César Troncoso: de trabajar 25 años en un estudio contable a estar en El Eternauta y recibir un premio como Mejor actor
El actor uruguayo habló con LA NACION sobre su famoso personaje Alfredo Favalli y el “intenso rodaje” de la serie; además, se refirió a la película que le trajo una gran alegría este año
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Abril de 2025 será un mes inolvidable para el uruguayo César Troncoso. El sábado 12, se llevó el premio a Mejor actuación de la última edición del BAFICI por la película La mujer del río. Dos semanas más tarde se estrenó en Netflix, El Eternauta, la serie de Bruno Stagnaro en la que interpreta al Tano Favalli, amigo y compañero del Juan Salvo de Ricardo Darín. De un día para otro, su cara estaba en lo más alto del ranking de más de 20 países. Lo que se dice, tocar el cielo con las manos.
A Troncoso, la enumeración le hace brillar los ojos de emoción mientras la sonrisa le toma toda la cara. Y sin embargo, en la comodidad de su casa en Montevideo, el actor enseguida busca tomar distancia, no creérsela (aunque podría): “Más o menos de acuerdo a mi experiencia anterior, sé que puede pasar eso de estar seis meses sin hacer nada, sin recibir un estímulo de ningún tipo, y de pronto que te pase todo esto junto. Trabajé 25 años en un estudio contable mientras por las noches hacía piezas de teatro. Y después pedía licencias sin goce de sueldo para poder hacer alguna película. Es trabajo, pero también es placer y vocación. Con este buen momento, lo único que quiero es, de repente, viajar un poco más, meter algún gustito. El glamour, el show business y todo eso, no me llega mucho. Agradezco y disfruto mucho de toda la gente que me está mandando mensajes diciéndome ‘qué lindo lo que hacés’, pero no se me ocurre pensar en un cambio de la vida que llevé hasta ahora”.

-¿Preferís proyectos que te expongan menos que una megaproducción como El Eternauta?
-No, El Eternauta fue y es algo hermoso. Yo agradezco y estoy feliz. Lo que no hago es “cambiar de vestuario”. Me sigo vistiendo con la misma pilcha, sigo yendo a los mismos lugares y sigo paseando a la perra por la noche. No me la creo. Yo quiero vivir la vida tranqui también, ¿viste? No quiero entrar en ese vértigo demente, en el que muchas veces te vas enganchando sin darte cuenta. Me gusta más el perfil bajo. Este es un trabajo que por suerte es vocacional. Laburás mucho, pero lo hacés en un área de trabajo deseada. Eso es un privilegio que muy poca gente tiene.
-Hablando de pasear a la perra, ¿es cierto que aprovechás esos momentos para repasar los diálogos de los personajes y vas por la calle hablando solo?
-Algo de eso hay. En realidad prefiero creer que hablo con la perra, pero sí: hablo solo, tonteo, hago personajes. Lo que me salva es que mi mujer la baja a la mañana, y yo a la noche, entonces no hay nadie que pueda pensar que soy un demente, que habla solo por la calle. Quien me ve se preocupa, así que básicamente la idea es que no me vean.
-Encima ahora con la exposición es más complicado: “Ahí va el loco de Favalli”, van a decir. Con respecto al reconocimiento, ¿en Uruguay El Eternauta es “la serie de César Troncoso en la que trabaja Ricardo Darín”?
-[Risas]. No, acá hay mucho orgullo de que yo participe en la serie. Está número 1 igual que allá, pegó fuerte. Pero Darín es un clásico del Río de la Plata, ¿viste? No hay con qué darle. A mí me quieren por uruguayo, a él lo quieren por trayectoria. Es una serie por la que se me reconoce y se me agradece mucho el trabajo, pero El Eternauta es Ricardo.

-¿Qué sentiste cuando te dijeron que ibas a ser parte de este proyecto, siendo que, además de actor, sos un excelente dibujante y fanático de las historietas?
