Malva Marina: la trágica historia de la hija que Pablo Neruda abandonó junto con su primera esposa
El célebre poeta chileno tuvo una niña que padecía hidrocefalia y a los dos años la dejó para seguir con su vida de artista y diplomático con una amante argentina
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En Madrid, el 18 de agosto de 1934, nacía una niña llamada Malva Marina. Un nombre bello, cargado de lírica, que solo un poeta excelso como Pablo Neruda le podía poner a su hija. La beba era, en efecto, el fruto del matrimonio entre el vate chileno y la neerlandesa María Antonieta Hagenaar.
Pero este trío familiar no duraría demasiado tiempo unido. La beba padecía hidrocefalia y el hombre de los versos más tristes la definió en una carta como “una vampiresa de tres kilos”. Cuando ella tenía dos años, su padre la abandonó. A ella y a Maruca, como llamaba Neruda a su esposa neerlandesa.

La pequeña moriría a los 8 años en Países Bajos y su madre, desamparada, caería allí también prisionera de los nazis sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. Todo ello, ante la distante indiferencia del poeta, que, mientras su fama de artista crecía, prefería ocultar la existencia de ambas mujeres y seguir con su vida.
Así, en Confieso que he vivido, el libro de memorias del ganador del Premio Nobel de Literatura 1971, no hay mención alguna de la pequeña Malva Marina. Pero en los últimos años, varios autores y periodistas han sacado esta historia a la luz, para recordar la corta vida de la niña y para narrar el sufrimiento de la primera esposa del célebre bardo trasandino, un eminente hombre de letras que tenía también su costado oscuro e indolente.

De Java a Chile: primeros problemas
Ricardo Neftalí Reyes Basoalto, que era el nombre real de Neruda, conoció en 1930 a la neerlandesa María Antonia Hagenaar en Batavia, actual Yakarta, en lo que fueran las Islas Orientales Holandesas, donde hoy se encuentra Indonesia. El escritor, de 26 años, estaba allí cumpliendo su rol como cónsul chileno en las islas, mientras que ella, nacida en aquellas latitudes, era la hija de antiguos colonos. Se encontraron por primera vez en una cancha de tenis. La joven tenía 30 años y era, con su metro ochenta, en palabras del poeta, “una mujer alta y suave, ajena por completo al mundo de las artes y las letras”.
En la isla de Java, donde se encontraba Batavia, el chileno y la neerlandesa se casaron poco tiempo después de haberse conocido. Todo iba bien al principio. Ambos enamorados compartían paseos y picnics por la playa. Pero pronto, él debió retornar a Santiago de Chile y allí las cosas comenzaron a ponerse difíciles para la flamante esposa.

Según el portal chileno La Tercera, en el país trasandino la mujer del poeta descubrió otra faceta de su marido, que resultó ser un hombre bohemio y mujeriego. Para colmo de males, por los problemas con el idioma español -el matrimonio usaba el inglés- y otras diferencias, Maruca se sentía completamente aislada del entorno de los amigos del escritor.
“Casi una giganta”
La pareja pasó luego un tiempo en Buenos Aires y en junio de 1934 él fue enviado como cónsul a Madrid, ciudad en la que desembarcó con la alegría de reencontrar a su amigo Federico García Lorca y conocer nuevos escritores de la península ibérica, como Vicente Aleixandre y Miguel Hernández. Él ya se mostraba cansado de su esposa, que viajó embarazada a acompañarlo en su aventura diplomática. “Allá abajo está mi mujer, te la voy a presentar. Es casi una giganta”, le dijo el poeta a Rafael Alberti en un encuentro en la capital española.

Además, la compañía de su mujer no le impidió al autor de los 20 poemas de amor conocer, en las tertulias madrileñas, a Delia del Carril, una pintora argentina 20 años mayor que él. Su estado civil no le impidió enamorarse profundamente de esta señora. Y ese flechazo fue correspondido. Maruca, mientras tanto, y pese a todos los sufrimientos, no dejaba de adorar a su esposo.
En agosto de ese mismo año nació Malva Marina Trinidad Reyes, la única hija de Neruda. Su rostro era un calco del de su padre, pero su cabeza tenía un tamaño más grande en relación a su cuerpo a causa de la hidrocefalia. La alegría de Neruda por la llegada de su hija se fue opacando al conocer el estado de su pequeña.

