“Lo veo a Milei mucho para la foto, quiere estar en Mar-a-Lago, pero tiene que haber algo más de sustancia”
Desde Washington, Damián Merlo lanza consejos y marca errores en el acercamiento libertario al gobierno de Estados Unidos
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WASHINGTON.- Damián Merlo, lobista norteamericano hijo de argentinos que desde hace seis años tiene como cliente estrella al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, fue de los que buscó acercar a Javier Milei y su entorno a la órbita política y mediática de Washington, cuando el libertario aún era candidato, antes de las elecciones de 2023.
El vínculo -sellado con el exconsultor mileísta en marketing digital Fernando Cerimedo, y ad honorem, según aclara Merlo- fue corto: terminó el 10 de diciembre de aquel año, el día que Milei asumió la presidencia. “Era el tiempo pactado, por la campaña; se dijeron muchas cosas, pero no es que me desplazaron”, señala el miembro de la firma Latin America Advisory Group, con sede en Miami.
Merlo fue quien coordinó la entrevista del entonces candidato con Tucker Carlson, una de las más vistas en X con 300 millones de visualizaciones. “Yo creo que lo hizo mundialmente conocido a Milei”, se jacta Merlo, que prefiere definir su trabajo como advocacy antes que lobby.
En una entrevista con LA NACION en Washington, ciudad a la que viaja al menos dos veces al mes, Merlo destaca las “tremendas oportunidades” para la Argentina por la relación cercana con la istración de Donald Trump, sostiene que “Milei tiene todo para que sea realmente muy fructífera”, pero que en el Gobierno “se quedan cortos en las formas que actúan”. Y hace una comparación con Bukele, que hasta ahora es el único líder de la región que fue recibido por Trump en la Casa Blanca.
“Fue el que le ofreció a Trump una forma de cumplir una promesa de campaña”, dice, en referencia al acuerdo para deportar a El Salvador a cientos de de la organización criminal Tren de Aragua.
“La clave es lo que el Gobierno pueda traer a la mesa que sea beneficioso para Trump y para Estados Unidos, y no para la Argentina y para Milei”, remarca Merlo, que da algunas de sus definiciones en inglés. “Veo que el Presidente quiere estar mucho para la foto”, añade.
-¿Cuánto ha tenido que ver usted en el acuerdo de El Salvador con Estados Unidos y en la reunión de Bukele con Trump?
-Hay mucha gente que de hecho me pregunta, ¿cómo hacés para conseguir eso? Para conseguir una reunión en Casa Blanca tenés que tener un Bukele. El presidente lo recibe porque Bukele ha hecho cosas que son para el beneficio de Estados Unidos y para Trump. Su gran promesa de campaña era sacar del país a los pandilleros del Tren de Aragua. Y Bukele fue alguien que le ofreció la forma de cumplir esa promesa. Es como un agradecimiento, un reconocimiento a la buena labor entre los dos países. Entonces la clave para cualquier presidente, Milei o quien sea, es ¿qué le estás ofreciendo vos a Trump, al gobierno de Estados Unidos? Y no qué es lo que le pedís. Porque los que vienen con pedidos son los que no van a llegar muy lejos.

-Entonces, ¿qué cree que falta para que se pueda concretar un encuentro entre Trump y Milei en Casa Blanca?
-Esa es la pregunta del millón. Porque yo lo veo a Milei mucho para la foto, que quiere estar en Mar-a-Lago [el resort de Trump en Palm Beach], ir a AC, estar… pero para tener una relación que trascienda esa foto tiene que haber algo más de sustancia. Es algo que tiene que ver el gobierno argentino: qué tema ellos pueden traer a la mesa que sea de beneficio para Trump y para Estados Unidos, y no para la Argentina y para Milei. Esa es la clave. Podrían ser los minerales de tierras raras, que es lo que se vio con Ucrania y que en la Argentina hay mucho de eso. Porque hablar de la libertad y la economía, todo eso lo ayuda a Milei. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, fue a la Argentina porque querían brindarle un voto de confianza. Todo lo que se hizo ha sido siempre a beneficio de Milei. La visita a Mar-a-Lago para la foto, para Milei. La visita a AC, donde tuvo su primera foto con Trump. La Argentina tiene que ver qué es lo le puede traer a Estados Unidos, una victoria como hizo Bukele.

-Se habló mucho del viaje en abril pasado de Milei a Palm Beach, para recibir en Mar-a-Lago el premio “León de la Libertad” en un evento organizado por las fundaciones MACA y We Fund The Blue, y en el que se buscaba una foto con Trump, que finalmente no se concretó.
-[Interrumpe]. Sí, yo estaba ahí.
-¿Le hizo ruido, dada la sintonía que han mostrado ambos?
-Si yo hubiera asesorado, primero nunca anunciaría que viajará a verse, a no ser que sea lo que hicimos con Bukele. Con él se habló de una visita, se fijó una fecha y Trump le hizo una carta de invitación formal, Bukele la subió en su cuenta de X y ahí sí se anuncia. No sé si es por Milei o más por el estilo argentino, de querer estar siempre, querer alardear. A veces es mejor, como decimos en inglés, underpromise and overdeliver [promete menos y cumple más]. Entonces, yo hubiera propuesto que si había una posibilidad para que se vieran, no anuncien nada. A veces lo mejor es no decir nada y de repente puf, una foto. Porque si después no sale, no tenés que dar explicaciones de por qué no se dio. No sé realmente del lado argentino cómo fue esa negociación. Pero creo que movilizar a un presidente para hacer algo así me parece un poco exagerado.

