Del “diario de Yrigoyen” al “diario de Milei”
El “diario de Yrigoyen” es una de las más fascinantes leyendas de la política argentina. Alude a que, entre 1928 y 1930, durante el segundo mandato del presidente radical Hipólito Yrigoyen, sus colaboradores más inmediatos le habrían armado ediciones falsas del diario La Prensa solo con noticias positivas y del agrado del anciano mandatario. Buscaban que su estado de ánimo no se alterara con informaciones negativas sobre la marcha de su gobierno.
“Sus adversarios lo han inventado”, aclaró más de una vez Hipólito Solari Yrigoyen, uno de sus más connotados descendientes (sobrino nieto del expresidente y sobrino bisnieto de Leandro Alem), fundador de Renovación y Cambio, la línea interna que lideró Raúl Alfonsín y que lo llevara a la presidencia a fines de 1983. Y agregó un datito de color poco conocido: “Por empezar, Yrigoyen nunca fue lector de La Prensa, sino que leía LA NACION”.
Jamás nadie encontró un solo ejemplar de ese supuesto periódico paralelo destinado a que Yrigoyen viera la vida color de rosa. Se supone que fue parte de la campaña destinada a convencer a la opinión pública de que aquel presidente ya no estaba con sus facultades mentales a pleno como para ejercer el mando. Fue parte del clima de desestabilización institucional que desembocó en el golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, que lo desalojó del poder y encarceló en la isla Martín García.
Más allá de la leyenda, la expresión “diario de Yrigoyen”, desde entonces, goza de muy buena salud, ya que se convirtió en metáfora muy transitada en posteriores momentos de la vida política argentina para endilgársela a aquellos presidentes que prefieren no ver la realidad tal cual es ni los efectos negativos de sus malas decisiones, para lo cual apelan a relatos, desde toscos hasta más sofisticados, destinados a engañar y anestesiar a la ciudadanía, y que terminan por creérselos ellos mismos. De ahí lo del “diario de Yrigoyen”: mandatarios que dan tanta rienda suelta a sus mentores de la comunicación para producir una versión edulcorada de sus istraciones que, paradójicamente, resultan ser los primeros convencidos de que las cosas son como ellos las cuentan y no como suceden en la realidad.
Hay que decir que Javier Milei ha dado un paso más sofisticado en esa dirección: él mismo se construye su propio “diario de Yrigoyen”, que luego replican sus funcionarios, seguidores y ya que.
En efecto, cada día el Presidente se toma el trabajo, sin la intermediación de ningún community manager, de armar con sus propias manos un sesgado menú informativo que luego hace circular en sus muy vistas redes sociales (se acerca a los cuatro millones de seguidores en X; tiene una audiencia de seis millones en Instagram y de tres millones en TikTok).
Es curioso que, denostando con tanta firmeza y obsesión al periodismo profesional, Milei ofrezca a su vastísimo público virtual recortes de los mismos medios periodísticos que asegura que ya fueron y que no odiamos lo suficiente. Eso sí, la selección que hace tiene un peculiar denominador común: reproduce exclusivamente aquellas noticias que lo dejan bien parado (una inversión importante, una mejora en los índices económicos, comentarios halagüeños que vengan de personalidades y medios mundiales o el anuncio de que recibirá un nuevo premio). En estos casos, no corre que “el 85% de lo que dice el diario es mentira”, como le dijo a Luis Majul hace unos días.
Ese “diario de Milei”, que va conformando una suerte de Frankenstein periodístico (porque solo pega las noticias que le convienen), se completa dándoles aire a las informaciones, burlas y fake news que dejan malparados a la oposición y al propio periodismo que aborrece (pero del que en paralelo se abastece sin hacerse cargo de la contradicción).
El “diario de Milei” es mucho más ambicioso y real que aquella invención del “diario de Yrigoyen”, porque cuenta con una desarrollada área audiovisual, cuyo gerente de programación es, como no podía ser de otra manera, el máximo líder libertario. Por streaming concede entrevistas kilométricas a sus amigos y fans, pero anteanoche brindó la primera, de un tamaño inusual (tres horas), a un medio masivo y tradicional, como Radio Mitre. Las palabras que más utilizó durante la transmisión su interlocutor (Gabriel Anello) fueron “sí, sí, sí” y “claro, claro, claro”. El Presidente, como de costumbre, las que más usó fueron “digamos” y “o sea”, en tanto que repitió, por enésima vez, su monólogo magistral de economía supuestamente técnica. No hubo preguntas en la primera hora de la entrevista y se intercambiaron regalos.
Las restricciones y sanciones anunciadas en el Boletín Oficial para “domar” (verbo predilecto que los libertarios aplican a opositores y periodistas no consustanciados con su causa) a los acreditados en la Casa Rosada van en la misma dirección: conformar un plantel más dócil, que no cuestione, que haga más seguidismo, como el acotado plantel de periodistas televisivos que lo entrevistan asiduamente. Aunque mantener, como excepciones, perfiles como el de Fabián Waldman siempre les viene bien para el trolleo en las redes.
El “diario de Yrigoyen”, de haber existido tal como se lo describe, habría quedado como un poroto en comparación con el “diario de Milei”, que de leyenda no tiene nada, ya que nos lo pone frente a nuestros ojos cada día su propio autor, el presidente de la Nación.
