Ambientada en 1972, la serie remite al cine de los 70, en particular al microgénero de películas de persecuciones implacables
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Duster (Idem, EEUU / 2025). Creada por J.J. Abrams y Latoya Morgan. Guion: J.J. Abrams, Latoya Morgan, Sue Chung, Matt Lambert y otros. Fotografía: Celiana Cárdenas. Música: Laura Karpman. Montaje: Mark Goldman. Elenco: Josh Holloway, Rachel Hilson, Keith David, Greg Grunberg, Camille Guaty y Asivak Koostachin. Disponible: todos los jueves a las 22 en HBO Max. Nuestra opinión: buena.
Antes de la de era de “las series”, antes de Los Soprano, de Mad Men, de Lost, de Breaking Bad o de The Wire, antes incluso de que Twin Peaks o The X-Files mostraran algo que nunca se había visto en la pantalla chica, la televisión era un medio más modesto que no tenía la pretensión de superar en originalidad, innovación u osadía al cine. Hasta hace unas tres décadas, las series se conformaban con ser el pariente pobre del largometraje y se concentraban en narrar competentemente en 50 minutos y con un presupuesto acotado una historia amena protagonizada por personajes carismáticos o al menos lo suficientemente atractivos o singulares como para querer volver a verlos.
Columbo, BJ, Magnum, Ladrón sin destino, V Invasión extraterrestre, MacGyver, Kung Fu o Viaje a la estrellas, por citar ejemplos al azar, podían estar más o menos logradas pero no tenían la pretensión de reinventar la rueda sino de ofrecer un entretenimiento eficaz que apelaba a una batería de tácticas probadas para atrapar a la mayor cantidad de espectadores. Este tipo de series menguó pero nunca dejó de existir, ya sea en versiones actuales (a veces fallidas) de los mismos títulos o en nuevos como Banshee, Justified o la reciente y extraordinaria Reacher. Sin embargo, solían quedar ocultas bajo el bullicio provocado por los relatos que llevaban el estandarte de la era “peak tv”. Si esas series ampulosas quieren ser la versión actual de la gran novela norteamericana, estas otras son la novela pulp, un entretenimiento popular que no pide perdón por invocar recursos vulgares con tal de cautivar a sus espectadores.
Quizás la buena recepción de Reacher hizo que este tipo de relato bastardo que apunta sin vergüenza a golpear bajo el cinturón de la pretensión artística cobrara más visibilidad y aparecieran otros. Creada por J.J. Abrams (Lost) y Latoya Morgan (Shameless), Duster debe ser ubicada dentro de esta tradición innoble, aunque con plena autoconciencia de su estirpe y voluntad de pertenecer a ella. El título se refiere a un modelo de coupé deportiva vintage, el automóvil que maneja el protagonista Jim Ellis (Josh Holloway), quien es un chofer especializado en el arte de la fuga motorizada a máxima velocidad. Ambientada en 1972, la serie -tal como el coche que le da nombre- es un artefacto que remite no al mundo sino al cine de los 70, en particular al microgénero de películas de persecuciones implacables como Bullitt, Duelo y especialmente el clásico de culto Vanishing Point, un film (guionado por Guillermo Cabrera Infante) tan cool que Tarantino la citó sin descanso en Death Proof y Primal Scream le dedicó un disco.
Clichés
El otro género setentista que modula la estética de la serie es el llamado “blaxploitation”, los policiales ultraviolentos protagonizados por actores negros que explotaban los clichés acerca de la negritud como una sexualidad sobrehumana o la determinación genética por dedicarse al proxenetismo o al tráfico de drogas. Así como el chofer Ellis vive en aquel primer subgénero e intenta encarnar la esencia de la estrella masculina de los 70, un remedo de Steve McQueen que compensa el diferencial de carisma con mejores biceps, la protagonista femenina, Nina Hayes (Rachel Hilson), hace lo propio dentro del otro rubro mencionado: la implacable agente negra del FBI cita a la luminaria femenina del blaxploitation Pam Grier, aunque con su afro, sus gafas oscuras y sus catsuits de colores primarios se pasa de largo para llegar a ser casi una imitación de Foxxy Cleopatra, el personaje de Beyoncé Knowles en Austin Powers.
La serie sufre de un exceso de significación, quiere ser tan cool que su universo de citas está sobrecargado y eso la lleva al terreno de la ironía. La peluca del villano Ezra Saxton (Keith David), al menos, no puede ser tomada en serio. En suma, resulta difícil no mantenernos a cierta distancia de lo que se cuenta porque tanto artificio dirige la atención sobre sí mismo en lugar de volcarla sobre el relato.
Como es esperable, hay gran cantidad de persecuciones automovilísticas irreprochablemente realizadas que redoblan otro juego del gato y el ratón: el de la agente Hayes sobre el delincuente Ellis, a quien primero intenta capturar y luego captar como informante para ir tras el pez gordo Saxton. Ellis, primero se resiste, pero luego descubre que Saxton, quien se muestra como su mentor, podría haber sido responsable del asesinato de su hermano.
Como queda claro, no hay nada de lo que se muestra o cuenta aquí que no se haya hecho antes. Pero tal es el punto de este serie: no apuesta a ser un relato innovador, a romper el molde, sino a recrear impunemente un mundo frecuentado, reconocible y cautivante al que los espectadores puedan entregarse sin mayor esfuerzo, casi como un placer culposo, una hora a la semana.
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