
¿Ingenuidad? ¿Amor? ¿Codicia? ¿Qué puede motivar a un físico teórico a cruzar fronteras con una valija llena de cocaína? La increíble historia de un hombre soberbio pero infantil, educado en la Universidad de Oxford y preso en Devoto.

En noviembre de 2011 Paul Frampton, un físico teórico dedicado al estudio de las partículas, conoció mediante el sitio de citas Mate1.com a Denise Milani, una modelo checa de trajes de baño. Ella era hermosa: morocha, de ojos negros y con más de cien de busto. En algunas fotos se la ve posando burlona y seductora; en otras, muestra una sonrisa cálida. Al poco tiempo, Frampton y Milani ya chateaban casi todos los días. Cuando Frampton volvía a casa de la universidad –había sido profesor del Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, durante los últimos treinta años–, su computadora sonaba. "¿Estás por ahí, mi amor?". Chateaban por Yahoo! Messenger un rato y después él se alejaba de la computadora para ocuparse de otras cosas. A la media hora, sonaba otra vez. Siempre era Milani. "Ahora, ¿qué estás haciendo?".
Frampton había estado muy solo desde su divorcio, tres años antes; ahora parecía que la soledad terminaba. Milani le dijo que quería cambiar de vida. Estaba cansada, dijo, de ser una "modelo glamorosa" y de que los hombres la miraran con lujuria. Quería sentar cabeza, tener hijos. Pero le preocupaba lo que él pudiera pensar de ella. "¿Te parece que podrías sentirte orgulloso de mí?". Él le aseguró que sí.
Frampton trató de hablar por teléfono con Milani, pero ella siempre ponía alguna excusa. Cuando finalmente accedió a conocerlo en persona, le pidió que volara a La Paz, Bolivia, donde estaba haciendo una producción de fotos. El 27 de enero de 2012, Frampton viajó a Bolivia vía Toronto y Santiago de Chile. A sus 68 años, soñaba con encontrar una esposa con la que tener hijos. Se imaginaba presentándosela a sus colegas. Solo le preocupaba una cosa: ella le había contado que todo el tiempo los hombres la invitaban a salir. ¿Se le habrían subido los humos a la cabeza? Pero después se acordaba de lo cómodo que se sentía cuando chateaba con ella, como si tuviera una compañera en el cuarto de al lado. Y él sabía que ella lo amaba. Se lo había dicho muchas veces.
Frampton no pensaba estar de viaje mucho tiempo. Tenía que volver para dar clases. Por eso dejó el auto en el aeropuerto. Muy pronto, esperaba, estaría de vuelta con Milani. Lo primero que salió mal fue que el pasaje electrónico que le mandó Milani a Frampton para el tramo Toronto-Santiago no tenía validez, por lo que se quedó varado en el aeropuerto de Toronto un día entero. Finalmente, Frampton llegó a La Paz, cuatro días después de haber salido de su casa. Pensó que iba a encontrarse con Milani la mañana siguiente, pero entonces la habían llamado para otra producción en Bruselas. Le prometió mandarle un pasaje para que se encontraran ahí, así que Frampton, que había reservado una habitación en el Eva Palace Hotel, se dedicó a escribir un trabajo sobre física mientras esperaba que se lo mandara. Hablaba todo el tiempo con Milani. Al final le llegó un pasaje para Buenos Aires junto con la promesa de que pronto le enviaría el pasaje a Bruselas. Lo único que le pedía Milani es que le hiciera un favor: que le llevara una valija que se había olvidado en La Paz.
Mientras estaba en Bolivia, Frampton se escribió con John Dixon, un viejo amigo, profesor de Física y abogado. Cuando Frampton le explicó en qué andaba, Dixon se preocupó. Los consejos que le dio fueron bastante claros, me contó Dixon hace poco, todavía algo enojado:"Le dije: ‘Adentro de esa valija, cosida al forro, va a haber cocaína. Te vas a meter en problemas’. Paul le dijo: ‘Voy a tener cuidado, me voy a asegurar de que no haya cocaína y, si la hay, les pediré que la saquen’. Yo pensé que lo iban a secuestrar y a torturar para sacarle plata. No sabía que él no tenía dinero. Le dije: ‘Te van a matar, Paul, ¿a quién llamo si desaparecés?’. Y él me contestó: ‘Llamá a mi hermano y a mi ex mujer’". Frampton después me dijo que no les prestó mucha atención a las advertencias de Dixon sobre la droga.
