
Charlotte Gainsbourg, osadía con voz propia
Hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, y musa de Lars von Trier –a quien defiende frente a las acusaciones de acoso sexual–, se declara tímida, pero siempre va por más en el cine y la música. Ahora también escribe sus canciones

Aunque lleva un diario desde que tenía 14 años, Charlotte Gainsbourg no se había atrevido, hasta ahora, a escribir las letras de sus canciones. La figura de su padre, el legendario Serge Gainsbourg, le pesaba demasiado, sobre todo, para decidirse a crear en francés. “Yo no tenía su genialidad. No estaba segura de si tenía algo que decir. Para evitar comparaciones obvias, hice mis trabajos en inglés”, le cuenta a la nacion revista esta actriz y cantante franco-británica, que acaba de lanzar Rest, su cuarto álbum de estudio. “Gente talentosa como Jarvis Cocker (líder de Pulp con que hizo 5:55 en 2006) o Beck (con quien, en 2009, editó IRM), escribían para mí. Daban su visión de mis pensamientos. Esta vez mi necesidad de decir fue más fuerte. Llegó el momento de sacar mis anotaciones afuera”, continúa en la charla telefónica.
¿Qué ocurrió? Charlotte –también hija de la actriz Jane Birkin, ícono de belleza de los 60– había comenzado a hacer este disco con la producción de SebastiAn –Sebastian Akchoté–, compositor y DJ de French house y electro, cuando, en diciembre de 2013, una noticia la sacudió. Su medio hermana mayor Kate Barry, hija de Birkin y John Barry, el afamado compositor de las bandas sonoras de James Bond, había caído del cuarto piso de su edificio parisino. Presuntamente, se trató de un suicidio.
Kate, que tenía 46 años –la edad actual de Gainsbourg–, era una fotógrafa de modas de Vogue y The Sunday Times, conocida por sus retratos íntimos de celebridades –una de sus fotos ilustró la portada del álbum Quelqu'un m'a dit, de Carla Bruni–, con una vida que incluyó una tortuosa entrada y salida de las drogas y el alcohol. El shock fue tan grande para Charlotte, que la invadió un entumecimiento. “La muerte de mi hermana supuso un alto en todo. El disco se paró. No podía avanzar con mi vida. Necesitaba recomenzar, y me mudé a Nueva York con mi familia. Fue una forma de volver a la vida”, relata con voz suave. También fue un escape. En la Gran Manzana, Gainsbourg se dedicó a dibujar y tomar fotos. “Todo era nuevo. No me hacía olvidar la muerte de Kate, pero de algún modo la hacía menos real.”
Entonces retomó su álbum, que aún no tenía nombre. “Luego de lo que sucedió, sentí que necesitaba expresar lo que me estaba pasando y el título [Rest], que, en francés quiere decir permanecer, como un recuerdo que no se evapora, y en inglés, descansar, enterrar, cerró perfecto. Tiene el sentido de Descansa en paz. Ahora, no es que el disco sea oscuro y cargado de tristeza. No me lo planteé así, tampoco era la energía que quería infundirle ni es lo que transmite al escucharlo”, comenta Gainsbourg. Y es cierto. El disco –que editó el sello Because Music/Warner y cuenta con la colaboración de Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk, y Paul McCartney, entre otros–mezcla diferentes estilos –chanson, disco, ecos de canciones de cuna, funk, pop, psicodélica–, mientras que la voz susurrante de Gainsbourg le imprime diferentes tonalidades a las letras, en que pasa del francés al inglés, y viceversa. Y en que se suceden canciones como “Ring a ring o’ roses”, “Rest” y la sorprendente “Les oxalis”.

Un tema titulado “Kate” habla, obviamente, de su hermana muerta, quien solía llevar una polaroid para fotografiar a Charlotte y a la medio hermana pequeña de ambas, Lou Doillon (35), que es hija de Birkin y el director Jacques Doillon, y quien –tras pasar por el modelaje y el cine– se dedica también a la música. “La canción «Kate» contiene fragmentos de memorias vividas... Mucho antes de convertirse en una fotógrafa profesional, Kate andaba con su cámara tomando fotos. Yo era su modelo o una especie de muñeca. Siempre fue así. Nos divertíamos mucho juntas. Tengo recuerdos de muchos momentos felices”, señala Charlotte.