-Es verdad que dibujo, incluso en una época publicaba trabajos en una revista de acá, Mate amargo. Pero lo mío no tiene una pretensión historietista, porque una de las cosas en las que fallo es en repetir la misma cara dos veces, y eso para una historieta no conviene. A vos te conviene que Inodoro Pereyra sea siempre el mismo tipo en todos los cuadritos, y a mí eso no me sale [risas]. Pero sí, vengo de ese palo. Además, de joven compraba la revista Fierro, todavía las tengo guardadas. Leía mucho historietas. Por eso creo que El Eternauta es como el lugar justo para mí. Es más, casi te diría que es un acto de justicia divina.
-¿Tan así?
-Es una broma que hago porque yo tengo un amigo acá que también hizo el casting, al que le presté mi Eternauta, que guardaba desde hacía años. Es un actor muy talentoso, pero bastante desprolijo. Entonces un día voy a la casa a visitarlo, me siento en el living y veo que de una estantería que estaba abajo de una mesita ratona se cae una hoja suelta, la agarro y era de El Eternauta que le había dado. Me lo había despedazado. No sé cómo hizo, pero evidentemente la había leído. Cuando quedé elegido y él no, lo cargaba: ¿Ves lo que te pasó por no cuidar las revistas? [risas].
-Igual lo tuyo tampoco fue fácil, entiendo que los castings fueron varios, y que incluso tuvieron “características internacionales”.
-Hice un casting en etapas. Primero fue por Zoom desde Montevideo, después hubo una primera ida a Buenos Aires, en la que conocí a Bruno Stagnaro. Luego me fui a España a visitar a mi vieja y a mis hermanos, que viven allá, y estando en Granada recibo una llamada telefónica de mi agente: “Che, necesitan que vuelvas en el próximo vuelo, hacés el casting y te devuelven allá”. Le pregunté a mi mujer qué hacer, y me dijo: “Obviamente tenés que ir, porque si te están llevando desde acá es porque tus chances están altas”. Fui y quedé.
-¿Cómo que le preguntaste a tu mujer? ¿En algún momento dudaste en venir?
-Yo dudo siempre y también trato de bajarle la intensidad a las cosas. Prefiero quedarme corto y que los demás digan: “No, boludo, es mucho más que eso”, en lugar de decir: “lo que hice es grandioso” y que no sea para tanto. Entonces yo decía: “Ta, me están llamando de nuevo, pero capaz la cago”.
-Entonces tu participación en El Eternauta se la debemos a tu esposa...
-[Risas]. Adriana es la que me ubica y fijate que lo mismo le pasa al Tano Favalli: es la mujer la que lo ayuda a centrarse. Nada es casual en la vida. Una vez que me eligieron fueron siete meses de un rodaje muy intenso, de mucho despliegue físico, prácticamente no se usaron dobles. Yo en mi vida diaria lo único que hago es caminar, no hago fútbol, no hago gimnasia, entonces tenía un poco de temor de tanta exigencia, pero anduvo bien. Terminaba cansado pero feliz.
-¿La serie ya te generó algún rédito a nivel profesional?
-La verdad es que no. Tengo algunas expectativas que son alimentadas por un montón de gente que dice: “Loco, esto te va a cambiar, es un antes y un después”. Asumo que puede ser así, pero por ahora tengo los mismos proyectos que ya estaban: una película con producción de Uruguay y Bolivia, y otras cuatro o cinco a estrenar, tanto argentinas como uruguayas. Todavía no me pasó que venga alguien a decirme: “Che, sos tan crack que necesito hacer la próxima película contigo de protagonista”.

-Igualmente, en breve se te va a poner intenso el año con la filmación de la segunda temporada de El Eternauta. Hay mucha ansiedad por el estreno de la continuación, ¿qué podés adelantar del proyecto?
-No tengo el cronograma aún, por ahora sigo acá en Montevideo. Sé que hay cosas que están sucediendo en Buenos Aires, pero todavía no se necesita mi participación. Creo que la experiencia de esta primera entrega les habrá mostrado qué cosas hay que reafirmar, cuáles hay que desechar, qué caminos son más cortos, cuáles son más largos. Entonces creo que esta segunda temporada va a estar mucho más ajustada a las necesidades reales del contenido, pero todavía no comencé mi participación.
-¿Qué opinás de las críticas que tuvo el proyecto, incluso antes del estreno?