En la noche del 20 de enero, nueve días después de aterrizar en Bolivia, un hombre al que Frampton describe como "hispánico", pero al que no pudo ver muy bien, le dio la valija en una calle oscura enfrente de su hotel. Frampton se esperaba una Hermès o una Louis Vuitton, pero la valija era una de esas comunes, de tela negra con rueditas. De vuelta en su habitación, la abrió. Estaba vacía. Le escribió a Milani y le preguntó por qué era tan importante esa valija. Ella le dijo que tenía "valor sentimental".
La mañana siguiente, la llenó con su ropa sucia y salió para el aeropuerto.
Frampton voló de La Paz a Buenos Aires; cuando cruzó la aduana no tuvo problemas. Dice que se pasó las siguientes cuarenta horas en el Aeropuerto de Ezeiza sin dormir, escribiendo su trabajo y chequeando su mail todo el tiempo para ver si el pasaje a Bruselas llegaba. Cuando llegó, Frampton ya le había pedido a un amigo que le mandara un pasaje a Raleigh. Se había ido quince días y ya quería volver a casa. Pensó que Milani tal vez podría aparecer en Carolina del Norte y reclamar su valija, así que despachó las dos, la de él y la de ella, y se dirigió a la puerta de embarque. Pero unos minutos después escuchó que lo llamaban por los altavoces. Pensó que lo querrían pasar a primera clase, pero, cuando llegó al mostrador de la aerolínea, había varios policías esperándolo. Le pidieron que identificara su equipaje. "Esa es mi valija –dijo–, la otra no es mía, pero yo la despaché". Esperó que la policía revisara los contenidos de un paquete que encontraron en la valija de Milani. Un rato más tarde, lo detuvieron.
Conocí a Frampton el año pasado, en la oficina de un pabellón de Devoto, una de las pocas cárceles antiguas de Buenos Aires. Sus ventanas no cierran y la lluvia gotea desde los techos. "Hola, profesor, ¿ya ganó el Nobel?", le gritó un guardia a Frampton cuando pasó. Tenía puesto un equipo de gimnasia Adidas ( "Parece que Adidas tiene una franquicia en Devoto", me dijo), zapatillas de correr y una campera Barbour gastada para mantenerse abrigado. "Estas son las camperas que usa la familia real, son para cazar", dijo Frampton, que se crio en Inglaterra. "¿Ves? Tiene este bolsillo atrás en donde se pone el pájaro muerto". Hacía ocho meses que Frampton estaba en Devoto esperando que empezara el juicio en que se lo imputó por haber transportado dos kilos de cocaína al país. No lo encerraron en una celda individual, sino en un pabellón grupal con ochenta hombres que están acusados de tráfico y contrabando de drogas, la mayoría proveniente de otros países de América latina. Frampton nunca había probado drogas. Ahora, estaba viviendo con gente no solo versada en las complejidades del tráfico de drogas, sino que también fumaba marihuana o tomaba cocaína. De noche, el pabellón siempre se iluminaba con las llamas sostenidas bajo las cucharas con que los internos cocinaban el paco. Cada vez que su caso salía en el noticiero, mostraban fotos de Denise Milani y los presos vitoreaban y lo aplaudían.
"Acá adentro soy medio famoso", contó Frampton. Desde que lo detuvieron dijo que fue víctima de un engaño –incluso cuando todavía no se había dado cuenta de que la Milani con la que se escribía no era la Milani verdadera–, y estaba seguro de que todo lo que le había pasado era un error que pronto se resolvería. Respondió todas mis preguntas sobre su situación en ese momento con simpatía. Pero hizo un pedido: "Después de esta pasamos a la física, ¿no?".