-¿Qué importancia la da usted a esos eventos en Mar-a-Lago?
-No les quito importancia porque Mar-a-Lago, como dije una vez, is the place to be and the place to be seen [es el lugar donde hay que estar y donde hay que dejarse ver]. Pero no entiendo esa obsesión con Mar-a-Lago. No le quiero quitar mérito, porque es la casa del presidente. Pero si vos tenés una organización con una ideología alineada, cualquiera puede alquilar uno de los salones y hacer un evento ahí. Y lo que pasa es que los que hacen eventos allí, entre jueves y sábado, esperan que Trump aparezca. Muchas veces no está agendado. Ese evento al que fue Milei fue bastante caótico, un quilombo. Estuvo [la secretaria de Seguridad Interior norteamericana] Kristi Noem, entre otros. A a la gente que fue no la vi con un comportamiento acorde para esa clase de eventos. Hay un término que que se usa mucho en Washington que es trafficking of influence, o sea gente que se saca una foto, una selfie, para después mostrarla y presumir de que puede hablar con tal o cual persona. Entonces aquello de Mar-a-Lago me dio un poco de vergüenza ajena.
-¿Cómo cree que se podría sacar mejor provecho de este acercamiento con Estados Unidos, que de todas formas ha dado muchas señales de respaldo a la Argentina?
-Creo que Milei tiene todo para para que esta relación sea realmente muy fructífera, y en el Gobierno se quedan cortos en esas formas que actúan. Es como el niño que se entusiasma demasiado con algo en vez de tener la madurez. Hay que darle tiempo a las cosas, no hay que estar siempre a la expectativa. La primera vez que conoció a Trump en el backstage del AC, en febrero de 2024, he looked like a little kid [parecía un niño]. Tienes que tener más emotional intelligence, esa es la palabra. Eres el presidente de la Argentina. Yo trabajo con Bukele, a quien iro mucho, y él tiene esa inteligencia emocional de saber cómo y cuándo hacer las cosas. Es cierto que a ser presidente nadie te enseña, ¿no? Uno llega y tienes que aprender a pilotar el avión una vez que ya despegó.

-¿Le gustaría asesorar al Gobierno para que pueda explotar mejor el vínculo entre Milei y Trump?
-A Milei lo he conocido. A mí me encantaría sentarme a hablar con él. Pedí a varias personas [de su entorno] que si en algún momento se da, yo estoy dispuesto. No estoy buscando un contrato. Soy argentino, ¿no? Y creo que hay una gran oportunidad y se están perdiendo muchas chances de poder sacarle más jugo a esta alineación histórica que hay, porque aparte de la Argentina, ¿qué líderes están alineados con esta istración? Bukele. Daniel Noboa, de Ecuador. Luis Abinader, de República Dominicana. Con Guyana también. Es una tremenda oportunidad.
-¿Cuánto ayuda en su trabajo que el secretario de Estado norteamericano sea Marco Rubio, a quien ya conocía de Florida?
-Sí, lo conocía. Todos en Miami, en Florida, tienen una conexión. No es que era mi amigo ni lo veía todos los fines de semana. Pero sí ayuda que el secretario de Estado sea un hispano, de la comunidad de Miami. En mi trabajo de los últimos 10 o 12 años, con la oficina Rubio siempre tenía interacción. Ayuda en el y es alguien que entiende América Latina, que habla español. Tengo vínculo con su gente, con Mauricio [Claver-Carone, enviado especial para América Latina de Trump]. Veo que allá están obsesionados con Mauricio, que si se va… Él está muy bien parado con Rubio, con Trump, con todos.
-¿Cómo es su vínculo con Claver-Carone, que anunció su salida de la istración cuando termine su periodo de 130 días como empleado especial?
-Lo conozco de hace mucho. Yo trabajé muchos años en temas de Cuba. I’ve lived many lives [viví muchas vidas], como digo. No es que lo conozco ahora porque entró al gobierno y lo busco. Lo iro mucho porque él es una persona que es blanco o negro, y como decimos en inglés, he means what he says and he says what he means (dice lo que piensa y piensa lo que dice).
-¿Cómo es su situación contractual con el gobierno de Bukele?
-Los contratos son anuales o de seis meses, depende del cliente. Pero en el caso de El Salvador yo los tenía de seis y el último ya lo hicimos de un año, y se vence a mitad de año. Espero que me lo renueven [risas]. Son 65.000 dólares que paga presidencia de El Salvador. De ahí me sacan el 30% de impuestos, y además tengo un equipo. Yo podría trabajar para Corea del Norte si me quisieran contratar, o para Nicolás Maduro. Puede que no sea ético, pero lo ilegal es no hacer el registro de agentes extranjeros en el Departamento de Justicia norteamericano. Lo que yo hago es más advocacy, que tiene un componente de lobby, pero esa palabra para la gente tiene una carga más negativa. Si fuera dentista, no tendría que explicar tanto qué hago. Pero no tengo nada que esconder.
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