Vivió de oficios y debía el alquiler igual que su famoso personaje Don Ramón: su historia, según uno de sus diez hijos
Su padre formó parte de la famosa vecindad del Chavo; orgulloso de su legado, Esteban Valdés habló con LA NACION sobre las enseñanzas que le dejó y la serie que está por estrenar Max
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“Mi papá murió hace 37 años, pero prendo la tele y ahí está, por eso no lo extraño tanto”, dijo Esteban Valdés en diálogo con LA NACION. Es uno de los diez hijos de Ramón Valdés, Don Ramón para la gente de la vecindad y para las cuatro generaciones que crecieron viendo cómo aquel padre solo del departamento 14 criaba entre amor y necesidades a su hija, se las ingeniaba para que le perdonaran un mes más de renta y lidiaba con sus vecinas, una que lo perseguía enamorada y la otra que lo acusaba y maltrataba.
A días del estreno de la biopic Chespirito, fue sin querer queriendo [el 5 de junio por Max], el hijo de Valdés contó que él y su familia firmaron un permiso para que la imagen de su padre pudiera usarse en la docuficción. Incluso, el escritor de Con permisito dijo monchito dijo que se emocionó al ver caracterizado como el papá de la Chilindrina a Miguel Islas.
Además, recordó a su papá fallecido en 1988 como una persona “amorosa” que supo salir de las dificultades y mostrarles un hermoso panorama de la vida. Es que, antes de la fama y ser una de las estrellas de El Chavo del 8, el actor que participó de más de cien películas, debió varias veces el alquiler y tuvo que vivir de diferentes oficios, al igual que su querido personaje.
—Se viene Chespirito, fue sin querer queriendo, ¿participaste de la producción o se aron con vos?
—No participé, pero tengo una amistad con Roberto Gómez Fernández, hijo de Chespirito y nos aron como familia por la autorización de la imagen de mi papá y se dio luz verde, y Miguel Islas es finalmente el actor que representa a mi papá. No hablamos previo al rodaje con él, lo conocí un día que me invitaron a la grabación. Llegué al estudio y estaba caracterizado de Don Ramón y fue impresionante. Fue verlo a él y ver a mi papá.
—¿Cómo fue ese encuentro?
—Lloré y nos abrazamos. Él sí sabía de mí y había mirado muchas grabaciones de mi papá.
—¿Viste ya la biopic de Chespirito?
—No, solo lo ya publicado, pero va a estar sensacional. Es impresionante el casting y cómo los actores lo reflejan, en el caso de mi papá, con mis hermanos dijimos “guau”. Estamos contentos porque un programa que tiene 50 años sigue vigente, estuvo suspendido y regresó. Y, además, viene la serie, que es la prueba de que el concepto tiene para largo y se va a compartir lo que la gente quiere saber, la vida detrás de alguien, cómo era la grabación. Estamos felices.
—¿Sos amigo del hijo de Roberto Gómez Bolaños?
—Tenemos muchos años interactuando, en 2018 abrí un canal de YouTube y lo entrevisté a él y a amigos de mi papá, como Carlos Villagrán o María Antonieta de las Nieves. Siempre me ha apoyado.
—Contamos un poco de vos, ¿sos actor también?
—En los 80, cuando era joven y bello, actué en cine, teatro y televisión, después me retiré. Con permisito dijo monchito es mi único libro, la vida de mi papá, Ramón Valdés, que fue un éxito de ventas en la Argentina, Perú, Colombia y será la base para un documental.
—¿Cuántos años tenías cuando murió tu papá?
—Tengo 64 y ahí, tenía 28. La gente no se imagina la persona detrás del personaje. Era amoroso, afectuoso, se casó tres veces: con la primera mujer tuvo dos hijos, la segunda fue mi mamá, somos tres hermanos y con la tercera el resto. Somos diez en total y tenemos recuerdos increíbles. Antes de que fuera rico y famoso vivimos con dificultades económicas, debiendo la renta y él y lo transformaban en algo divertido. Su amor y creatividad los ponía en la vida para ver las cosas diferente y con su sentido del humor.
—¿Qué cosas te acordás de él?
—Mi papá cantaba, tocaba la guitarra y crecimos viéndolo así. También pintaba al óleo y dibujaba, había hecho un mural en casa. Cocinaba muy bien, él le enseñó a cocinar a mi mamá, que era cantante y ella le enseñó a tocar la guitarra, tenía mucho humor, estuvieron juntos 15 años.

—¿Qué les cocinaba?
—De pobres nos hacía tortillas, harina, sal y agua o buñuelos o hervía unos huevos y sardinas, pero cuando hubo más dinero comíamos bacalao y romeritos. Todo delicioso.
—¿Cómo fue cuando llegó la fama?
—Pasó de ser un señor común y corriente a que todos lo reconocieran y no podía comer porque cuando alguien sabía quién era, niños y papás, se acercaban a pedirle autógrafos y ahí estaba él, dejaba de comer y atendía a la gente y se llenaba. Vivimos ese cambio nosotros, de la limitación económica y deber la renta en la vida real, a después tener, pero igual siempre con los pies en la tierra.
—¿En qué momento de tu vida estabas? ¿Cuántos años tenías?
