De Messi a El Eternauta: cómo un bodegón porteño convierte milanesas en los rostros de famosos
El Antojo redefine uno de los platos más populares y cada porción es un lienzo comestible que inmortaliza íconos globales antes de freírlos al punto justo
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Desde su relanzamiento tras salvar un viejo bodegón, Christian Franco, alma creativa de El Antojo, en Tinogasta 3174, Villa del Parque, vio en la milanesa un soporte infinito para la invención. Aquella versión XXL de 800 gramos que catapultó al local en 2015 fue solo el comienzo.
Hoy, su propuesta más audaz consiste en esculpir rostros de celebridades en cada milanesa, usando cuchillas de carnicero, cuchillos afilados y pinzas de acero.
Con una tablet a la vista, el chef recorta y superpone láminas de carne cruda, mientras el pan rallado dibuja volúmenes y sombras exactas.
El papa León XIV, el flamante pontífice de la Iglesia Católica, aparece con cejas arqueadas y arrugas profundas, casi vivas, gracias al juego de espesores: una delgada lámina para el contorno y otra más gruesa para cincelar los pliegues de la frente.
Lionel Messi emerge del aceite hirviendo mientras alza con sus manos la copa del mundo que coronó su carrera en Qatar 2022. Lautaro Martínez, delantero de la selección argentina y del Inter, se perfila con la intensidad de quien siempre dirige el balón al gol.
Shakira, con su melena suelta y labios marcados, surge en la milanesa como un retrato pop, donde cada rizo se consigue con fotogramas de pan más compacto; mientras Guillermo lla resuena en la superficie gracias a un empanado que acentúa su sonrisa.
Del otro extremo, Elon Musk desafía la gravedad con mechones erizados, y Bizarrap posa con su gorra característica y anteojos oscuros, detalle que Christian logra a partir de una capa precisa de pan aromatizado.
El homenaje cinéfilo llega con Ricardo Darín: representado como El Eternauta, su máscara y capucha se distinguen en dos texturas de carne, recordatorio de una épica serie de ciencia ficción.
Los perfiles más contemporáneos, como Franco Colapinto y Luck Ra, ponen a prueba la habilidad para recrear cejas delgadas, rasgos angulares y expresiones urbanas, todo antes de que la obra se sumerja en aceite a 180 °C.
Al escurrir el exceso de aceite, cada retrato emerge con detalles nítidos y un dorado perfecto. El plato viaja sobre en una caja de pizza junto a papas fritas que funcionan como marco de galería.
En Instagram, las publicaciones suman millones de reproducciones y comentarios que aplauden la fusión de humor, técnica y tradición porteña.
Con cada iniciativa, El Antojo demuestra que la milanesa puede abrir nuevos caminos: plantillas de acetato para perfilar rasgos, ajustes microscópicos en la presión del empanado y variaciones de temperatura para conservar la forma.
El futuro de este restaurante promete más rostros, más desafíos y la certeza de que, en la gastronomía porteña, la creatividad no conoce límites.
LA NACION
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