“Un ser perfectamente ridículo”
En una carta que le envió a su amiga Sara Tornú, el poeta escribió: “Mi hija, o lo que yo así denomino, es un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos”. En la misma misiva, el chileno contaba lo que habían sido los primeros días con su beba: “La chica se moría, no lloraba, no dormía; había que darle con sonda, con cucharita, con inyecciones y pasábamos las noches enteras, el día entero, la semana sin dormir, llamando al médico, corriendo a las abominables casas de ortopedia (...). Tú puedes imaginarte cuánto he sufrido”.
Las convulsiones políticas que marcaban a España aceleraron la separación de Neruda y Maruca. Con el estallido de la guerra civil en ese país, el cónsul madrileño trasladó a su esposa e hija a Barcelona, en busca de su seguridad. Luego, el poeta se fue hacia el sur de Francia y más tarde a París, donde convivía bajo el mismo techo con su amante argentina.

Según los que reconstruyeron el costado paternal del bardo chileno, en noviembre de 1936 fue la última vez que Neruda estuvo en o con su hija. Mientras Neruda tomaba rumbo a Francia, Maruca y Malva buscarían, luego de una breve estadía en Montecarlo, refugio en La Haya. En esa ciudad de los Países Bajos la mujer abandonada tenía parte de su familia.
“Es increíble cómo nos descuidas”
Malva Marina crecía, pero con graves dificultades. No hablaba y tampoco podía caminar. Su estado de salud merecía de permanentes cuidados. Si bien Maruca trabaja en la embajada española de Países Bajos, le era muy difícil lograr juntar lo necesario para el sustento de ambas.
Acuciada económicamente, la mujer primero dejó a su hija en una guardería de una iglesia de La Haya, pero luego la pequeña quedaría al cuidado del matrimonio de Hendrik Julsing y Gerdina Sierk, en Gouda, quienes ya tenían otros hijos. Allí la niña recibirá las visitas mensuales de su madre.

Mientras Neruda organizaba el rescate de unos 2000 refugiados españoles en el barco Winnipeg, para que llegaran a salvo a Chile, cosa que se concretó en septiembre de 1939, su mujer le enviaba cartas rogándole por ayuda económica. El poeta, con cuyo solidario y osado gesto se convirtió en héroe de los republicanos españoles, recibía mensajes de Maruca con quejas por la falta de apoyo para la manutención de la pequeña.
“Es realmente increíble cómo nos descuidas. Ni siquiera puedo visitar a Malva ahora porque no tengo ni un céntimo. Gastaré mi último dinero enviar esta carta”, escribió la mujer al poeta en noviembre de 1938, según registra el medio neerlandés HP de Tijd. “Bueno, cerdito (así lo llamaba ella a su marido), mandame el dinero rápido y no me causes más problemas”, le escribía ella en otra misiva.

El investigador literario chileno Antonio Reynaldos, que vivió años en Holanda aseguró en el informe Malva Marina, la niña olvidada realizado por Radio Netherlands Worldwide (RNW) que hay registros de dos viajes de Neruda a Países Bajos cuando estaba organizando lo del barco Winnipeg. “No lo sabemos, no hay ninguna documentación, pero es lógico que él haya visto a su hija, entonces”, señaló.
La muerte de Malva Marina
En mayo de 1940, meses después de iniciada la Segunda Guerra, los alemanes invadieron Países Bajos. La embajada donde trabajaba Maruca cerró y las cosas se pusieron cada vez más hostiles para ella. El hambre y las necesidades apremiaban. Sin embargo, ella nunca perdía las esperanzas de volver a vincularse con el hombre que la había cautivado en Batavia.
El 2 de marzo de 1943, Malva Marina Reyes murió en casa de los Julsing por complicaciones relacionadas con su problema de salud. Tenía apenas 8 años. Neruda recibió un telegrama con la mala noticia en México, donde se encontraba como cónsul junto a Delia del Carril. El poeta no acusó recibo de ese trágico mensaje.

La primogénita del poeta fue enterrada en el cementerio Ouder Begraafplats, en Gouda. “Aquí descansa nuestra querida Malva Marina Reyes, nacida en Madrid el 18 de agosto de 1934, fallecida. en Gouda, el 2 de marzo de 1943″, dice la lápida de la niña, que fue descubierta recién en 2004 por la periodista y traductora neerlandesa Giny Klatser.
Pero luego de la muerte de la pequeña, otros sufrimientos le esperaban a Maruca. En primer lugar, falló en su intento de salir de Países Bajos para buscar refugio en Chile o México. Y la responsabilidad de que ella no pudiera hacerlo era ni más ni menos que de su esposo.