Finalmente, con los ojos llenos de un entusiasmo infantil, tosiendo espasmódicamente –tenía un problema en los pulmones, que empeoró con el aire viciado de humo de la cárcel–, me habló sobre lo que él llama sus "catorce descubrimientos innovadores", que había escrito para mí en un pedazo de papel. Frampton cerró nuestra entrevista, un poco en serio y un poco en chiste: "Fui coautor con tres premios Nobel. Solo once físicos teóricos lo han logrado. Seis de ellos también ganaron el premio. Según esta lógica, tengo 55% de posibilidades de ganarme el Nobel".
En un principio, la historia de cómo alguien como Frampton, catedrático de la Universidad de Carolina del Norte y consultor del Departamento de Energía del Estado, termina preso en Devoto parece clásica: un científico brillante se mete en problemas cuando sale a explorar el mundo real. Desde que lo detuvieron, ha alimentado esta historia, puliendo su perfil de científico loco con frases como "Soy así de ingenuo" o "Mi mente funciona de manera extraña".
Los que lo conocen bien lo describen como un sabio idiota, alguien que puede haber sido engañado fácilmente por quien se hizo pasar por Milani. "Paul no tuvo mucha experiencia con mujeres", dice Richard Czerniawski, un químico que estudió con Frampton en Oxford y que ahora vive en Buenos Aires. Frampton se casó por primera vez a los 50 años con Anne-Marie Frampton, de 52, una sa que vivía en Estados Unidos y que se considera una groupie de la física: "Yo no entendía todo lo que decía Paul, porque no sé tanta matemática, pero entendía el lenguaje y, si no entendía, igual podía escuchar la música de la física". El matrimonio se divorció en 2008, pero todavía siguen siendo amigos. Anne-Marie describe a su ex marido como un muy buen científico con la edad emocional de un niño de 3 años. "Me quedé estupefacta, pero no me sorprendió", dijo sobre la llamada que recibió de Frampton desde la cárcel de Devoto. "Paul viajó bastante, pero ni siquiera le presta atención a frases como ‘No lleve ninguna valija que no le pertenezca’. Está en otro mundo, en un universo paralelo".
Una anécdota sobre la búsqueda de una vida nueva ciertamente refuerza esta opinión. Poco después de divorciarse, a la edad de 64, Frampton estaba preocupado por conseguir una esposa de entre 18 y 35 años, que según él es la etapa más fértil de la mujer. Hubo una candidata prometedora, una joven china. Después de intercambiar mails durante bastante tiempo, Frampton arregló un encuentro con ella en un viaje a China que hizo para visitar a un científico eminente, pero estuvieron reunidos una hora y el encuentro "no anduvo muy bien". La siguiente candidata fue Milani. "Me pidió que la buscara en internet", recuerda Dixon. "Pensé que estaba loco, y se lo dije. ‘No es la persona real la que te habla. ¿Por qué te pensás que una mujer joven como esta se podría interesar en un viejo como vos?’. Pero estaba seguro de que tenía una novia joven y hermosa que quería casarse con él". Más adelante, cuando le pregunté a Frampton qué lo había hecho pensar que Milani podría estar interesada, respondió: "Ya sé, me han acusado de ser bastante vanidoso".

En un período de tres meses, Frampton me llamó a mi casa, desde la cárcel, cuarenta y dos veces. Llamaba para contarme las últimas noticias. Una columna de opinión "brillante" que había escrito para un diario de Raleigh sobre la jugada ilegal del rector de la Universidad de Carolina del Norte, que le había quitado el sueldo sin seguir procedimiento legal alguno, y que logró que fuera despedido. (El rector le había otorgado sesenta días de licencia con goce de sueldo, y luego se la suspendió hasta que pudiera retomar sus actividades como profesor. Frampton presentó una demanda judicial para recuperar su salario, pero la perdió). Estaba muy contento con el despido del rector, porque el recorte de su salario lo había afectado muchísimo. Sin dinero ahorrado, no pudo pagarle a un abogado particular y tuvo que conformarse con un abogado sobrepasado de trabajo que le otorgó el Estado. Dejó de pagar su seguro médico, y su auto y su departamento en Chapel Hill estaban en riesgo.
