Inundación en el corazón bonaerense: la odisea de los pueblos mínimos que están aislados y librados a su suerte
En Mapis, Recalde y Arboledas, el estado de los caminos solo permite circular a caballo; la escuela N°35 José Lamas sigue con agua en su interior; los habitantes, en vilo
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“Solo pueden salir a caballo”, dice Silvana Arnaudo, para graficar la dramática situación que se vive en Mapis, un pueblo mínimo de seis habitantes en el extremo norte del partido bonaerense de Olavarría. La Escuela N°35 José Lamas es el único punto de encuentro y socialización, se halla bajo agua y las clases no pudieron comenzar. “No sabemos cuándo”, afirma Arnaudo, directora del establecimiento. “Las calles son arroyos”, agrega.
“Ellos están aislados”, afirma. Se refiere a una familia, matrimonio y tres hijos, que decidió quedarse en el pueblo hoy cubierto por un desconsolador mar de agua dulce que arrasó el pueblo desde el jueves pasado. Para poder salir de su casa, improvisaron una canoa con bidones y pallets, y de esta manera hacen los quehaceres diarios. Desde el 28 de febrero al 7 de marzo cayeron 400 milímetros de lluvia.

La localidad está situada a 120 kilómetros de Olavarría y a 60 de la ruta 226. Todo ese tramo es de tierra, hoy intransitable. La familia está incomunicada.
“No pudimos llegar a la escuela”, explica Arnaudo. Ella vive en Olavarría, se queda durante la semana en una habitación al lado de las aulas y regresa a su casa el viernes por la tarde. El inicio de clases estaba pautado para el miércoles pasado, pero vecinos le alertaron que ya el camino estaba bajo agua. “Hemos perdido mucho”, se lamenta Arnaudo.
Cuando el temporal dejó un hueco, la auxiliar de la escuela y algunos vecinos entraron al establecimiento y vieron una estampa triste: libros, carpetas, muebles y distintos materiales hundidos en agua lodosa. Tienen energía por generador y pantalla solar, no saben si el agua dañó los equipos. Las pérdidas se magnifican en este pueblo que no figura en muchos mapas sin electricidad ni señal telefónica, bajo el imperio de la soledad y el abandono. “La escuela tienen por lo menos 30 centímetros de agua”, describe Arnaudo.

“Todo Mapis está bajo agua”, confirma la docente. Aníbal Zorn es un hombre mayor que vive solo en una casa cerca de la estación ferroviaria; a él lo evacuaron. En el ejido rural viven 80 personas. “Están todas aisladas”, insiste Arnaudo. Un viejo almacén de ramos generales cerrado, una capilla en la que aún se da misa en forma irregular, la estación ferroviaria transformada en un museo, un club y dos casas habitadas: Mapis es uno de los tantos pueblos que quedaron sin vecinos cuando dejó de pasar el tren.
“En partes del no se ven los alambrados, se pierde el rumbo del camino”, comenta Arnaudo. El agua igualó todo en una destructiva pampa líquida en movimiento. La incomunicación es total, solo algunos puestos tienen señal de internet, pero otros no. No se puede asegurar bien la situación en la que se encuentran. En Mapis no hay despensa, ni ningún comercio.
Recalde
El pueblo más cercano es Recalde, a 20 kilómetros. “Pude llegar el miércoles y ya no pude pasar”, dice Juan Preisegger, quien ayudó a salvar lo poco que se pudo de la escuela. “Están muy complicados porque es imposible entrar al pueblo”, dice. Recalde tiene 200 habitantes y sus caminos también inundados. El agua amenazó con entrar al pueblo. Allí hay un surtidor de nafta que provee de combustible a todos, pero se quedó sin él y no se sabe cuándo podrá volver a entrar el camión cisterna para cargar el tanque de la estación.

