La decadencia política de Cristina Kirchner
Con su candidatura, la expresidenta está exhibiendo solo un pobre pretexto para su desesperada necesidad de fueros
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Los gestos y los símbolos dicen más de la política que la política misma, ya se trate de la gloria o de la ruina. Cristina Kirchner está en el apogeo de su decadencia política. Por ejemplo, la expresidenta terminó aceptando la decisión de su otrora ahijado político Axel Kicillof de desdoblar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, partición a la que ella se oponía tenazmente. “Ya está”, se resignó en la noche del lunes quien hasta hace poco era una instancia política inapelable del peronismo nacional, cuando anunció su candidatura a legisladora provincial por la tercera sección electoral de la homérica Buenos Aires. ¿Ese “ya está” significa que acata la decisión de Kicillof? Desde ya que sí. Por primera vez en mucho tiempo, entonces, chocó con la decisión de alguien que no estaba dispuesto a ceder ante las órdenes de la señora de Kirchner.
Un sector de la política supone (se trata solo de una inferencia) que ella está presionando al gobernador de Buenos Aires, con el anuncio de una candidatura propia, para que unifique las elecciones provinciales, que fueron convocadas para el 7 de septiembre, con las nacionales que se realizarán el 26 de octubre. Difícil. Kicillof ya llegó hasta aquí con la mirada fija en ella y la primera que parpadeó fue Cristina y no él. Ella dice que lo hace porque la oposición necesita ganar las elecciones de este año para poder soñar con una victoria en 2027. Falso. Mauricio Macri ganó muy bien las elecciones de mitad de mandato de 2017 y perdió las presidenciales de 2019. La propia Cristina Kirchner perdió las elecciones legislativas de mitad de mandato durante sus dos presidencias, la de 2009 y la de 2013, si bien ganó las presidenciales en 2011. Dos años de política, entre una y otra elección, es demasiado tiempo en cualquier país. En la Argentina, es lo más parecido que hay a la eternidad. La exjefa del Estado está exhibiendo solo un pobre pretexto para justificar su decisión de participar en una elección provincial. Tal vez, el anuncio de Cristina se deba sobre todo a su desesperada necesidad de fueros antes de que sea tarde.
El anuncio podría tener más razones judiciales que electorales. Lanzada ella a la carrera electoral, le será más fácil denunciar que la proscribieron si la Corte Suprema le negara la posibilidad de ser candidata. Es posible que se haya tratado de un mensaje cifrado a los jueces supremos del país. ¿Qué hará la Corte? Los magistrados que la integran estarán a partir del lunes en condiciones de debatir su decisión sobre la sentencia de la Cámara de Casación, que la condenó a seis años de prisión y a la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por actos de corrupción en complicidad con Lázaro Báez. Según fuentes judiciales, en los próximos días la Corte recibirá todos los informes que necesita para comenzar a tratar su decisión final. La Corte debería decidir antes del 19 de julio, fecha en que vencerá el plazo para inscribir candidatos para las elecciones provinciales en Buenos Aires. Lo hará mucho antes.
Solo podría demorar la sentencia final de la Justicia sobre Cristina Kirchner si uno de los tres jueces de la Corte (Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti) pidiera una condena mayor para Cristina Kirchner. Sería una manera disimulada de hacerle un favor a ella, porque en ese caso la Corte deberá llamar a conjueces para que desempaten y resuelvan la cuestión. Los conjueces son sorteados entre los presidentes de la Cámaras federales. Esos eventuales conjueces se tomarán su tiempo para conocer un caso del que solo tienen noticias por los diarios. Aquella sentencia de la Cámara de Casación fue idéntica, además, a la del tribunal oral que la juzgó por corrupción con los recursos de Vialidad. No existen, por lo tanto, criterios dispares entre los tribunales de otras instancias. Por eso, es muy difícil que el máximo tribunal de justicia del país cambie las decisiones precedentes. Difícil, pero no a salvo de alguna treta de sus . Según los registros históricos, la Corte suele aplicar en tales situaciones el artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial, que le permite rechazar el recurso porque no existen agravios ni decisiones previas inconstitucionales. El artículo 280 es muy parecido a escribir un “cúmplase” para las sentencias que ya existen. Si así ocurriera, Cristina Kirchner deberá ir presa y no podrá ser candidata a legisladora provincial o nacional. Tiene edad como para cumplir la prisión en su casa, pero no es un beneficio que se aplica automáticamente; es un juez el que evaluará el caso y decidirá si le corresponderá -o no- la prisión domiciliaria.