Finalmente, se supo que el rector, de todas formas, iba a renunciar en junio de 2013 y que seguiría siendo parte del cuerpo docente. A Frampton no pareció importarle que su suerte estuviera atada a la del rector. Ahora estaba entusiasmado con otra cosa. La presidenta de Harvard, le dijeron, había recibido un memo sobre su caso con vistas a que se lo mencionara a Cristina Fernández de Kirchner. "Creo que nunca estuve en boca de dos personas tan importantes en toda mi vida", reflexionó Frampton. (La presidenta de Harvard nunca recibió un memo sobre él, y tampoco discutió sobre su caso con Cristina Kirchner). A veces me informaba, esperanzado, de que pronto le otorgarían el arresto domiciliario. (Su abogado argentino, Ignacio Anitua, pidió el arresto domiciliario dada la edad de su cliente y su enfermedad pulmonar, pero la solicitud todavía no se había resuelto). Me pidió que le llevara queso gruyère, queso azul, curry en polvo, ají picante, cuadernos, anteojos para leer y tarjetas telefónicas, y se mostró frustrado por la lentitud con que parecía avanzar su caso. Parecía especialmente molesto porque la policía todavía no le había entregado a su abogado defensor los mensajes de texto del 20 de enero, el día de la entrega de la valija, que estaban grabados en el teléfono celular que le confiscaron, a pesar de que lo había pedido varias veces. "Si se leen esos mensajes queda claro que la valija no era mía", me dijo. "Eso debería bastar para que me absuelvan". (Su abogado me dijo que tenía los mensajes de texto, pero que no servirían para probar su inocencia).
Un lunes, Frampton me llamó tres veces, la primera a las tres de la tarde. Estaba animado y habló un rato largo de la "situación volátil" en la universidad, que todavía no le había restituido el sueldo. Llamó otra vez a las seis de la tarde. Me dijo que después de estar un mes preso, algunos de sus compañeros lo convencieron de que la mujer con la que él pensó que estaba chateando probablemente había sido un hombre haciéndose pasar por ella. La verdadera Denise Milani nunca fue acusada de haber participado en el contrabando de drogas y no tiene relación alguna con Frampton. "La única conexión que existe entre nosotros es a través de los medios internacionales", itió Frampton. Milani fue entrevistada por el diario británico Daily Mail y dijo que le preocupaba que su nombre se asociara con el contrabando de drogas, que temía por su vida y por la de su hijo de 12 años, y que sentía lástima por el profesor. "A mí ella también me da lástima", dijo Frampton. (A pesar de que hubo varios intentos por comunicarse con ella, Milani nunca se prestó a hacer comentarios). La tercera llamada fue a las ocho de la noche. "Puede haber represalias. Me podrían matar". Había escuchado a los dealers y contrabandistas con los que estaba viviendo hablar sobre lo que sucede cuando una mula pierde el cargamento.
En general, Frampton tiende a verse como el centro del universo, no importa en qué ambiente se mueva. Se crió en Worcestershire, Inglaterra, según él, en "una familia de clase media baja". Su madre lo alentaba a que les contara a todos los vecinos sobre las excelentes notas que se sacaba en el colegio, una práctica que tal vez llevó al joven Frampton a confundir los laureles con el amor. A los 18 empezó a estudiar en Brasenose, Oxford, y se doctoró en 1968. Le ofrecieron varios puestos para hacer posdoctorados, incluso uno en Princeton y otro en la Universidad de Chicago. Le aconsejaron que fuera a estudiar a Chicago con el físico japonés Yoichiro Nambu. Nambu era un intelectual importantísimo de la física, pero quienes aconsejaron a Frampton tal vez tenían otras razones en mente: Nambu, que en 2008 ganó el Premio Nobel, no tiene, según Frampton, "sorprendentemente, ni una pizca de ego".