Encerrada en un campo de concentración
María Antonia había presentado infinidad de solicitudes para salir del país ocupado por los alemanes. Finalmente ella obtuvo un permiso para viajar en un barco que partía hacia Sudamérica vía Lisboa. Pero el cónsul chileno en México, es decir, Ricardo Reyes o Pablo Neruda, movió sus influencias para que su primera mujer no pudiera realizar el viaje. Y lo logró.
“No puedo comprender cómo Neruda, mi esposo, puede tomar esta terrible decisión, en un momento de miseria y peligro, cuando uno debería estar ayudando a cada ser humano”, le escribió entonces Maruca al enviado especial para Chile en Suiza. Lo que ella no sabía era que su esposo ya había hecho el trámite del divorcio en México, aunque de manera irregular, y se había casado con Delia del Carril, con quien estaba viviendo en el país azteca.

De hecho, se cree que uno de los motivos por los que el poeta no quiso que Maruca llegara a América era su temor a ser acusado de bigamia y recibir una condena por ello.
Todavía faltaba un episodio más en la sucesión de pesadillas vividas por María Antonia Hagenaar luego del abandono de su esposo y la muerte de su única hija. En marzo de 1945 fue capturada y llevada por los nazis al campo de concentración de Westerbork, en el noreste de Países Bajos. El motivo habría sido que su pasaporte decía que ella era chilena y los teutones la detuvieron para intercambiarla en un futuro próximo por militares de alto mando capturados en los países aliados.
Afortunadamente para ella, su estadía en Westerbork fue de menos de un mes. En abril de 1945, una tropa mayormente formada por canadienses liberó ese campo de detención, como también el resto del territorio neerlandés.

Los años finales de Maruca
Tres años después de todo el espanto vivido, María Antonia Hagenaar consiguió finalmente llegar a Chile. La llevó a ese país el gobierno del presidente Gabriel González Videla con la idea de que ella motorice una campaña de desprestigio contra Pablo Neruda, que se había convertido en un opositor y hombre perseguido por el oficialismo. Pero ella no entró del todo en ese juego. Simplemente se dedicó a cerrar un ciclo de su vida: aceptó el divorcio de Neruda, que llegó junto con un arreglo económico.
De acuerdo con La Tercera, los últimos años de la exesposa del poeta fueron “patéticos”. La acosaban la soledad, la pobreza y una adicción al opio. En Chile fue detenida por la brigada de Investigaciones, aparentemente por un tema de drogas, y en 1957 regresó a Holanda, donde se volcó a la fe mormona.
Enferma de cáncer, sola y sin dinero, Maruca murió en La Haya, en 1965, a los 65 años. La enterraron en una fosa común. Mientras tanto, en ese mismo año, a su exmarido, el poeta de la canción desesperada, lo nombraban doctor Honoris Causa en la Universidad de Oxford.

Malva y María Antonia salen a la luz
La historia de Malva y de Maruca estuvo oculta durante muchos años, ya que resultaba bastante audaz meterse con los claroscuros de la vida de un artista querido y consagrado que llegó con su lírica desde Chile a todo el mundo. Y que además presentaba un compromiso político, siempre ligado a las izquierdas latinoamericanas, muy destacado.
Pero en los últimos tiempos, estas dos mujeres que el vate ocultó de sus memorias resurgieron a la vida pública. En 2004, aparecieron fotos de la pequeña que había tomado Hendrik Julsing, su padre adoptivo, y que conservó luego por muchos años su hijo Fred.

Más tarde, fue el turno de tres libros que hablaron sobre la niña Malva y su madre. En 2007, el poeta chileno Bernardo Reyes publicó El enigma de Malva Marina. En 2010, apareció Es tan largo el olvido, de Pauline Slot, una escritora neerlandesa que se centra en la vida de Maruca. Y en 2016 se publicó en Holanda la novela Malva, de la poeta holandesa Hagar Peeters.
Esta última novela tiene la característica de que su autora hace hablar a la mismísima Malva, que cuenta su historia en primera persona y desde el lugar en el que se encuentra luego de su muerte. Allí, la escritora le hace decir a la pequeña hija del poeta: “Yo hubiera sido para él el mayor retraso del mundo, no cabe duda; yo era el estancamiento, el cuaje, la dilación que le habría vedado todo lo demás. Si se hubiera quedado conmigo, no habría ido a ninguna parte”. Y en otro tramo de la novela, la niña dice: “Mi padre, el gran hacedor de nombres, el gran repetidor de nombres y el gran callador de mi pequeño nombre”.
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