Los jueces de la Corte Suprema saben que no tienen margen social para demorar la decisión hasta después de que ella sea eventualmente elegida diputada provincial. La crítica que recibirían, si postergaran la decisión hasta que hayan pasado las elecciones, será muy severa de parte de vastos sectores sociales. Pero, ¿aceptará Cristina Kirchner la eventual resolución de la Corte Suprema de apartarla del inminente proceso electoral? Sectores peronistas cercanos a ella (todavía existen) sostienen que la inhabilitación para ejercer cargos públicos se daría en el contexto de una causa que la juzgó por su gestión en el Poder Ejecutivo y que ahora ella competirá por un cargo electivo. Dejan trascender, así las cosas, que la sentencia no sería aplicable en este caso. ¿Es verdad?
Todos los constitucionalistas y penalistas consultados sostienen, al revés, que la inhabilitación será, si es, para todos los cargos, sean ejecutivos o legislativos. “El Código Penal no distingue entre cargos ejecutivos o legislativos; esa sería una especulación nueva e imposible de aceptar”, dijo uno de ellos. La decisión final la tendrá la Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires si existiera ese planteo por parte de la expresidenta. La Junta está presidida por la jueza Hilda Kogan, miembro de la Suprema Corte bonaerense, y reconocida por ser una magistrada independiente. La Junta está integrada también por los camaristas bonaerenses Ana María Bourimborde, Gustavo Spacarotel y Eduardo Delbés, y por el presidente del Tribunal de Cuentas de la provincia, Federico Thea, el único al que se le atribuyen simpatías con el peronismo kirchnerista. Thea fue designado en ese cargo por Kicillof en 2022. Las decisiones de la Junta Electoral son teóricamente inapelables, aunque siempre quedará el recurso de ir en queja tanto a la Suprema Corte provincial como a la Corte Suprema nacional. Se trata solo de conjeturas, pero la estrategia judicial de Cristina Kirchner consistió siempre en estirar hasta el infinito los tiempos de la Justicia.
La Justicia la acecha peligrosamente y Kicillof la desdeña públicamente. El gobernador bonaerense logró rodearse en sus desafíos a la jefa formal del peronismo de antiguos cristinistas ciegos y sordos. Para nombrar solo a algunos: los intendentes de Ensenada, Mario Secco; de La Matanza, Fernando Espinoza, o de Avellaneda, Jorge Ferraresi, entre muchos alcaldes más. El anuncio de Cristina conlleva muchos síntomas de su decadencia. El primero de ellos fue la aceptación implícita de la estrategia electoral de Kicillof, su exministro de Economía, que optó por desdoblar las elecciones en la provincia de Buenos Aires, aunque también lo reta a una duelo sobre cuál de los dos está en mejores condiciones de proponer candidaturas. Debe reconocerse que no hay candidatos, ni de Kicillof ni de Javier Milei, en condiciones políticas de competir con Cristina Kirchner en la tercera sección electoral bonaerense, la más poblada, la más pobre y la más kirchnerista. Forman parte de esa sección electoral municipios con tantos ciudadanos en condiciones de votar como La Matanza, Almirante Brown, Lomas de Zamora o Avellaneda. Esos son solo algunos de los 19 municipios que la componen.

Si el argumento de que no habrá 2027 sin un triunfo en 2025 es falso, entonces debe concluirse que también es un signo de su decadencia que ahora sea candidata a diputada provincial. Cristina Kirchner fue diputada y senadora nacional y la mujer más poderosa del país durante los 16 años de hegemonía kirchnerista. Veamos: cuatro años como primera dama cuando era presidente su marido muerto; ocho años como presidenta de la Nación, y cuatro años como vicepresidenta y personaje decisivo durante la presidencia de Alberto Fernández. Aspirar a una banca como diputada provincial, cuando sabe que en la tercera sección electoral es muy difícil el triunfo de un no peronista, exhibe su necesidad de pelear cuerpo a cuerpo con su antiguo delfín Kicillof; de cubrirse de fueros parlamentarios ante una probable decisión de la Corte que la colocaría en la cárcel (en Ezeiza o en su casa), y de mandarle un mensaje al máximo tribunal de que denunciará su inverosímil proscripción.
Cristina Kirchner y el peronismo forman parte del final del viejo sistema de partidos políticos, que estalló en 2001 y que no cesa de mostrar sus estertores. Ya la presidencia de Mauricio Macri fue una innovación que rompió la rutina histórica en la que el poder se repartía entre peronistas y radicales. El regreso del peronismo con Alberto Fernández fue un desastre que terminó con su partido y, al parecer, con su lideresa. La sorpresiva irrupción de Javier Milei en el poder no se puede entender sin el fracaso de todo lo que había sucedido antes. El descenso político y electoral anunciado ahora por Cristina Kirchner no es más que el último capítulo de una saga en la que prevalece la ruina.

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