Su disco también incluye el corte “Songbird in a cage” (Pájaro cantor en una jaula), que compuso y escribió McCartney. “Lo conocí en Londres hace seis años y medio, cuando yo estaba embarazadísima de Joe, mi hija menor. Él me invitó a almorzar. Quedamos en que escribiría una canción para mí. Al poco tiempo me la mandó y tuve guardado ese pequeño tesoro bastante tiempo. Luego se lo mostré a SebastiAn, que le hizo algunos ajustes para que tuviera una coherencia dentro del disco, y se lo reenvió. McCartney dio su visto bueno y vino a grabar con nosotros a Nueva York. Para mí, es algo grandioso, porque no sólo soy una fan de los Beatles, sino de todo lo que él ha hecho como solista”.
Bob Dylan, Lou Reed y Radiohead figuran igualmente, entre sus favoritos. ¿Conocés a algún músico, director o actor argentino? “No. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero de Sudamérica solo conozco al brasileño Caetano Veloso, por una de mis mejores amigas, que es argentina y vive en París. Estuve en Buenos Aires dos veces, eso sí, una de ellas por la película Nuevomondo (2006), de Emanuele Crialese”, responde.
Belleza rara, papeles extremos
Provista de una belleza atípica –como de muchacha– y de un talento actoral innato –no estudió profesionalmente–, Gainsbourg –en pareja hace 26 años con el actor Yvan Attal, con quien tiene tres hijos, de 20, 15 y 6– es muy atrevida en los proyectos que elige. Toma riesgos. Basta recordar su primera colaboración con el director Lars von Trier: Anticristo (2009), película por la que fue galardonada como Mejor Actriz en el Festival de Cannes. Allí, el personaje de Gainsbourg y su marido terapeuta (Willem Dafoe) deben afrontar la muerte de su hijo pequeño. En uno de los momentos más crudos del film, ella toma unas tijeras y se corta el clítoris. “Fue una experiencia muy extrema. Pero no sólo por la desnudez sexual, sino por todo: los sentimientos de perder un hijo, la violencia. Fue un rodaje muy poderoso. Me encantó descubrir maneras nuevas y diferentes de trabajar. Lars explora cosas, va en diferentes direcciones. Ninguna toma es igual a la otra”, enumera. Otro papel arriesgado fue el de Ninfomanía (2013), cinta explícita –en dos volúmenes– donde Charlotte encarna a una mujer que hace un recuento de su promiscua vida sexual ante un hombre (Stellan Skarsgård) que la rescata tras una golpiza.
Gainsbourg, quien debutó en el cine en 1984, como la hija de Catherine Deneuve en Palabras y música, y, a los 15 años ganó un César como Mejor Actriz Revelación por su papel en L’Effrontée, donde hacía de una niña de 13 criada sin padre que quiere escapar del mundo que la rodea, ha estado desde siempre cerca de las provocaciones. Su papá, Serge Gainsbourg, “el antihéroe más amado de Francia”, era un alborotador que, junto con Jane Birkin, en 1969 grabó “Je t'aime, moi non plus” (Yo te amo, yo tampoco), una canción que fue prohibida por la BBC y condenada por el Vaticano. Cuando Charlotte tenía 13 años, hizo lo propio con ella y el video de “Lemon incest”, tema que resultó censurado en diferentes países.

Fue precisamente su padre quien compuso “Charlotte for ever”, su debut musical, en 1986. Después de la muerte de Serge, en 1991, de un ataque al corazón, Charlotte –que tardó años en reponerse de su pérdida–, solía encontrarse con sus recuerdos, en la casa parisina del artista, ubicada sobre la rue de Verneuil. Actualmente, dice que su papá ronda detrás de cada una de sus canciones y que las películas de terror y suspenso que veían juntos, como El Resplandor, de Stanley Kubrick, o Rebecca, de Alfred Hitchcock, inspiraron la creación de Rest.
A diferencia de su progenitor, Charlotte se declara “tímida por naturaleza”. Según dice, se ha “dejado llevar” por gente provocadora, “comenzando por mi padre. Lars también lo es, al igual que mi tío Andrew Birkin, con quien filmé una película sobre el incesto fraternal (El jardín de cemento, adaptación de 1993 de una novela de Ian McEwan). Me interesa aprender con cada proyecto, a ser más inteligente, o a lo que sea. Me interesa preguntarme cosas. Y quizá responderme, mediante una película”, sostiene.
