
Amasando esperanzas
Jimena amasa las tapas de las empanadas que venderá a la noche en uno de los siete puestos que conforman el tradicional Patio de las empanadas, un reducto del centro salteño donde distintas cocineras preparan comidas típicas de esta región.
La cara redonda y aniñada refleja su edad: 18 años recién cumplidos. A los 15 años quedó embarazada de su primera hija. "Fue un descuido", confiesa, pero aclara que el segundo fue buscado.
La adolescente vive en el barrio Floresta, en la ciudad de Salta, donde comparte una casa con su madre, tres hermanos, dos cuñadas y cuatro sobrinos.
El pan de cada día
Una semana al mes, Jimena deja a sus dos hijos al cuidado de su madre para poder juntar 70 pesos que después se convertirán en pañales y comida. Durante esos siete días, trabaja más de 15 horas en uno de los puestos de empanadas, propiedad de su madre y sus tíos. A la hora de la siesta, cuando los demás puesteros descansan, aprovecha el tiempo y amasa para la noche.
Podría volver a su casa, pero prefiere quedarse para ahorrarse el pasaje. Pero los pocos pesos que junta no son suficientes. Por suerte, recibe la ayuda de su madre y consigue la leche de Mario, el bebe de 9 meses, en el centro de salud de su barrio.
En varias oportunidades se inscribió en distintos planes de subsidio que otorgan tanto el gobierno nacional como el provincial, pero en ninguno tuvo respuesta. Cuando estaba embarazada retiraba bolsones, pero una vez que nacieron sus hijos no se los dieron más.
Entre sus metas figuran buscarse otro trabajo, "como cajera de supermercado quizás", y terminar el colegio, que abandonó a los dos meses de su segundo embarazo. Le restan tres años para completar el secundario y promete retomarlo el año próximo.
El abrazo conciliador
A la edad en que la mayoría de las adolescentes piensan en bailes y chicos, Jimena se preocupa por juntar dinero para pañales y ropa para sus vástagos. "Si no hubiese tenido mis hijos tan chica, en estos momentos estaría en mi casa viendo tele o con alguna amiga, saldría a bailar. Yo pensaba tener hijos a los 26 años, como mi mamá. Porque ella siempre dice que disfrutó de la vida, que viajó, ganó su plata.
A pesar de las dificultades y de la adolescencia perdida, Jimena declara entre sonrisas que Marta y Mario son la luz de sus ojos. "A veces, cuando estoy triste o preocupada, mi hijita me abraza fuerte y se me pasa todo", confiesa, mientras sus pardos faroles le brillan, como una franca demostración de verdad.
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