Si uno escucha a Frampton, su vida parece una sucesión sin fisuras de notas excelentes, títulos cada vez más importantes e innumerables citas de su trabajo en las áreas de cosmología y física. Hay mucha verdad en ello. "Siempre fue muy creativo a la hora de pensar nuevas ideas y extender los límites del modelo estándar de la física de las partículas", dice el profesor Edward Witten, del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton. Pero también está la tendencia de Frampton a transferir sus logros profesionales a su vida personal. En una charla que, según un colega, fue "muy desubicada y vanidosa", en ocasión del octogésimo cumpleaños de Murray Gell-Mann, Premio Nobel de Física, Frampton se adentró en su autobiografía y contó que a los 4 años, dada su habilidad para multiplicar números mentalmente, se consideraba "más inteligente que Newton". Repitió esta frase varias veces en la charla. Intercaló las notas que se había sacado en Oxford e hizo cálculos y esbozó hipótesis acerca de que estas, según dijo, demostraban que él, al igual que Newton, estaba en el primer percentil de inteligencia. Frampton insiste en que era todo un chiste, y en que su sentido del humor fue interpretado como jactancia. Sin embargo, en muchas de nuestras conversaciones insistió en la idea de que él es excepcional. En nuestro primer encuentro, cuando le pregunté qué le resultaba atractivo de Milani, dijo: "No quisiera ofender a las presentes –refiriéndose a mí y a la representante del servicio penitenciario–, pero, para empezar, está en el primer percentil de belleza". En un mail a Milani –en realidad a la falsa Milani–, Frampton escribió que "según pasan los días, y cuanto más lo pienso, más caigo en la cuenta de que somos la pareja perfecta en todos los aspectos".
La estrategia de la defensa de Frampton fue la de presentarlo como un hombre brillante pero fuera de o con la realidad cotidiana. Consultaron a un psicólogo, que opinó que es increíblemente inocente, aunque no tiene enfermedad mental alguna. Los jueces enviaron a sus propios médicos, que lo declararon normal. Se presentaron tres evaluaciones psicológicas distintas en el juicio. Dos de ellas coincidieron en que su personalidad tiene rasgos narcisistas y que tiene una imagen exagerada y poco realista de sí mismo. Una de ellas concluyó que esto no constituye una patología, pero la otra sugirió que algunos aspectos patológicos de este narcisismo le causan ciertas lagunas a la hora de entender la realidad.
Fidel Schaposnik, un profesor de Física de la Universidad de La Plata que, junto con la Universidad de Buenos Aires, le ofreció a Frampton un puesto de profesor visitante para que pudiera salir de la cárcel mientras esperaba el juicio, dijo de Frampton: "Es el típico estudiante de Oxford. Sabe que es parte de una elite y no se imaginó nunca que algo así podía pasarle a él". De hecho, para Frampton los académicos son inadaptados sociales creativos que se merecen una protección especial. "La gente socialmente inepta puede ser muy creativa", me dijo una tarde por teléfono.
Hubo un caso similar al de Frampton el año pasado, el de una neozelandesa llamada Sharon Armstrong. Al igual que Frampton, Armstrong, una ex ejecutiva de la Comisión Lingüística Maorí, dijo que conoció a su novio en un sitio de citas por internet y, después de meses de o online, planificó un encuentro con él en el extranjero, pasando primero por Buenos Aires camino a Londres para llevarle unos contratos importantes que él le había pedido. La agarraron con una valija con cinco kilos de cocaína. Luego de que ambos fueran mencionados en varios artículos, Armstrong se puso en o con Frampton. Los jueces en su caso –le dieron una condena de cuatro años y diez meses– iban a ser los mismos que en el caso de Frampton.
Según Rusty Payne, vocero de la istración Federal Antidrogas de los Estados Unidos, si Frampton y Armstrong no sabían lo que estaban haciendo, son la excepción. Nunca escuchó de un caso en que esta estrategia del romance virtual fuera usada para engañar a alguien y convertirlo en mula involuntaria. "Con respecto al tráfico de drogas, es muy raro que veamos a gente engañada o llevada con falsas excusas", dijo. "Es muy común que los detenidos digan que no sabían lo que estaban haciendo". Mario Villar, el fiscal en la causa de Frampton –el 80% de sus casos tienen que ver con el tráfico de drogas–, está de acuerdo con esto. Es muy improbable, dijo, que la persona no sepa que está llevando drogas. Frampton sabe que esto es casi siempre verdad. Él no cree que sus setenta y nueve compañeros de pabellón sean inocentes. "Algunos dicen que son inocentes, pero, cuando hablo un poco más con ellos, es claro que tuvieron algún tipo de participación. Creo que la gente en mi situación representa menos del 1% de los casos".