“Pasamos de una sequía histórica a quedar inundados”, lamenta Preisegger. El contraste climático fue violento y drástico. Cayeron 380 milímetros en dos semanas.
Otro de los grandes problemas: los campos bajo agua y las pérdidas irreparables del cultivo. “Eso es lo que más golpea”, indica. Le preocupa la escuela de Mapis, él asiste a las docentes y es de las personas que siempre están dispuestas para ayudar, pero no ve que la situación mejore. Sigue entrando agua por los distritos vecinos. Se anima a pronosticar que todo el agua tardará 15 o 20 días en abandonar los caminos y campos.
“Queremos recuperar nuestra escuela”, dice Candela Pintos, docente del jardín de Mapis. Vive en Arboledas, en 23 kilómetros, ya en el partido de Daireaux. Como Arnaudo (maestra de grado), no pudo empezar el ciclo lectivo ni tampoco acercarse al edificio. Tiene seis alumnos y está comunicada con los padres vía WhatsApp, pero no todos tienen señal. “Es un momento importante para los niños. Ojalá exista alguna solución, podamos regresar y dar inicio al ciclo lectivo”, confiesa Pintos.
Arboledas
Arboledas, con 800 habitantes, al igual que Mapis y localidades de distritos como La Madrid, Coronel Suárez, Bolívar, Tapalqué y Azul tuvieron récords de agua caída. “También vivimos una situación dramática”, afirma Arnaudo. Si bien la atención está puesta en Bahía Blanca, donde el temporal dejó hasta el momento 16 muertos, una inmensa superficie de la provincia de Buenos Aires permanece bajo agua.
La cuenca del Salado, el desborde de arroyos y el natural camino que sigue el agua por gravedad al Río de la Plata o el mar –y en el medio su paso impiadoso– dejan a pueblos y parajes naturalmente olvidados de las agendas políticas en una situación de extrema vulnerabilidad. Según un relevamiento de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), por lo menos dos millones de hectáreas están inundadas.
“Hubo que evacuar”, recuerda Pintos sobre Arboledas. donde sucedió un evento meteorológico con pocos precedentes: llovió sin parar durante once días, llegando a los 500 milímetros. Por momentos, se temió lo peor. Arboledas comenzó a recibir agua desde todos los puntos cardinales, el pueblo quedó aislado y algunas casas tuvieron que ser evacuadas.
“Los vecinos se unieron”, dice Pintos. Fue la solución que hallaron luego de una asamblea espontánea que hicieron en una esquina. La única alternativa para que la localidad no quedara totalmente inundada fue comenzar a abrir pasos a pala alzada para ayudar al agua a seguir su curso hacia los campos. Entre ellos comenzaron a buscar bombas hidráulicas; una máquina retroexcavadora de la municipalidad con un hábil conductor que adivinó el camino llegó y, entre todos, empezaron a salvar al pueblo. Lo lograron.
“Sigue entrando agua, aunque no llueva”, relata Pintos. La cadena de favores por Mapis es mínima, pero fuerte; la delegada de Arboledas logró asistir a la familia que quedó allí con alimentos, pero el camión que logró la hazaña no es seguro que vuelva a poder hacerla. Cualquier movimiento que se haga se tiene que pensar varias veces.
Con muchos de los cultivos a punto de cosechar perdidos, queda salvar a los animales. El agua en los campos reduce la capacidad de pastoreo. Día por medio se turnan los productores de Arboledas para ir a los campos y ver su ganado. Solo pueden transitar en un tractor con un pequeño remolque; una vez que llegan a los campos, deben montar a caballo y ver qué margen de maniobra existe y qué se puede salvar, o cuantificar lo que se perdió.
“Tal vez haya entrado más agua a la escuela”, se entristece Arnaudo. En 2012 hubo una inundación, la última grande, y necesitaron 15 días para recuperar y limpiar la escuela. Tampoco sabe cómo está la cama donde duerme durante la semana, si aún tiene colchón o sábanas. Su habitación es el archivo de la escuela, entonces piensa si el agua ha estropeado computadoras, material de lectura... “No sabemos nada”, concluye la docente.
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