¿Asesinato o suicidio? La extraña muerte de Natalia Fraticelli conmovió al país: qué es de la vida de su padre, el ex juez de Rufino
El 20 de mayo de 2000, hace exactamente 25 años, la joven apareció muerta con una bolsa en la cabeza; su madre se suicidó poco después, su padre pudo rehacer su vida
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“Me reventaron para siempre a mí y a toda la familia. ¿Sabés lo que significa que te acusen de matar a tu propia niña que viste nacer? Si no salgo sobreseído, prefiero pudrirme en la cárcel”, repetía el por entonces juez de Rufino Carlos Fraticelli desde una gélida celda de la alcaldía de Melincué a la que definió como una morgue, luego de que lo detuvieran y lo señalaran junto a su esposa, Graciela Dieser, de ser los autores del crimen de su hija Natalia.

Hoy, con el correr del tiempo, transcurridos 25 años de aquel trágico 20 de mayo de 2000 cuando la encontraron muerta, el recuerdo y el dolor permanecen en su mente, más allá de que logró reconstruir su vida como pudo, ya que no solo perdió a su primogénita de por entonces tan solo quince años. Su mujer, de la que luego se separó, ingirió sedantes y se suicidó el 11 de abril de 2012 en la vivienda en la que residía en Rafaela, adonde se había mudado, dejando algunas cartas. En una de ellas, dirigida al juez que le tocara investigar su muerte, manifestaba su deseo de “reencontrarse” con su hija. Por eso Fraticelli habló de la disolución de aquel hogar que habían soñado juntos y del que también formaba parte su hijo Franco.

Docente y abogado
Por estos días, el ex magistrado continúa en pareja con Norma Tejedor, psicóloga social, profesora de letras y la terapeuta que supo contenerlo en sus momentos más terribles. Juntos escribieron el libro Divina justicia, el cielo lo sabía, dedicado a Natalia, una crónica autobiográfica en la que cuenta detalles de su detención y su versión sobre las circunstancias que rodearon la muerte.

“Él además dedicó su tiempo primero a la docencia, como profesor, dando clases de Derecho en la carrera de Recursos Humanos en el turno noche del Terciario del Colegio Superior 50 hasta que se jubiló. Esa actividad la complementó con la profesión de abogado, que sigue desarrollando hasta la actualidad, con casos tanto civiles como penales, matriculado en el Libro 4 Folio 196 del Colegio de la Tercera Circunscripción Judicial”, confirmaron a LA NACIÓN desde el portal rufinoweb.com.ar.
En Rufino donde desarrolló su vida profesional y familiar volvió a ser uno más, sin sentir el peso de las miradas de entonces, cuando estaba bajo la lupa de la Justicia e intentaba dar explicaciones que pocos escuchaban. “Yo estaba obnubilado esa noche previa a la muerte de Naty, venía de un encuentro extramatrimonial”, supo reconocer en su momento la infidelidad que cometió. “La noche que murió Natalia tuve sexo durante cuatro horas”, precisó luego, en su libro.

20 de mayo de 2000
Al otro día él y su mujer hallaron muerta a Natalia en su cama. “Con una bolsa en la cabeza”, coincidieron ambos. Pero no llamaron de inmediato a la policía... Por el contrario, el primero en llegar a la casa fue el médico Hugo Costa, convocado por el propio Fraticelli, y constató que Natalia, de 15 años, estaba muerta. Diez minutos más tarde arribó el doctor Víctor Pautasso, colega y amigo del entonces juez, quien llamó de inmediato al forense y obstetra Juan Carlos Maggi. Este último luego le confió al juez a cargo de la causa, Carlos Risso, lo que repetía Fraticelli: “Natalia tenía una bufanda en el cuello y las manos atadas con un pañuelo. Le pregunté cuántos nudos tenía –detalló Maggi-, y me dijo que podían ser dos o tres, y que le había dado trabajo desatarlos. Pero pude constatar que no tenía marcas de haber estado anudado. Además, en el escritorio de la planta alta había bolsas similares a las que me mostraron como las utilizadas en el hecho. Para mí se modificó el escenario del crimen”, precisó.
El nerviosismo reinaba y todo era caos y confusión. Fraticelli insistía con la teoría del robo y de una venganza: “Mataron a la Nati, mataron a la Nati. Esta me la dieron a mí. La encontré con estas bolsitas puestas en la cabeza y con las manos atadas. Además me falta plata. Te lo juro por la amistad que nos une Víctor (Pautasso), en esto no tengo nada que ver”.

El comisario de Rufino, Jorge Villalba, que recién llegó a la casa a las 9 de la mañana, destacó ante el juez Risso circunstancias que le llamaron la atención: “Fraticelli me insistía con que ‘entraron por acá’, señalando la puerta del balcón. Vi que la cortina de enrollar sólo estaba levantada unos cincuenta centímetros. Entonces le pregunté: ‘¿quién entró por acá, Superman?’. Además no había huellas. Por su actitud empecé a ver las cosas de otra manera. Más cuando observé expedientes sobre su escritorio y uno estaba envuelto con una bolsa idéntica a las que se encontraron al lado del cuerpo de Natalia”.
Mientras tanto, Fraticelli dudaba y preguntaba a los médicos si su hija podía haberse suicidado, generando más confusión, ya que por un lado insistía con que entraron a robar y la mataron a manera de venganza, pero por otro planteaba la posibilidad de que Natalia se hubiese quitado la vida.