-Antes de que se estrenara a todos nos dijeron algo. De mí escribían: “Este flaco no parece Favalli, porque Favalli es robusto”. Aunque el personaje no era gordo, era fornido, y yo de fornido tengo poquito. Llenaba el suéter ese que yo uso, que es muy parecido al de la historieta, mucho mejor que yo. Creo que la falta de estructura ósea o muscular la compensé con un temperamento adecuado. También había gente que decía que Darín era muy grande. Pero creo que cuando empezás a ver la serie, te das cuenta de que las decisiones que tomaron como adaptadores Bruno Stagnaro, Ariel Staltari y sus colaboradores, son muy justas, muy adecuadas y muy respetuosas de la esencia de la historieta original. Lo que tiraron abajo, lo que cambiaron o lo que modificaron, son asuntos que en muchos casos refuerzan lo escrito. Todo el tema Malvinas me parece interesantísimo que haya aparecido. El corazón se mantuvo y cuando los que criticaban la vieron se dieron cuenta, y ahí empezaron a aceptarla. Yo leí muchos comentarios adversos a priori, y muy pocos comentarios adversos después. Hay gente a la que la serie no le gustó nada y está bien. Pero ya no por aquellas razones.
-Una crítica que sí se mantuvo es la de la falta de mayor compromiso político e ideológico, elemento que sí está presente en el libro y en la vida de su autor.
-Es que es una serie que tiene una vocación internacional. Hay algo de la propia realidad argentina que pide eso, pero que no es una necesidad global. Igualmente yo creo que el simple hecho de que se haya estrenado puso nuevamente la vida y lo que sucedió con Oesterheld en el centro. Medio indirectamente, pero se vuelve a instalar todo eso. Para mí hay tres frases que son muy interesantes: “Lo viejo funciona”, no aplicado precisamente a los autos sino a las personas, y también a la necesidad de que tengamos noción de qué pasó antes para poder hacer las cosas bien cuando vayamos hacia adelante. “El Sur es el nuevo Norte”, que es más una aspiración de deseo del personaje que lo dice, pero es una mirada muy necesaria. Y “Nadie se salva solo”, un concepto que, ahora más que nunca, la gente necesita escuchar y, en algún momento, si Dios quiere y todo colabora, lo internalizará. Son frases necesarias de ser dichas y de ser escuchadas.
El BAFICI, el cine argentino y el Pepe Mujica
-Hablemos de La mujer del río, la gran ganadora del BAFICI, y del hecho de que muchos ignoraban que es la última parte de una trilogía.
-Los premios que ganó son recontra merecidos, por la dedicación y el trabajo que le han puesto su director, Néstor Mazzini, y la productora Paulina Zoboli. Y más viniendo de un festival que es tan groso en la región. Nosotros hicimos primero 36 horas, después Cuando oscurece, y ahora esta. Son tres películas muy interesantes, que terminan reflejando una historia muy necesaria de contar, pero a su vez cada una de ellas tiene un colorcito propio. No son una continuación directa una de las otras, son independientes. Se pueden ver solas porque cada una tiene un ritmo diferente, y encuentran a los mismos personajes, pero en momentos diferentes de su vida. Y sin embargo, cuando las sumás lo que tenés es un panorama total de este grupo familiar. Eso me parece muy lindo.
-Es muy lindo, pero también se cuenta una historia familiar que es muy dramática, muy dura.
-En ese sentido, La mujer del río termina de redondear a un muy buen nivel la trilogía. En un punto es la más interesante porque toma otro riesgo. Es densa, potente y cuenta una historia que debe ser contada hasta que nos cansemos. La película empieza con un femicidio y va hacia atrás. Eso es algo de lo que hay que hablar siempre, ¿no? Y me parece que lo hace muy bien, es un bombazo. Ojalá se vea mucho, y ojalá en algún momento se pueda ver la trilogía en su conjunto porque va a dar otra perspectiva bien distinta, supongo, que de las películas sueltas. Me alegro mucho además de que haya recibido estos premios: el de actuación para Andrea Carballo y para mí, y Mejor película de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, porque me parece que es un dato interesante para que la trilogía, y en particular La mujer del río, tenga una mejor chance de ser vista y exhibida.