Tres semanas antes del juicio, Frampton contrató abogados privados. Cuando le pregunté cómo les iba a pagar, primero dijo que prefería no hablar de eso, y después me contó que algunos amigos argentinos se iban a hacer cargo de los honorarios. Los nuevos abogados siguieron con la estrategia de los anteriores, pero trabajaron a un paso más acelerado. El 30 de octubre hablé con Frampton, que se estaba yendo de Devoto acompañado por su amigo Czerniawski, en cuya casa iba a cumplir su arresto domiciliario. Un poco aturdido, me dijo que lo primero que iba a hacer era dormir, cosa imposible en la cárcel, en donde todas las mañanas, a las siete y media, se pasa lista.
Al otro día, al mediodía, fui a encontrarme con Frampton en el departamento de cuatro ambientes de Czerniawski, a unas cuadras del Congreso. Vestido con un traje azul oscuro a rayas y una corbata con pequeños pingüinos de pico rojo, Frampton estaba terminando de almorzar con Silvia, la mujer de Czerniawski, y sus dos hijas. "¿Ves?", dijo. "Ahora soy Paul Frampton de nuevo". Czerniawski estaba trabajando. Cuando le pregunté si había dormido, me dijo que había estado hasta la madrugada en internet, leyendo cuáles habían sido los últimos descubrimientos en su campo de estudios, viendo en qué habían estado trabajando sus "competidores" y respondiendo los miles de mails que había recibido. Me contó que lo habían mencionado más que nunca. La conversación viró hacia el tan esperado arresto domiciliario. ¿Cómo habían hecho los abogados nuevos para conseguirle lo que el público había estado pidiendo durante cuatro meses? "Me dijeron que toman mate con los jueces", respondió Frampton de manera críptica. Después añadió: "Un pajarito me contó que, si zafo de esta, nunca voy a saber por qué".
Me mostró sus últimos cálculos, páginas y páginas de símbolos hermosos dibujados sin una sola palabra a la vista, excepto "Néstor Kirchner", escrito en el margen. "Estoy tratando de conectar la partícula de Dios y el bosón de Higgs con la energía oscura, que es lo que hace que el universo se acelere. Suena un poco egomaníaco, pero, para entender la energía oscura, tenemos que tener la mente abierta en lo que respecta a la teoría de la relatividad de Einstein".
Esta vez fue él quien sacó el tema del contrabando de drogas, y se lo veía muy ansioso por cómo le iba a ir en el juicio. Me dijo, preocupado, que sus abogados le habían dicho que, en casi todos los casos de contrabando de drogas que llegaban a juicio, se terminaba considerando que los imputados eran culpables.
Cuando estaba a punto de irme, me agarró en el hall. "¿Podré hacer esto?", me preguntó, porque no sabía si estaba violando su arresto domiciliario. Se metió en el ascensor, una caja de hierro forjado desde la que se podían ver las escaleras, y repitió: "¿Podré hacer esto?". Me acompañó hasta la puerta y me dio un beso en la mejilla, espiando la calle mientras la puerta se cerraba.
Dos semanas más tarde, el 12 de noviembre, comenzó el juicio de Frampton en una corte pequeña, con paredes cubiertas de boiserie, en donde compareció ante tres jueces. Enfrente de los jueces había una valija gastada, de tela negra, con las ruedas cubiertas de papel celofán amarillo.

Lo que había sostenido siempre Frampton –que fue engañado porque su mentalidad era infantil y no comprendía cómo funcionaba el mundo– empezó a desenredarse. El fiscal comenzó su interrogatorio citando un mensaje de texto recuperado del celular que le habían confiscado a Frampton. "El 22 de enero a las 9.46 a. m. –dijo–, usted le escribió desde el Aeropuerto de Ezeiza a la persona que creía que era Denise Milani lo siguiente: ‘Estaba preocupado por los perros detectores de droga y otras cosas’. A lo largo del interrogatorio, el fiscal leyó otros mensajes que habían sido enviados desde el teléfono de Frampton. En uno de las 9.52 a. m. decía: "Necesito saber si estás con el agente malo y sus amigos bolivianos o con el tipo bueno, tu marido". Y otro a las 9.56: "SIRU", el hotel Siru, donde planeaban encontrarse en Bruselas, "es una trampa". A las 10.14: "Tu inocencia me hace mal. Esto vale millones. EN SIRU NO, ¿OK?". A las 11.19, Frampton le mandó un mail a Milani: "Esto no vale nada en Bolivia, pero vale millones en Europa. Encontrémonos en el aeropuerto y no vayamos al hotel que el ‘agente’ sugirió. Nos quedamos en otro hotel". A las 11.47, otro mensaje de texto: "No llego el lunes. No les digas a los tipos de la coca". A las 12.16 escribió: "¿Por qué me ignorás? Justo en el último momento. No arreglamos cómo vamos a hacer para encontrarnos mañana en Bruselas y quedarnos vivos y con la coca. ¡En Siru vamos a perder ambas!". A la 1.06 p. m.: "Podemos sacar fácil un millón".