Las contradicciones no solo eran propiedad de él, también los doctores confrontaban. El médico policial Ulises Cardozo, entonces jefe de Medicina Criminalística de la Unidad Regional II de Rosario expresó al respecto: “No puedo afirmar que la estrangularon porque sería la primera vez que alguien que lo hace no deja la marca de sus dedos sobre la piel de la víctima”.
Por su parte, Oscar Sánchez, director del Instituto Médico Legal de Rosario, decía: “En los músculos del cuello se encontraron manchas conocidas como equimosis. Se producen por la extravasación de la sangre por una fuerte ligadura, golpe o causas similares”.
El estudio histopatológico estableció que la víctima tenía marcados tres dedos en el cuello: “La adolescente murió por estrangulamiento, como lo indicó la primera autopsia. Quien la ahorcó le fracturó el hueso hioides, situado a la altura de la laringe”.

Quienes no adherían a ese punto de vista consideraban que el hioides se lo habían fracturado durante la autopsia. Eso fue lo que le ocurrió al responsable, doctor Luis Pettinari, que primero omitió decirlo, pero más adelante lo aceptó en medio de una gran depresión que le ocasionó la muerte. Así, la verdad salió a la luz: Natalia no fue asfixiada. Pero pese a eso el juez Carlos Risso siguió adelante la instrucción acusando a ambos padres. Y el juez de Melincué, Fernando Vidal, condenó a Fraticelli y a su mujer como autores del crimen.
Condenados y absueltos
En noviembre de 2000, Carlos Fraticelli fue destituido y quedó detenido en la Alcaldía de Melincué acusado de homicidio, luego de que un tribunal le quitó los fueros que durante seis meses le otorgaron inmunidad y le permitieron permanecer en libertad sin poder ser indagado por el crimen.


El 14 de mayo de 2002, Fraticelli y Dieser fueron condenados a prisión perpetua como coautores de homicidio doblemente calificado por el vínculo y por alevosía.
En 2006, la Corte Suprema de Justicia de la Nación anuló la sentencia y ordenó que se dictara un nuevo fallo. Finalmente, en 2009, la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto revocó la condena a los padres de Natalia y los terminó absolviendo.
En 2016, ya ocurrido el suicidio de la madre de la víctima, Graciela Dieser, la Corte dejó firme el fallo que absolvió al exjuez por la muerte de su hija basado en que “la falta de certeza sobre la acusación hacía imposible destruir la situación de inocencia”. Y criticó con dureza los tiempos que se tomó la justicia para finalmente no resolver el caso: “Un procedimiento que se ha prolongado durante más de catorce años excede todo parámetro razonable, dilatando el estado de indefinición se ha mantenido a los imputados en violación de su derecho constitucional a obtener un pronunciamiento judicial en un plazo razonable”.

La Corte también remarcó como crítica que se había investigado una sola hipótesis en quince años de trabajo. “Así, nunca sabremos si a Natalia la mataron o se suicidó”. La autopsia sí determinó que había ingerido Uxen Retard, un antidepresivo que tomaba su abuela, contraindicado para personas que sufrían epilepsia, como era su caso, que podían causar efectos secundarios graves y también la muerte.
Todavía resuena y conmueve el testimonio que dio Graciela Dieser, la mamá de Natalia, ante la policía dos días después de su muerte, para luego quedar presa: “Alrededor de las nueve de la noche del viernes Natalia me preguntó si tenía salchichas; quería comerlas con arroz. Mientras le preparaba la cena se sentó en el mesón a mi lado y me dijo que no se arrepentía de no haber ido a la reunión (N de la R: esa noche la joven se iba a juntar en una casa con amigas pero prefirió quedarse con su mamá). Terminamos de cenar como a las nueve y cuarto. Me ayudó a lavar los platos y ordenamos todo. Mientras mirábamos VideoMatch me dijo: ‘Vamos a ver también Buenos Vecinos’. Le di la medicación (N de la R: Natalia padecía un leve retraso madurativo). A las once menos veinte me dijo que tenía sueño. Se quedó dormida. Le di un beso y apagué el televisor. Fui a mi dormitorio y me puse a rezar el rosario. También me dormí y no escuché en qué momento llegó mi marido. A las siete menos cuarto él se levantó para ir al baño y se volvió a acostar. Me desperté a las 8.20 y busco la medicación de Natalia. La llevo arriba y veo a mi hija que estaba con una bolsa de nylon en la cabeza hasta el mentón, que no le llegaba a cubrir la totalidad del cuello. Entonces empiezo a gritar: ‘Carlos, Carlos, mirá lo que le pasó a la Nati’. Entre los dos le sacamos la bolsa de la cabeza. Vemos que tenía un pañuelo en su muñeca y Carlos se lo saca, pero fácilmente, porque estaba como suelto. Cuando él estaba llamando al médico por teléfono, yo le grito: ‘Está calentita, está viva, está viva’. Me abrazo a ella, la tapo hasta los hombros y le acomodo los pies, ya que era su costumbre dormir sacando los pies por debajo de la colcha”.

A los pocos días, mientras su esposa estaba detenida, el entonces juez de Rufino Carlos Fraticelli (que sólo seguía libre porque tenía fueros) intentó suicidarse. Tomó 38 pastillas de Tranquinal. Estuvo varios días internado y los médicos le salvaron la vida.
Hoy, Carlos Fraticelli prefiere no recordar esos momentos tan violentos y tristes. Sigue cuidando su salud, camina varios kilómetros por semana, anda en bicicleta, y agradece siempre la contención que le brindó Norma como terapeuta, luego su compañera, que lo ayudó en su peor momento, después de haber perdido 25 kilos, con su salud en crisis a causa del encierro en un nauseabundo calabozo sospechado de un delito aberrante.