Orgullosa de su familia de artistas, Adelaida Mangani repasa su interesante vida, que ella misma llevó al escenario
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Tiene 83 años, la energía de una mujer de 40, ojos color del cielo y la pasión intacta. Pero, además, Adelaida Mangani –fundadora y directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, donde trabaja desde hace casi cinco décadas, directora del Taller Escuela de Titiriteros Ariel Bufano, actriz y pianista– tiene la capacidad de transmitir y contagiar su amor por los títeres. “Ellos me eligieron a mí”, dirá después, durante la entrevista, cuando hable de su amor por Ariel Bufano [figura fundamental en el desarrollo de los títeres en Argentina], el motor que puso en marcha su vocación. Es que Adelaida y Ariel vivieron un amor profundo y –al principio– furtivo (él era casado y tenía tres hijos, ella estaba a punto de casarse, y se casó, con el médico genetista Manuel Fernández Capello), que, ocho años después del flechazo inicial, los convirtió en una familia, cuando se fueron a vivir juntos con los dos hijos de ella, Gabriel –Gaby para los amigos, Vicentico para todos los demás– y Ariadna. Tan intenso fue ese amor que marcaría su vida y su futuro que, aunque el cantante de Los Fabulosos Cadillacs recién lo supo a los 31 años y ADN mediante, Ariel Bufano era su papá (su madre tampoco lo supo hasta ese momento).
Mamá y abuela orgullosa, Adelaida –Bimba para quienes la conocen bien– recibe a ¡HOLA! Argentina en su casa, un departamento repleto de títeres, recuerdos y fotos de sus hijos y nietos (tiene tres nietos, Florián, guitarrista de Los Fabulosos Cadillacs, y Vicente, también guitarrista, hijos de Gabriel y la actriz Valeria Bertuccelli, y Jano, baterista, hijo de Ariadna) para repasar su vida y su carrera y, durante dos horas, se entrega a ese viaje emocionada y con una sonrisa.
–¿De dónde viene tu pasión por los títeres?
–Mi primer o con títeres fue de muy pequeña porque mi tío, el hermano de mi madre, Juan Francisco Giacobbe, que era músico y un hombre de teatro, tenía vínculos con titiriteros de esa época y, para mi cumpleaños de 6, me trajo titiriteros que me hicieron una función de cumpleaños en casa.
–¿Estudiaste para ser titiritera?
–Al principio, todo lo que hice tuvo más que ver con el teatro y con la música, que con los títeres. Luego, cuando entré a trabajar en el Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén, conocí a Ariel Bufano, nos enamoramos y, a partir de ahí, empecé a vincularme con los títeres.
–O sea que tu acercamiento definitivo a ese mundo fue por amor…
–[Risas]. Sí. Ahí empecé a acompañarlo a él a sus funciones, a vincularme con los títeres y a formarme como titiritera.
–¿Cómo aprendiste?
–Como aprendía uno en esa época: al lado de un maestro. Así había aprendido Ariel, al lado de Javier Villafañe [el más importante titiritero argentino].
–¿Tu formación actoral te condicionó?
–Mi formación actoral influyó mucho en mi expresión titiritera, porque para alguien que tiene formación teatral expresarse a través de los títeres es maravilloso. Las personas que se acercan desde la formación teatral y experimentan lo que es trabajar la expresividad a través de un objeto, ya no quieren volver a su propio cuerpo, que siempre es una limitación.
–Y llegaste al Teatro San Martín.
–Sí. Primero, durante varios años, con Ariel montamos nuestros propios espectáculos con títeres y tiempo después nos contrataron del San Martín para montar un primer espectáculo.
–¿Qué significó para vos hacer un espectáculo autobiográfico como Bimba?
–Bimba tiene una historia de varios años, porque la directora y dramaturga que escribió la obra primero quería hacer un documental sobre mi vida, y me hizo muchas entrevistas. Después se diluyó lo del documental y ella empezó a trabajar en la idea de hacer un biodrama. Así que, cuando lo tenía bastante armado, seleccionamos dieciséis escenas de toda mi vida y lo propuse en el San Martín. Pensé que me iban a sacar corriendo, pero no, el director me dijo que sí.
–¿Estabas preparada para hablar de tu vida en un escenario?
––Mi mayor temor cuando empezamos a ensayar era quedar muy actuada, como artificial. Pero no pasó. Me sentí bien, cómoda, como ahora hablando con vos y contándote mi vida. Y la obra resultó bastante divertida, nunca imaginé que la gente se iba a reír tanto. Obviamente que también tiene momentos dramáticos, como cualquier vida.
–¿Qué dijo tu familia cuando vio la obra?