Frampton les explicó a los jueces que los mensajes eran en chiste. Los había inventado por las advertencias de Dixon sobre la droga. "Estaba tratando de que Denise se riera. Ya había decidido volver a casa". Pero, incluso si se tiene en cuenta el particular sentido del humor de Frampton, no era fácil entender por qué había llevado el chiste hasta ese límite. Envió treinta mensajes como estos, con detalles específicos que parecían referirse a una situación real, un plan armado, no a una historia pensada en el momento. ¿O habría pensado que quien fuera que había mandado a ese hombre con la valija al hotel iba a lastimar a Milani si se negaba a llevarla? Si bien su vida anterior prueba que nunca le interesó demasiado el dinero, tal vez pensó que sus acciones eran una estrategia para probarle a Milani que él era el esposo de sus sueños: un caballero capaz de matar dragones.
La defensa se esmeró para demostrar que Frampton estaba lejos de haber planificado estas acciones, porque, por ejemplo, no le preocupaba el contenido de la valija. Las filmaciones de las cámaras de seguridad del aeropuerto lo muestran mientras se levanta de la mesa de la cafetería y camina por ahí, dejando, en un momento dado, su computadora abierta y sus dos valijas –la suya, blanca, y la de Milani, negra– sin supervisión durante veinticinco minutos, mientras mira vidrieras, habla con el personal de seguridad, hace la cola en el mostrador de la aerolínea, para luego volver a su equipaje abandonado, comportamiento que volvió a tener más tarde. ¿A quién se le ocurriría, incluso si se trata del científico más despistado, actuar de este modo si sabe que transporta una valija con dos kilos de cocaína?
Si Frampton era inocente, de todos modos había que explicarlo. ¿Quién deja su equipaje solo en un aeropuerto? Aparentemente, Frampton. "Yo estuve con él en aeropuertos", dice su ex mujer. "Deja sus valijas y se va a caminar durante media hora por ahí".
La fiscalía siguió presionando con sus pruebas. Una de ellas fue un pedacito de papel en el que Frampton había escrito: "1 gramo: 200 dólares / 2.000 gramos: 400.000 dólares".
En la valija de Frampton se encontraron 1.980 gramos. Cuando se le preguntó por esta cuenta, Frampton respondió: "Mi mente funciona de una manera extraña". Esa noche, Frampton me dijo por teléfono: "Saqué esas cuentas en la oficina del aeropuerto, después de que me detuvieron". El día siguiente la defensa hizo hincapié en esto, y les recordó la tendencia de Frampton a hacer cuentas al azar. Le pidieron que explicara otra anotación en ese papel que decía: "cinco desviaciones estándar 99,99994%". "El criterio para el descubrimiento del bosón de Higgs tenía que ser cinco desviaciones estándar, lo que significa que una fluctuación estadística es altamente improbable", explicó Frampton. Estaba "calculando las posibilidades de que Denise Milani se convirtiera en mi segunda esposa, que era prácticamente una certeza". De acuerdo con este tema, su abogado le preguntó si había calculado cuánto pesaba uno de los jueces.
"Me da vergüenza itirlo, pero sí", contestó Frampton. "Calculé que debe de pesar unos cien kilos".
"Usted calculó mal, tan mal como lo hizo con la idea de su segundo matrimonio", le respondió el juez. "Yo peso 124 kilos".
