Toda su vida, Diego Gronda buscó construir la casa de sus sueños. Siempre, hasta que tuvo ante sus ojos la Casa Cabrero: fue amor a primera vista y cayó rendido a sus pies.
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Situada en la exclusiva zona madrileña de Puerta de Hierro, la icónica propiedad que los vamos a llevar a recorrer hoy tiene la firma de Francisco de Asís Cabrero (Santander, 1912-2005), uno de los primeros arquitectos rupturistas de la posguerra y pionero del Movimiento Moderno de los años 60. Su obra más famosa es la Casa Sindical, frente al Museo del Prado, donde hoy funciona el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, símbolo de la modernidad española de mediados del siglo XX y catalogada como obra maestra.

Programa de obra
Cabrero concibió esta finca en 1961 y allí vivió con su esposa y ocho hijos hasta sus últimos días. La trabajó bajo la luz de un concepto racional-organicista-cartesiano, armonizando el uso de hormigón, madera, chapa plegada, acero y ladrillos. Fue esta “cabaña” de 700m2 cubiertos la pieza arquitectónica que deslumbró al arquitecto argentino Diego Gronda, diseñador de los hoteles más sofisticados del mundo y fundador del estudio Gronda, con sede en Madrid.

Con más de treinta años de experiencia internacional, Gronda cuenta con un deslumbrante CV. Se recibió de arquitecto en la UBA, pero pronto llevó su base de operaciones a los Estados Unidos (donde hizo una meestría en la Parsons School of Design) y, desde 2005, en España. Ha colaborado con algunas de las empresas más influyentes del sector hotelero como Grand & Park Hyatt Hotels, InterContinental Hotels, Mandarin Oriental, Nobu Hospitality, Ritz-Carlton Hotel Company, Starwood Hotels & Resorts Worldwide, Taj Hotels Resorts and Palaces y Virgin Hotels. Actualmente, entre otras varias obras que tiene en proceso por el mundo, está el nuevo Hotel Nobu sobre la calle de Alcalá, uno de cuyos dueños es el actor Robert De Niro.

En su oficina del barrio de Chueca, describe así la propiedad que compró antes de la pandemia a los herederos de Cabrero: “¡Era una casa tan rara y tan increíble a la vez!. Todos sus componentes espaciales fueron concebidos desde un punto de vista japonés, sin embargo carece de clichés japoneses: no es una pagoda. Pero cuando se entra uno entiende que la concepción y la distribución es totalmente nipona”.

Aunque ite que no conocía demasiado su obra, Gronda no escatimó empeño ni ingenio para conservar la identidad que Cabrero le había insuflado a la casa. Fiel a los principios que cultiva desde que era estudiante, revisó palmo a palmo cada rincón del que sería su nuevo hogar para recuperar su esencia y ponerla en valor “¡Dejemos de demoler! Podemos hacer arquitectura maravillosa con arquitectura preexistente. ¡Ese ejercicio es sostenibilidad al extremo!“.

Cerca de un año le llevó bocetar y construir lo qué quería hacer, que quería conservar y qué modificar, respetando siempre la premisa de preservar la esencia de la casa. Dentro del proceso de restauración instaló una sala de cine en lo que había sido una carbonera, cambió de ubicación la chimenea que estaba en la planta inferior y resistió la tentación de agregar una parrilla. “Aquí descubrí que soy más arquitecto que argentino”, dice.
Las bases
“Mi principal mérito ha sido devolver a la casa su aspecto inicial, recuperarla del deterioro en que estaba y adaptarla a las necesidades de mi familia. Esto demuestra que una infraestructura antigua pero de gran valor puede siempre tener una segunda oportunidad”, reflexiona Gronda.

-¿Cómo llegaron hasta ella?
-Desde que viví en los Estados Unidos soñaba con diseñar mi propia casa. Pero mirando terrenos y casas para mudarnos con mi mujer y mis hijos en Madrid, nos topamos con esta, obra de un arquitecto que yo conocía muy poco, lo ito. Pero fue un flechazo. Me enamoré.

-¿Y luego?
-Fue desarmar la casa y armarla de vuelta, teniendo en cuenta que éramos una familia de cuatro y no de diez (Cabrero tenía ocho hijos). Entonces la reestructuré toda, manteniendo lo original. Y antes de empezar a mover un ladrillo, entrevisté a los antiguos dueños, que eran los hijos del arquitecto para saber más de la historia de ellos y de la casa. Ojalá un día termine el documental que tengo en proceso.

-Es muy saludable, en esta época, su espíritu “recuperador”.
-Me sorprende lo poco que se conoce en España la historia de unos pioneros de la arquitectura moderna española. Y claro, no se puede proteger lo que se desconoce. A veces pareciera que algo que tiene solo sesenta años de antigüedad no es valioso, pero esto es una joya y la traté como tal. Por ejemplo, la casa tenía las primeras ventanas de aluminio de España y encontré a sus fabricantes en Alemania para restaurarlas a nuevo.

-¿Y qué pasó cuando la terminó?
-Fue un trabajo muy importante y difícil, porque la casa estaba muy venida abajo, pero altamente satisfactorio. Hasta el Colegio de Arquitectos nos llamó para felicitarnos. Y cuando los hijos de Cabrero vieron el resultado, se les cayeron las lágrimas, literalmente hablando. ‘Nunca pensamos que ibas a llegar a este nivel de detalle, a respetar cada uno de los gestos de mi padre, incorporando los tuyos sin conflicto’, me dijeron. Son palabras que todavía me emocionan.
Una pileta oscura, pero que refleja

Antes, la pileta estaba en una zona más alta del jardín, era celeste y medía 8,30m de largo. Gronda la llevó junto a la casa, donde había una cancha de tenis abandonada, le dio 20m de largo y la hizo negra por dos razones. La primera, respetar su idea inicial de que todo agregado que hiciera sería negro; la segunda, lograr un auténtico espejo de agua, lo que en inglés denominan reflecting pool, para subrayar su capacidad estética de cerrar un círculo entre la obra y la naturaleza.

Soluciones de diseño
Entre las intervenciones de Gronda, está el haber colocado largas franjas de LED por el exterior y ocultar bajo los techos de madera los nuevos aislantes, los aires acondicionados y la instalación eléctrica. Conservó los interruptores originales de nácar y las puertas corredizas de madera que dividen el salón en tres diferentes estancias, el mueble planero y las vigas rojas, como así también el herraje de las puertas, autoría de Cabrero, y los radiadores que diseñó la propia Bauhaus en los años treinta.
Abajo, detalle de la puerta acústica del microcine instalado en la vieja carbonera, que se transforma en bibliotecas cuando está abierta.




Una vista nocturna de la casa con a la terraza principal. Se observa el engawa tradicional japonés, una franja de borde de suelo sin tatami en la arquitectura japonesa, generalmente de madera o bambú, que rodea la casa y comunica todos los ambientes por fuera. Opera como espacio de transición hacia en jardín.

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