–Mi hija trabaja conmigo, así que la vio de entrada. Al principio lloraba mucho. Lo mismo pasó con mi nieto, que también trabaja conmigo. Después la vieron mi hermana, mi hijo, mi nuera y los otros nietos con sus esposas y novias, y para todos fue muy emocionante. Creo que en algún sentido los sorprendió. Porque si bien ellos saben que soy actriz, hacía muchos años que no me veían actuando en un escenario, entonces eso fue un impacto fuerte, sobre todo para los nietos. Pero todos estaban conmovidos y contentos de que se contara la historia de mi vida. Me sentí muy cariñosamente acompañada.
–Bimba era tu sobrenombre de chica. ¿Qué significa?
–El que me puso Bimba fue mi tío, el mismo que me llevaba los títeres para los cumpleaños, porque cuando yo era muy chiquita había una canción italiana que estaba de moda cuya letra decía “bella bimba bionda con gli occhi azzurri”, que quiere decir ‘linda niña rubia con los ojos azules’. Y yo era rubia y con ojos azules. A mi mamá también le gustaba mucho una ópera de Giacomo Puccini, creo que es Madama Butterfly, que tiene un aria que dice “bimba dagli occhi pieni di malia”, y eso también sumó para que me dijeran Bimba. Porque Bimba, en italiano, es un término que se usa no para las chiquitas, que son bambinas, sino cuando las chicas ya son adolescentes. Conclusión: que me pusieron Bimba y me llamaron Bimba toda la vida. Para mis nietos yo soy la abuela Bimba.
–Tus hijos y tus nietos se dedican al arte. ¿Hasta dónde influyó tu ejemplo?
–Yo no sé si es tan cierto lo de la vocación, o tiene más que ver con cómo y dónde uno crece y qué es lo que uno conoce. Mis hijos están conectados con la música desde bebitos, en mi casa la música siempre fue muy importante. Y lo mismo pasa con el teatro, porque nos acompañaban a las funciones… Hubiera sido raro que quisieran ser ingenieros.
–En varios de tus espectáculos, Gabriel se ocupa de la parte musical. ¿Cómo es trabajar con tu hijo?
–Funciona así. Yo le cuento lo que quiero, le paso la obra, él compone, me lo trae, generalmente lo que me trae está muy bien, a veces le puedo decir “esto un poquito más así, o más asá”, y generalmente es muy rápido, porque comprende perfectamente lo que necesito y lo que me escribe resulta fantástico. Ha sido siempre muy fácil, siempre fluye fácil.
–¿Es cierto que no sabías que él cantaba hasta que lo fuiste a ver a un teatro por primera vez?
–Cuando Gabriel terminó el secundario dijo: “Yo voy a estudiar Arquitectura”, porque además de músico dibuja muy bien. Mientras hacía todo eso, al mismo tiempo tocaba con algunos amigos, pero yo ni siquiera sabía lo que hacían, ni qué tocaban. Un día viene y me cuenta que un productor los había escuchado, que le interesó lo que hacían y que los iba a producir. La música era algo que él hacía paralelamente con otras cosas, yo no lo seguía tan de cerca. Entonces llegó el día en que nos invitó a la presentación del primer disco de su banda en un teatro, ¡y el que cantaba era él! Yo casi me desmayo.
–¿Te gustaría ser bisabuela?
–¡Claro, me encantaría! Porque cuando uno tiene los nietos es muy emocionante, es un vínculo totalmente distinto al que tiene con los hijos. ¡Pero bisabuela! ¿Cómo será eso, cómo será?
–¿Ariel Bufano fue el amor de tu vida?
–Sí, Ariel fue el amor de mi vida, la relación más importante que tuve. El enamoramiento con él fue arrasador, de esas cosas que uno se lleva el mundo por delante, que hace cualquier cosa por ese amor. La pareja duró veintidós años y, un tiempo antes de que se enfermara para morirse, nos separamos. Es algo que no sabe nadie, porque casi no se notó la separación. Porque nos separamos en octubre, a él le dieron el diagnóstico en abril y seis meses después murió. Tanto yo como los chicos estuvimos a su lado como si hubiéramos estado viviendo juntos, entonces medio que nadie se dio cuenta de que nos habíamos separado.
–¿Te volviste a enamorar?
–Tuve una pareja que duró poco tiempo. Fue con un periodista que había sido compañero mío de militancia que se llamaba Andrés Méndez. Vivimos un tiempo juntos y me separé. Digamos que yo quería ser libre. Y un año y pico después de separarnos, también se murió. Después de Andrés ya no tuve ninguna pareja.
–¿Te sentiste una mujer amada?
–Sí, me sentí amada, me sentí querida, la vida no me debe nada. Todo lo que uno sueña vivir del amor yo lo viví. Y también mi etapa de ser una mujer sola e independiente me ha sido sumamente gratificante.

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