El tercero y último día del juicio, la defensa exhibió algunas cartas de amor que Frampton le había escrito a Denise Milani y que había recuperado de su cuenta de Gmail. Eran cartas llenas de ternura, en las que se imaginaba la vida con ella en Chapel Hill. Al principio ella no iba a tener que trabajar: lo podía acompañar a la oficina, hacerse amigas en el gimnasio, el café o el supermercado; irían a pasear a la playa y pronto llegaría un bebé. Después, podría tratar de conseguir un contrato con Victoria’s Secret. Milani le respondió con la misma ternura: "Sos lo mejor que me pasó en mi maldita vida". Pero los jueces no se conmovieron con estas declaraciones de amor. Como dijo su anterior abogado: "Lo único que importa en términos legales es si Frampton sabía o no que estaba llevando la droga. No importa si lo hizo por plata o por una mujer".
El 19 de noviembre, Frampton fue condenado a cuatro años y ocho meses de prisión por contrabando de drogas.
Después del juicio, Frampton dijo que sus abogados le habían prohibido hablar conmigo, por temor a que dijera "alguna estupidez". Tres semanas más tarde levantaron la prohibición y lo fui a visitar a lo de Czerniawski, donde cumple su arresto domiciliario.
Contando el tiempo que ya pasó en la cárcel, que se le va a restar de la condena, se supone que Frampton va a quedar en libertad en mayo de 2014. (Según la ley argentina, los extranjeros deben cumplir la mitad de la condena y entonces pueden ser expulsados del país; de este modo, la condena se considera cumplida). Era un día caluroso de verano, y estaba vestido de manera informal esta vez, con una chomba celeste, shorts blancos, medias y zapatillas negras. Todavía insistía con que era inocente, pero sus gestos se habían vuelto más cautelosos. Me hizo muchas preguntas personales, como si estuviera tratando de calibrar qué versión de Paul Frampton era la que me convencía. Me contó que la Universidad de Carolina del Norte no tomaría decisión alguna con respecto a su puesto de trabajo hasta que supiera de los resultados de la apelación, que podría tomar varios meses. (La universidad confirmó que todavía conserva el puesto pero que no le paga el sueldo). Sus abogados usaron la misma estrategia de defensa que antes, pero esta vez habían agregado más evidencias, como por ejemplo un registro completo de sus chats con Denise Milani, que él suponía que probarían su inocencia. "Ahí se ve sin ambigüedad –me dijo más tarde– que la única razón por la que vine a América del Sur fue para conocer a Denise Milani". Por su parte, Frampton había estado escribiendo dos nuevos trabajos al mismo tiempo. "Para asegurarme de que no soy como Wilde", dijo. Mientras estaba en Devoto, sacó de la biblioteca un ejemplar destinado a estudiantes de inglés de El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Leyó en el prólogo que, luego de su estadía en la cárcel, Wilde dejó de escribir. "Eso me chocó. Él perdió su confianza".
La noche anterior, me dijo, había visto en televisión la ceremonia de la entrega del Premio Nobel en vivo desde Estocolmo. Me contó cómo el rey presentó los premios en una sala de conciertos, y añadió que él había estado ahí una vez. Su mayor sueño era "tener una predicción que se verifique mediante la experimentación". Así, me explicó, es como se gana el premio Nobel si uno se dedica a la física teórica de las partículas. "Eso me daría una enorme satisfacción, más allá de ganar el Premio Nobel", dijo. "Podría decir: ‘Predije una partícula que realmente existe en el universo’. ¿No sería increíble? Una manera mucho mejor de hacer que te suba la dopamina". Más tarde, reflexionó: "Escribí cuatrocientos cincuenta trabajos, es un número ridículo. Un profesor normal escribe unos cien en toda su carrera. No me arrepiento de haberme dedicado a la física, pero he hecho muchos sacrificios". Cuando le pregunté qué tipo de sacrificios eran esos, respondió como si fuera algo obvio: "Bueno, no pude formar una familia".
Uno de los últimos mails a Denise Milani se lo escribió con un celular pirateado, un mes después de haber llegado a Devoto: "En lo único que pienso es en acurrucarme y tener sexo toda la noche con Denise Milani. ¿Podrías probar que sos realmente Denise Milani?".