la democracia. En la década del 90 continuó publicando discos y escribió tres novelas: Sapucay, El loco de la guerra y Las cartas del silencio.
Homenajes y recuerdos
Con la curaduría de uno de sus hijos, Horacio Guarani Rodríguez, el sello Universal acaba de lanzar tres volúmenes con una compilación de lo más destacado de su obra.
Además, entre las rarezas, por este aniversario Los Nocheros estrenan hoy “El amor es un viento que regresa”, tema que Guarany escribió especialmente para el grupo. Y en el marco del homenaje, se presentó ayer Camino Nochero, especial Horacio Guarany, para documentar el homenaje que los integrantes del grupo realizaron para rendirle tributo. En realidad, se trata de una charla entre los tres nocheros Mario Teruel, Rubén Ehizaguirre y Álvaro Teruel, sentados a una mesa y con empanadas y vino de por medio, que muestra una “grabación encontrada” de un encuentro con Guarany.

El cantor estaba en Salta y fue Rubén quien le dijo que quería invitarlo al cumpleaños de Mario, que era ese mismo día. El Potro aceptó rápidamente y, previo paso por una panadería, porque no quería llegar con las manos vacías, compró varias docenas de sandwiches y subió a la camioneta del nochero. Un rato después apareció de sorpresa en la casa de Mario. En esa reunión, donde también estaba el Chaqueño Palavecino, Guarany, por su particular temperamento (y acaso por la jerarquía que le daba su edad y el camino recorrido) se convirtió en el centro de la charla.
Allí comenzaron a surgir anécdotas y canciones, como “Con la raíz afuera”, aquella que refería a sus años de exilio: “Golpes de hacha que nos da la vida. Manos ciegas sin luz ni guitarra. Cuanto más larga y dura la ausencia. Más me crece mi pueblo en el alma”, se lo escucha entonar a capella.
Aunque no se lo propusiera, los temas sociales y políticos siempre lo atravesaron. O, en realidad, nunca quiso esquivarlos. Con LA NACION conversó varias veces, incluso en los momentos más críticos del país.
Durante una charla en su casa de Luján, cuando comenzaba el nuevo siglo, hablaba de los tiempos políticos, antes del comienzo de la crisis de 2001. Esto decía, a los 75 años.
La jubilación. “El peor daño que se le puede hacer a una persona es jubilarla -largaba Horacio, como un reflejo de su estado de ánimo-. Está bien jubilarse de un trabajo, pero que luego de eso haya cosas para hacer. No se le puede decir a una persona ‘quedate en tu casa’. El Estado debería encargarse de eso".
La riqueza. “Los ricos son los que tienen oro, algo que hay poco y brilla. Yo tengo papa, cebolla, querosén, árboles; canto, hago música. ¿Eso no es riqueza? No. Lo que pasa es que la vida de la gente no vale un c.... La riqueza se tendría que medir a través de otros valores. El rating de televisión se tiene que medir de otra manera. ¿O los valores son nada más que culos y tetas? Tenemos miles de festivales que dan cultura y distracción a los pueblos, pero los gobiernos no les dan un mango".

La era menemista. “Yo soy amigo de Menem, no menemista. Pero siempre tuve simpatía por actitudes positivas. También defendí a Alfonsín, me pareció genial su idea de llevar la capital a La Patagonia. Yo soy un hombre de izquierda y fui afiliado al Partido Comunista. Me parecía que la izquierda era necesaria para terminar con una derecha injusta que permite grandes fortunas mientras hay gente que vive en ranchos de chapa. Los chicos que salen de los ranchos crecen viendo la miseria y, por televisión, lo que sucede en Punta del Este. Ven la diferencia y no entienden el por qué. Alguno de esos que ve tanta injusticia, un día agarra un revólver y mata a cualquiera para sacarle el reloj, un peso o porque sí, porque tiene odio".
La canción de protesta. “Existen modas -itía Guarany-. Hubo diferentes épocas, una fue la de la canción de protesta. Era lógico, el pueblo no podía hablar. Y yo fui uno de los mayores creadores de esas canciones. Los cantores teníamos que decir lo que la gente no podía. Al llegar la democracia el pueblo comienza a defenderse solo. Eso no quita que yo tome algunos temas sociales. Pero ahora las canciones de protesta las canta el pueblo”.
Otras veces, todo lo que tenía para decir lo dijo en canciones, como aquella titulada “Volver al vino”. "Si me muero algún día, entiérrenme en Mendoza, en San Juan, allá en La Rioja, o en Cafayate la hermosa que en vino he de volver. Y cuando lloren las viñas para que rían los hombres, he de volver en las copas, y habré de mojar las bocas de mis viejos compañeros, o tal vez de la que quiero y no me pudo querer”.
En “Coplera del prisionero”, que en realidad es una creación conjunta con Armando Tejada Gómez, evitó la literalidad en la falta de libertad. Es la que empieza con una frase inmortalizada en la voz de Guarany: “Estamos prisioneros carcelero”. Pero como el mismo lo explicó, la principal referencia es al miedo como prisión. “Está más preso el que tiene miedo de gritar una injusticia que aquel que está detrás de una reja por haber tenido el coraje de gritarla”, decía antes de comenzar a cantar.
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