Con su nuevo disco, Charlotte debutó como directora de clips. Von Trier la incentivó a hacerlo y le dio indicaciones. Ella reconoce que, además de ser musa del polémico realizador danés, “él se ha convertido en un amigo. Lo iro un montón y disfruto mucho de trabajar con él”. Actrices como Nicole Kidman y Björk lo han descrito como “un torturador de actores”. ¿Qué tan cierta es esa mirada? “No la comparto”, contesta. Y con respecto al tema que ha estado dando vueltas en la prensa europea –Björk dijo que él la acosó sexualmente durante el rodaje de Bailarina en la oscuridad (2000), y que llegó a romper una silla cuando ella se negó a sus avances, y otras mujeres se han sumado a sus denuncias–, es igualmente clara: “Quiero decir, no por defenderlo gratuitamente, sino porque es verdad, que él es irreprochable. Nunca tuvo un comportamiento sexual inadecuado en el set”.
¿Van a volver a trabajar juntos? “Bueno, ahora Lars acaba de terminar una película sin mí, The House That Jack Built [se ríe]. No tenemos planes, pero claro que me gustaría que volviéramos a trabajar juntos.”
Resonancias
Charlotte dice que fue feliz hasta los 9 años –cuando sus padres, “una pareja magnética”, de acuerdo a quienes los frecuentaban, se separaron– porque se crió en una familia que le dio seguridad, y que era bastante estándar, a pesar de lo que pueda pensarse. “Mis padres salían a divertirse y podían tener amigos excéntricos o desafiar las normas establecidas, pero eso estaba fuera del entorno íntimo. Crecí en una familia muy normal, estricta, con clases de piano, lectura de clásicos y escuchando música clásica. Tuve una infancia protegida”, afirma.
Nieta de Judy Campbell –una bella actriz que fue musa del dramaturgo y compositor Noël Coward–, Gainsbourg ha participado en una treintena de películas, desde Kung-fu master (1988), de Agnès Varda, pasando por Jane Eyre (1996), de Franco Zeffirelli, 21 gramos (2003), de Alejandro González Iñárritu, Soñando despierto (2006), de Michel Gondry; I’m Not There (2007), la biopic de Bob Dylan que hizo Todd Haynes, y Melancolía (2011), de Von Trier, hasta La promesse de l'aube, que aún no se estrena y donde interpreta a la mujer británica del escritor Romain Gary. Recientemente actuó con Marion Cotillard en Los fantasmas de Ismael, donde ambas son parte de un triángulo amoroso, y con Michael Fassbender, en el policial El muñeco de nieve. “Son proyectos muy diferentes, pero disfruté mucho de trabajar con los dos. Son personas encantadoras”, dice al respecto la actriz, quien ha repetido que morir es su mayor temor.
Ese miedo fue fuerte en 2007, cuando tuvo en Miami un accidente haciendo esquí acuático. Sólo se dio cuenta de lo serio que había sido, semanas después, cuando en la gala de I’m Not There sintió un dolor de cabeza que le duró días. De vuelta en París, el médico le hizo una resonancia magnética y le dijo que había tenido suerte: podría haber quedado paralítica o estar muerta. Su cerebro se había corrido hacia un lado y tenía la cabeza llena de sangre. Aunque la operaron con éxito, durante meses se sugestionó: creía que no estaba bien, aunque los médicos le dijeran lo contrario. De esta experiencia surgió el ecléctico y aplaudido álbum IRM –sigla en francés para resonancia magnética– que elaboró con Beck –a quien había conocido en un concierto de White Stripes– y en el que se escuchan los sonidos de la máquina en cuestión.
Como se ve, sus dos últimos discos han estado conectados con la muerte. IRM también fue un modo de aprontarse para la experiencia extrema de Anticristo, donde es una madre que sufre hasta lo indecible por la muerte de su hijo, pero que puede ser sumamente violenta. Algo que, por lo visto, Gainsbourg –quien asegura confiar siempre en sus instintos–, detesta en la vida real.