-Con respecto a la difusión de nuestro cine en el exterior, me gustaría preguntarte por una frase que te escuché decir una vez: “El cine argentino es mejor carta de presentación que el fútbol”.
-Me han maltratado un poco por eso, ¿viste? Yo de deporte no sé nada, capaz que por eso lo dije. Obviamente, el fútbol argentino es de primera línea, está claro, y también una flor de carta de presentación, pero ¿qué muestra? El fútbol muestra que se sabe jugar muy bien a la pelota. Cuando Messi habla es distinto, pero el jugador de fútbol hace gala del dominio de la pelota, la calidad; obviamente eso permite que la población del país se enorgullezca y está bien. Pero el cine muestra paisajes, idiosincrasia, modos de hablar, niveles educativos. Me parece que como herramienta de presentación de un país es algo más completo. Es cierto que describe cosas que son negativas también, pero bueno, hablar de uno es hablar también de lo negativo, ¿o no? Vos mirás, Nueva reinas, El secreto de sus ojos, y muchas otras y podés construir un panorama de cómo se vive. Hay un montón de gente en el mundo que todavía hoy cree que el sur de América del Sur está lleno de charros mexicanos con bigotones. No es mi intención menospreciar el poder del deporte, que es glorioso en muchos sentidos, pero me parece que muestra menos.
-A partir de eso imagino que estás a favor de los subsidios del Estado al cine.
-En Argentina, en Uruguay o donde sea, el Instituto de Cine tendría que estar apoyando a la producción nacional. Aunque mucha gente entienda que se está tirando la plata en películas que nadie ve, lo que está sucediendo en realidad no es eso. Cuando vos subsidiás a una película que ve muy poca gente, lo que estás haciendo es formando a un equipo técnico, a un director novel. El día de mañana es posible que ese chico que recién comienza y por el que un privado no apostaría, se transforme en un nuevo Bruno Stagnaro. Así, cuando venga una plataforma va a tener un montón de directores argentinos a los que recurrir. Además, por lo menos acá en Uruguay, el subsidio es el punto de partida para que el productor comience a buscar guita afuera. En realidad, lo que terminás haciendo es, con la plata que pusiste, generar un ingreso de dinero mucho mayor al país. Esas cosas hay que entenderlas. Y si hay algún chorro, que es un poco el argumento que yo a veces escucho con respecto a los subsidios y a cómo se usa el dinero del Instituto de Cine, metelo en cana. Pero a nadie se le ocurre cerrar su fábrica porque descubrieron a empleados metiendo la mano en la lata. Lo que tenés que hacer es echarlos o meterlos presos. El cine todavía es un muy buen negocio para todos.
![César Troncoso y Andrea Carballo [enfrentados en la imagen], los protagonistas La mujer del río, en una escena del film](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/cesar-troncoso-y-andrea-carballo-enfrentados-en-RFQCTYEJHHLG7EA2UMSDCEKE.jpeg?auth=961c2cd2812d80969f0eaefe66bae6a8a99c91fcfadb7588e6016e2775261746&width=420&height=263&quality=70&smart=true)
-Como uruguayo me gustaría preguntarte por Pepe Mujica, quien acaba de fallecer...
-Con el Pepe pasan unas cosas extrañas, ¿no? Fue una figura internacionalmente reconocida, y a nivel nacional un poco menos... Es un poco más complicado, un poco más polémico. Es lo que muchas veces sucede con la gente en su propio país, que se conocen otras zonas que no llegan al exterior, entonces te cargás un poco más de pros y contras. El Pepe de algún modo fue el hacedor del triunfo del Frente Amplio en este período, aun cuando Yamandú Orsi tiene méritos propios para estar donde está. Con el Pepe se termina una época en el Uruguay, y un modo de entender las cosas. A nivel frenteamplista, yo creo que fue la última gran figura que quedaba. Él dejó un movimiento de participación popular muy fuerte, y creo que ese movimiento va a seguir hacia adelante. A mí, un tipo que vivió todo lo que vivió, que pasó todo lo que pasó espantosamente durante mucho tiempo, pero que después fue reconocido y ganó otros espacios y que llegó a los 89 años, me parece que ya está hecho. Su camino estuvo lleno de vivencias y de vida.
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