Viaje a la frontera norte. Las seis rutas principales de la Argentina para el contrabando y el narcotráfico
LA NACION recorrió los puntos usados por las organizaciones para ingresar al país mercaderías ilegales; de cocaína hasta auto robados, los grupos usan la complicidad política y la falta de control para abrirse paso
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Son las 12 del mediodía. Los rayos del sol, opacados por los nubarrones de tormenta, vuelven el ambiente insoportable en Clorinda, Formosa, con 40 grados de temperatura. La ciudad fronteriza se detiene y, con ello, el tráfico constante de mercancía a través del río Pilcomayo. Si no llueve, el río se vuelve apenas un pequeño arroyo, que se puede cruzar en decenas de puntos a través de “puentes” informales, hechos con pallets y maderas. Del otro lado está Paraguay. Allí se puede entrar y salir, con cualquier producto, decenas de veces, sin que ninguna autoridad lo advierta. La frontera no existe. No es el único lugar.
A lo largo de las últimas semanas, LA NACION recorrió los puntos más porosos de los límites en el norte del país y reconstruyó, a través de visitas, decenas de fuentes y expedientes, las rutas más frecuentas para el ingreso y egreso de mercaderías ilegales o contrabando, como la cocaína, marihuana, drogas sintéticas, autos robados y cigarrillos. El relevamiento exhibe las zonas de Misiones, Formosa, Corrientes, Salta y Jujuy de tráfico ilegal, a lo largo de sus 3573 kilómetros de frontera con Paraguay, Bolivia y Brasil.
El recorrido comienza en Misiones. Allí, a lo largo del río Paraná, yacen cientos de balsas con las que se cruza desde tabaco y harina hasta marihuana y estupefacientes. La economía de los pueblos de la zona fronteriza es dependiente del comercio ilegal. Un viaje a la Triple Frontera, un foco de tráfico de preocupación mundial, muestra las dificultades para fortalecer los sistemas de control.
LA NACION viajó desde Ituzaingó, en la provincia de Corrientes, hasta Ciudad del Este, en Paraguay, con paso intermedio por Foz de Iguazú, en Brasil, y recorrió Misiones sin que ninguna autoridad, de ninguno de los tres países, solicite documentación sobre el vehículo ni lo revise. El único control entre la ida y vuelta tuvo lugar cuando la Aduana argentina requirió una inspección. “¿Cuál es el objeto de la revisión?”, consultó LA NACION. “Se hace para ver si compró cosas que superen el límite de franquicia en Paraguay”, respondió el agente. De seguridad, nada.

Una “telaraña” fuera de control
Son cientos los registros públicos de bagayeros, que cruzan de un lado a otro con mercadería. Son menos las detecciones in fraganti de transporte de mercaderías ilegales. A través de decenas de consultas a fuentes de la Justicia, organismos de seguridad, autoridades locales y especialistas, LA NACION logró trazar las rutas más denunciadas por el tránsito de productos ilegales e incluso de personas.
La información recopilada muestra que, especialmente en la frontera noreste, existe una telaraña descentralizada de vías de tráfico que confluye en unas pocas organizaciones con base en la Triple Frontera. Según las denuncias, allí operan grupos ligados al Hezbollah, la agrupación terrorista de origen libanés, el Comando Vermelho y el Primer Comando Capital (PCC), los dos grupos criminales más grandes de Brasil, uno con sede en Río de Janeiro y el otro, en San Pablo.
El PCC, el más activo recientemente y con alianza con la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa en Italia, funciona como un sindicato criminal. Nació en las cárceles brasileñas, “agremiando” adeptos que reciben protección a cambio de pago de cuotas y obediencia absoluta. Se han registrado en la Argentina, aunque no hay constancia de una penetración en los clanes locales que manejan la droga en el territorio.
Frontera noroeste
En la frontera norte que limita con Bolivia, en la provincia de Salta, la columna vertebral es la famosa ruta 34. Ese corredor llega desde el extremo del país, en la localidad de Salvador Mazza, hasta la cercanías de Rosario. Como dicen los especialistas en narcotráfico, no habría Rosario narco sin aquella frontera norte.
La ruta 34 tiene un punto neurálgico, donde se abre y se bifurca. Ese lugar se llama Pichanal, un centro de distribución pero también de servicios para todo tipo de transporte, sea legal o ilegal. Continúa hacia Salvador Mazza y, del lado boliviano, hacia Yacuiba. Se trata de una frontera seca donde el límite es apenas un barranco que se puede cruzar caminando sin ningún esfuerzo, en cualquier lado de la extensión.
Hacia el otro lado, siempre desde Pichanal, sale la ruta 50 que lleva a Orán y de ahí a la polémica ciudad de Aguas Blancas, que en las últimas semanas fue foco de atención por la construcción de 200 metros de alambrado para dividir la frontera y frenar el contrabando.
Según el Ministerio de Seguridad, el ingreso de la droga a la Argentina, especialmente la cocaína, se mudó hacia esa zona de la ruta 50, el río Bermejo, la funcional Aguas Blancas, la neurálgica Orán y Pichanal, un lugar que también tiene reglas propias.
Para esas tres ciudades y para lograr volver a dominar el territorio, el gobierno nacional diseñó el Plan Güemes, un esquema de traslado de fuerzas federales destinado a pelear con el narcotráfico en el medio de la yunga, sobre el río o en las ciudades.
Una de las mercaderías más rentables, cuyo tráfico se encuentra en cabeza mayormente de Hezbollah, según las investigaciones judiciales recientes, es el tabaco. Resulta un negocio tentador por el margen de ganancia y por el menor riesgo, al no ser una mercadería per se ilegal. El beneficio es alto por las diferencias en el precio de compra en Paraguay, donde los cigarrillos pueden conseguirse por céntimos de dólar, y la venta en países como Uruguay o Chile y ahora la Argentina, que tiene valores similares que sus vecinos. Hace unos días, la empresa multinacional British American Tobacco encendió una alarma con un estudio sobre el crecimiento del contrabando de cigarros a Chile. Asegura que el 52% del mercado está constituido por esta mercadería, cuando hace dos años era el 20%.
El contexto lo describió un informe reservado al que accedió en parte LA NACION, que fue enviado por el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich a las autoridades del gobierno del chileno Gabriel Boric. Allí se advierte sobre la detección de un crecimiento de la actividad de Hezbollah en Chile y en la llamada “triple frontera andina”. La información fue corroborada por autoridades del país vecino. Los indicios apuntan a una fuerte presencia en Chile del clan Barakat, señalado por el atentado a la AMIA de 1994, con negocios que involucran paso por la Argentina. La ruta comienza con el ingreso de la mercancía por el norte, que hace su recorrido hasta cruzar a Chile para ser vendida. Pese a los costos logísticos, la rentabilidad es cercana al 50%, según especialistas consultados por LA NACION.
Los contrabandistas buscan abrir vías de ingreso. Primero se realizan pruebas con los cigarrillos, por su menor control, hasta que se asienta un paso. Luego del tráfico de atados y marihuana aparece el contrabando de autos robados. Fuentes de seguridad explicaron a LA NACION que cerca del 90% de los secuestros de automotores que se realizan en operativos son vehículos robados en la zona sur del conurbano bonaerense.
La hipótesis es que se utilizan como parte de pago y sirven para transportar mercadería ilegal. En localidades como Montecarlo, en Misiones, los vecinos contaron a LA NACION que es frecuente ver personas subiendo autos a balsas para cruzar el Paraná con rumbo a Paraguay. Foz de Iguazú, del lado brasileño, es un cementerio de vehículos sin patente, agolpados en talleres.