—Cuando llegó a tener dinero, yo estaba en la secundaria. Recuerdo que compró un carro de 1976 y nos dijo que me daba las llaves, pero que no era para presumir ni sentir que era más, sino para que llevara a alguien que necesitara y a mis hermanos. No era para creernos nada. Siempre fueron generosos los Valdés y de compartir. Cuando mi papá tenía dinero llegaba a casa con amigos y los invitaba a comer.
—¿Cómo empezó en la actuación tu papá?
—En 1949, empezó con su hermano Germán Valdés, en la película Calabacitas tiernas. Hizo más de cien películas, no como estelar, no era su trabajo principal. Él vivía de oficios como carpintería, pintor, cocinero... Los oficios de Don Ramón, él los había llevado a cabo en su vida real.
—Tenía su sueño que era actuar y no paró hasta lograrlo, aunque la realidad fuera adversa y tuviera que hacer otras cosas, ¿era un ejemplo para ustedes?
—No sé hasta qué grado lo tenía como meta, le encantaba actuar, pero ni él se imaginó que su éxito no sería en cine, aunque conoció en cine a Roberto Gómez Bolaños quien lo invitó, ahí se encontraron esos dos genios.
—Era el único al que Chespirito le dejaba improvisar, ¿es así?
–Sí. Le encantaba tanto la personalidad de mi papá que le dijo que improvisara y por eso Don Ramón no es un personaje, es mi papá en la vecindad: enojón, creativo, lidiando con los vecinos, cuidando a su hija. Disfrutó mucho.
—¿Cómo era como papá?
—Nos tenía que corregir cuando nos portábamos mal y nos abrazaba cuando hacíamos algo bien, era muy afectuoso. Desde bebés, desde su primer hijo e incluyendo a sus nietos, nos bañaba. Tomó el papel como la madre, ayudaba, cantaba, cambiaba pañales, no es que mi mamá no lo hiciera, sino que lo hacían ambos, con mis hermanos nos llevamos solo un año y medio entre cada uno. Nos cuidaron bien, crecimos con mucho amor, él era amoroso y muy besucón.
-¿Qué pasó cuando se separaron?
-Cuando mis padres se separaron seguimos teniendo con él la misma relación, aunque tal vez no nos veíamos tanto, él se iba de gira y cuando regresaba venía a casa. Hubo un tiempo en el que vivía en otra ciudad y lo visitábamos, y su tercera esposa nos cocinaba, ella era de origen árabe, convivíamos todos los hermanos, los de antes, los de durante y los de después. La hija más pequeña de mi papá tenía un año cuando él se murió, la familia es muy grande, tenemos muchos primos, sobrinos, nietos y estamos orgullosos de quién fue mi papá.
—¿Lo acompañabas a las grabaciones del Chavo?
—La única vez que lo acompañé fue para una película que hizo con La India María, estuvimos dos o tres días en Houston y al programa del Chavo nos llevó una o dos veces cuando tendría 12 años. Uno no lo apreció en ese momento porque no nos imaginábamos lo que sería, pero nos llamaron la atención las luces, las cámaras, ver a los actores. Nos impresionaba como niños, pero nos cansábamos y nos íbamos a otro set.
—Y de su salida del programa, ¿qué recordás? ¿Cómo se sintió él? [En 1979, un año después de la salida de Carlos Villagrán, Ramón Valdés abandonó el ciclo].
—Fue una decisión de él, regresó un año y medio después, y ahí está la escena del reencuentro entre lágrimas con la Chilindrina (María Antonieta de las Nieves no sabía del regreso de su amigo al programa y sus lágrimas de emoción al verlo fueron reales). Ese momento fue impactante porque no imaginábamos que en el clímax de la fama y las giras, él tomaría esa decisión, pero quedó todo en buenos términos.
—La relación con María Antonieta de las Nieves era real, como se veía en pantalla.
—Sí, ella lo veía como a un papá, a mí me dice hermano. Tenemos relación, he podido entrevistarla y la veo como mi hermanita. Me invitó a su casa, conozco a sus hijos, igual que con Edgar Vivar, que hasta estuve en su circo en Lima, y con Carlos Villagrán también.
—¿Él se llevaba bien con todos? ¿Era ajeno a las diferencias entre Gómez Bolaños y Villagrán?
—Las amistades pueden tener dificultades, pero si es una amistad fuerte nada la va a afectar y eso le pasó a mi papá. No hay una sola persona de sus compañeros que tenga un mal recuerdo.
—¿Mirás sus trabajos?
—Veo más El Chavo. Si es la hora, me siento, lo veo y me muero de la risa y volvemos al tema de que don Ramón es mi papá y por eso no lo extrañamos tanto, porque murió hace 37 años, pero prendemos la tele y ahí está. El libreto es un concepto que no se va a repetir y por eso duró tanto y no caduca, disfrutamos de verlo.
—¿Qué creés que les dejó como enseñanza?
—Fue un hombre extraordinario con sus defectos y virtudes más grandes. Nos dejó una lección: “Nunca pierdan el sentido del humor”. A grandes distancias, lo comparo con la película La vida es bella porque él lograba con su creatividad cambiarnos el panorama.
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